14. Conseguir la llave

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El sonido de la música, muevo mis caderas de mujer, alto baile se armó. Me muevo al lado de un chico y después sigo el pasó con otra chica. De repente doy un giro y me caigo.

Despierto levantándome del suelo, al caerme de la cama. Refunfuño porque estaba soñando con lo que se supone que debería estar haciendo ahora. Encima no debería haberme caído, uso mi forma de mujer para tener más espacio cuando duermo, ya me enfadé. Me revuelvo el cabello.

Tengo que conseguir esa llave.

A cuerpo chiquito, más silencioso, aprovechemos.

Camino en puntillas hasta la habitación de Emmet. Abro lento su puerta, sé perfectamente que tiene un oído inhumano, pero no pierdo nada con probar.

Entro a oscuras y reviso los cajones para luego ver el placar. Nada, no hay absolutamente nada. Giro mi vista hacia el dormido.

No puede ser, ¿Será que tiene la llave con él? Me le acerco. Parece un ángel cuando duerme, es un hombre violable en esta situación, pero no soy un delincuente. Abro la manta que lo cubre, no veo la llave, está muy oscuro.

¡Pues toca!

No, no toques, si se despierta te mata.

Entrecierro los ojos ¡Bingo! El bolsillo del pijama. Voy lentamente a agarrar la llave, me inclino en la cama y hasta siento su respiración. Un poco más, el corazón se me acelera por los nervios. Rápido, rápido.

Tomo la llave pero me sobresalto cuando su mano agarra la mía. Sus ojos me miran y sin parpadear su expresión seria está intacta.

—Que ruidoso —opina.

—Lo supuse —me río —merezco puntos por intentar enfrentarme a tu súper oído.

—¿A dónde vas?

—No me controles, ese no es tu problema, limitate a obedecer —nunca me dará la llave si le digo que es a un boliche.

—Yo sólo sigo órdenes de su padre.

—Ya estoy mayorcito, no necesito que nadie me cuide. Desde que llegamos has estado más estricto de lo normal, ya para un poco con ser un aguafiestas.

—Lo siento, no fue mi intención —se disculpa pero su rostro sigue frío como el hielo —cuando sepa que es seguro, hasta le daré la llave para que la guarde usted.

—Dámela ahora —intento agarrarla cuando me la quita y forcejeamos. Entonces caigo debajo de él —. Huy —sonrío y me abrazo a su cuello —que machote —juegueteo —. Cambié de opinión, juguemos tú y yo, si no quieres que siga insistiendo.

Se queda un rato mirándome en silencio y hasta parece una eternidad como se lo piensa.

—No.

—¿Por qué no? —hago puchero —Entonces dame la llave.

—No —se levanta sentándose en el colchón en el que estamos.

—¿Pero te quieres perder esto? —bajo la tirita de mi camisón todo sensual —Te estoy ofreciendo mi cuerpo sexy femenino hoy, no hay que perder la oportunidad.

—Olvídelo —se levanta de la cama.

—Estás enojado, lo sé, aunque no el por qué, dímelo.

—No importa, usted puede hacer lo que quiera con su vida.

Analizo la situación, pensándolo detenidamente.

—¿Te muevo la estantería Emmet? Quiero decir... ¿Te gustó? Porque nunca me habías hecho una escena de celos.

Se gira a mirarme, pasa un segundo y luego vuelve a darse vuelta, retirándose del cuarto.

Y ahí es cuando te sientes mala persona, no he sido nada sutil ¿O cómo se preguntan esas cosas? Fui directo al punto ¿Acaso está mal?

La perfección #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora