20: Una cena con los Danvers

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De vuelta a Rochester, los mellizos y las niñas retornaban a casa después de varios meses viviendo con Nanaline.

Encontraron la casa más ordenada y a Hilda quien estaba cocinando un guisado para la cena.

Esa misma noche Tommy, el padre quien estaba todo harapiento y con el mandil sucio de sangre de las carnes que había cortado, regresaba a casa, borracho, con una botella de vodka en mano y un sujeto de unos 30 y tantos a su par y tan borracho como Tommy.
Éste además, apenas percatado de quien sus hijos menores retornaron a casa, para variar regreso temprano de la taberna.

- ¡¡Mujer, mujer!! - gritaba el hombre - ¡pon un lugar más en esta mesa y pídele a Hilda que se ponga un vestido más bonito! -

Todos los muchachos recibían a su padre, Kara lo llenaba de besos y a pesar de su estado recibió con mucho afecto los mimos de su pequeña, su amigo, apenas si podía estar de pie pero se mantenía en compostura, todos los Danvers estaban en la sala, todos menos su mujer quien estaba en los efectos de las pastillas adormizantes e ignoraba el bullicio de su marido.
De por si, Evangelina aún abusaba de las pastillas, por no decir que así estaba consumiendo solo para evadir sus deberes de madre y esposa.
Algo así, como drogarse, así estaba de critica la señora Danvers.

- ¡Mujer! - y Evangelina al fin salía de la cama con una cara terrible, más furiosa de lo acostumbrado. - Mujer, ¡hasta que al fin sales de la cama! Trae a Hilda y sirvenos lo que tengamos en para cenar.

En eso, Evangelina nota que todos los hijos y su esposo ya la esperaban sentados en la pequeña mesa del comedor y que apenas se podía ver el guiso de Hilda que quizá sólo alcanzaría para 4 de las 10 personas reunidas en la pequeña casa, entonces Kara inmediatamente corrió a su cama donde dejó su morral con sus cosas, ella tenía una lata de lentejas verdes enlatadas y otra de frijoles rojos, una bolsa de arroz y pan de esos empaquetados que son largos ya que había recolectado alimentos en esa semana.
- Hilda traje un poco de comida, vamos a encender la hornilla -
Dijo Kara y junto con la mayor que sonriente con todo lo que la pequeña llevaba en mano habían cocinaron las verduras para complementar la cena en pocos minutos, demoraron si, pero así ya alcanzaba una ración para todos.
Ya parecía un banquete, como los que tenían hace varios años atrás, antes de estar en quiebra
Y eso, que aún no era 1929 y la Gran Depresión no había llegado.

Hilda y Kara sirvieron todo en la pequeña mesa, ya contentas, ahora todos sentados en la mesa Tommy toma a su esposa y a todos los hijos de las manos para orar por los alimentos, excepto Susan quien excéntrica miraba el guiso de verduras enlatadas que había dado Kara.

- Señor Dios Padre Todopoderoso, tú que todo lo provees, tú que nos sirves el pan en nuestra mesa, gracias, por poner un ángel en mi pequeña hija, que con su aporte se multiplicaron las raciones que teníamos en nuestra mesa, así como tu Hijo Amado que multiplicó el pan y los pescados a tus hijos.
Señor, danos el Pan Nuestro de cada día
Y libranos de las impurezas
Así como también de los males y que reine la paz en esta familia
Y te lo agradecemos todo, en tu Santo Nombre.

Amén. -

Si una cosa era Tommy Danvers, es que sobrio o muy abogado en la bebida el siempre, siempre, siempre decía lo correcto cuando se trataba de orar a Dios.

Hilda y Kara comenzaron a servir a sus padres primero, luego al invitado que no dejaba de ver a la mayor de las hijas, al notarlo Tommy agarra un poco de compostura a pesar de estar muy borracho y también muy hambriento ya que apenas acabada la oración éste ya había comido su ración de guisantes.

La Heredera Y La Cantante LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora