74. Nada que perder (2/3)

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No soy un negador rotundo, no tengo nada que perder ante esta situación. Seamos sinceros, tengo ganas de probar su piel hace tiempo. A pesar de que aún se me eriza la piel y además de tener mucho calor, me giro a observarlo seriamente. Nuestras miradas se cruzan en un instante, entonces al segundo me besa y le correspondo. Los pensamientos negativos desaparecen como si nunca hubieran existido.

—Espera —alejo mi boca de la de él estando agitado y sintiendo su respiración muy cerca de mí.

—¿Ya te vas a arrepentir? —me abraza por la cintura acercándome más a su cuerpo.

—No, aquí no —niego moviendo mi cabeza.

—Tienes razón —agarra mi mano —. Ven, sígueme —me hace caminar.

Nos acercamos al remolque del cátering y entrecierro los ojos.

—Entrar en propiedad ajena es contra la ley, puedo nombrarte hasta el número y la pena que nos pueden dar por esto. Además, el personal podría regresar en cualquier momento.

—Tranquilizate enciclopedia andante, nadie va a volver, están de fiesta todavía —abre la puerta de la caravana y entra. Bufo pero paso allí, él cierra detrás de mí, sonriendo de lado —. Ahora ya no puedes escapar.

Me río.

—¿Quién dice que iba escapar?

—Esa confianza me calienta demasiado —me agarra de la cintura y huele mi cabello —. No sabés lo mucho que he esperado este momento.

En realidad sí, se nota a leguas.

—Frenate ahí, enamorado —me alejo y me giro a mirar por la ventana, moviendo la cortina —¿Estás seguro que no vendrá nadie? Prefiero los hoteles.

—Tardarán, además la puerta está cerrada con traba —oigo que se acerca —le das muchas vueltas al asunto, en el club de Ace no te molesto en absoluto andar quitándote la ropa.

Sonrío sin mirarlo.

—Es que Ace sabe cómo tratar a una dama.

—Tecnicamente tú no eres una —apoya su mano en el cierre de mi vestido y lo empieza a bajar —aunque a mí no me importa, me gustas de todas las maneras posibles.

—Lo admito, mis modales los perdí hace mucho tiempo —siento su boca en mi espalda y me muerdo el labio inferior —pero hay cosas que nunca cambian.

—Mis sentimientos por ti jamás cambiaron, todo lo que ha pasado, no tiene nada que ver con lo mucho que te deseo.

Tengo demasiado calor.

Me giro a mirarlo y me empuja contra la pared, sonrío acercándome a sus labios.

—Dime más.

—Me vuelves loco, Darren Wein —une su boca con la mía y se aleja a tan solo centímetros para continuar —no puedo ni pensar contigo en frente.

Me río.

—Lo sé, nadie puede hacerlo.

Se muerde el labio inferior.

—Si me sonríes tanto, moriré.

—Decídete, ¿No eras tú el que quería que te sonrierá?

—Encima te acuerdas.

—Lo sabés, tengo muy buena memoria —desato su corbata y la tiro —. Siendo sincero, recuerdo muchas cosas —abro su camisa y desciendo un dedo en su piel —como este buen torso, tan caliente.

—Tú me pones así —me besa con fervor y le correspondo con la misma intensidad.

El vestido cae y el rubor de Seyn aumenta al descubrir que no llevo sostén. El calor se siente en el aire, entonces nos besamos otra vez. Hay un fuerte deseo entre nosotros, uno que lleva esperando hace tiempo, demasiado tiempo.

La perfección #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora