68. Buscando un frasco

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Debo buscar algo para atrapar a mi acosador, necesito una carnada. Al llegar a casa, vengo con el de la idea porque insistió y también traigo a Ace, para que funcione como mediador, si a Seyn se le ocurre provocar a Emmet, ya sé a quién recurrir.

—Bonita casa —. Ah y Tarik vino de colado, como siempre.

—Pues yo te puedo invitar a la mía, mi casa es más grande —expresa Ace con su típica tranquilidad.

Sonrío.

—Genial, yo malpensaré eso.

—Gente loca —Bufa Tarik.

—Gente pervertida —lo corrige Seyn y se ríe —¿Qué usarás de carnada entonces? —pregunta.

—Pues estoy esperando que me ayuden a pensar —aclaro.

—¿Un cabello? —sugiere Emmet levantando un peine.

—No sé, eso es muy obvio de robar ¿no? Si Nyx entro aquí, tranquilamente se lo pudo llevar a su jefe y eso sigue ahí.

—¿Ropa? —piensa Seyn.

—No, es lo mismo —niego con la cabeza.

—¡Sangre! —grita Tarik levantando el puño.

Me río.

—¿Sangre?

—Perdón, demasiadas películas —se ríe también.

—Ojo, no es mala idea —opina Ace —. Eso sí es difícil de conseguir.

—Tienes razón pero... —me lo pienso —necesito un frasco.

—¿Se va a cortar el dedo? —bromea Tarik.

—No, solo me voy a pinchar uno ¿Dónde dejé una aguja en esta casa? —me voy en dirección al baño —Ustedes busquen un frasco en la cocina, debe haber alguno.

—Yo no veo nada —opina Seyn.

—¡Pues sigan buscando! —abro el cajón del vanitory y miro las cajitas —¡Bingo! —grito cuando encuentro una aguja.

Salgo del baño.

—¿Esto sirve? —pregunta Tarik con un frasco en la mano.

—No, es muy grande —niego y me río —. Ni que me fuera a sacar tanta sangre.

—Hay solo de ese tamaño —aclara Emmet.

—Si no queda otra, habrá que usar ese, supongo.

Giro mi vista a Ace que como siempre no hace nada, pero sinceramente no me molesta, es cómo él es así, es su estilo, no se lo vamos a cambiar. Y digamos la verdad, no voy a arriesgarme a que me cobre algo. Por otro lado, Nadir sigue intentando crear su nuevo aparatito y Seyn...

—Dije la cocina —exclamo apretando los dientes.

—Esto... —observa el trébol que está cristalizado, que ya se encuentra en su mano, no tardó ni dos segundos en agarrarlo —lo conozco —termina la frase, aunque se tardó en pronunciarla.

—¡¿Quién te dió permiso de tocar mis cosas?! —le grito.

Se sonroja.

—¿Tú lo guardaste?

Oh Dios, trágame tierra.

—Guarda eso dónde estaba —exijo.

—Pero...

—Lo dijo claro —repite Emmet con sus palabras —no toques lo que no te pertenece.

El rubio aprovecha la oportunidad para sonreír y echárselo en cara.

—Pero sí yo sé lo di, así que algún porcentaje es mío.

Mi escolta entrecierra los ojos.

—Sea lo que sea, estás en casa ajena y respetas —responde manteniendo la compostura.

—Estás no es tu casa, empleado.

—Hey, hey —me pongo en medio —aquí no se viene a discutir.

—Le voy a romper la cara —susurra Emmet.

—¡Ja! Como si pudieras —dice Seyn con su alto ego.

—Señoritas, señoritas —se ríe Ace —no peleén más, todos sabemos quién gana esta batalla.

—Ah ¿sí? ¿Quién? —digo confundido.

—Obvio, yo.

Sonrío.

—Toda la razón, mi amor.

—Lo sé, cariño —me tira un beso al aire.

—¡Ace! —le grita Seyn.

—¿Qué te dije? Cuenta uno, dos, tres ¿Ya te olvidaste?

Bufa.

—No comiences —le saco el trébol —¡Oye! —se queja.

—El que se distrae pierde —sonrío y luego frunzo el ceño —. Ahora, fuera de mi casa.

—¡¿Me estás echando?! —se altera.

—Sí, a todo el mundo, yo buscaré el maldito frasco e pensaré la idea para atrapar a Blake, porque ya me pusieron de malas.

—Lo noto —dice el adivino —. Cuánta tensión —se levanta de su asiento —¿Seguro no quieres un masaje?

—No —respondo cortante.

—Entonces te puedo dar uno a ti —le dice a Tarik.

—No, gracias —expresa el pandillero y retrocede —menos con todas las deudas que me inventas.

—Yo no invento nada, están en mi libreta.

—¡Ay, ya cállate!

Veo como se van y el lugar queda en silencio, solo se oye a Nadir trabajando con ese aparatito, ya que estoy tildado mirando hacia la puerta.

—Me gustaría hablar contigo —aclara Emmet y me giro a mirarlo —En privado —le aclara a su hermano.

—¡Pero ya termino! —expresa el de anteojos animado.

—Vete al cuarto —dice firme y Nadir se sobresalta.

Entonces agarra sus cosas y sale corriendo a la habitación, cuando se escucha la puerta, hablo.

—¿Era necesario hablarle así? —opino.

—Es importante, voy a aclarar cosas.

¿Qué? A la mierda, no es mi culpa ¡Es de un trébol! Bueno sí, debí haberlo guardado mejor.

La perfección #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora