32. Número desconocido

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Camino entre los árboles y me detengo al visualizar el arroyo. Voy hasta allí, para luego sentarme en la orilla. Estoy aquí otra vez, pero no soy la misma persona, eso es seguro.

Hay un ruido y me sobresalto. Giro mi vista, debe ser Nadir investigando con su aparatito, pero no lo veo, ¿No se había ido en otra dirección?

—¿Nadir? —me levanto del suelo al oír otro sonido.

Mi celular suena, es un mensaje de un número desconocido.

"Hola, ¿Me extrañaste?"

No, la verdad no ¿Quién extraña un psicópata? Yo no.

Comienzo a caminar en dirección a la casa, a paso rápido. Entonces suena otro mensaje más.

"Te veo".

—¿Me ve? —miro para todos lados —¿Dónde?

"Muy cerca".

Me moriré de un infarto, me siento como si estuviera en una película de terror.

—Si estás tan interesado ¿por qué no te muestras? —presiono los dientes —Vamos a ver quién es la presa realmente.

Me contesta a través de un cuarto mensaje.

"Todavía no, todavía estoy investigando".

—No soy ningún conejillo de indias ¡¡Sal de dónde quiera que estés!! —grito apretando los puños.

Un sonido, un brillo, hay unos ojos, algo me está observando. Trago saliva nervioso, mirando el arbusto. En un parpadeo ya se ha esfumado y me agarra un escalofrío.

¿Se fue? Maldita sea, no quiero saberlo, apresuro el paso para irme cuando oigo ruidos otra vez y algo que se acerca.

—¡¡Emmet!! —grito llamando al que se supone que es mi guardaespaldas, pero parece que se tomó el día libre.

Giro la vista para ver si me siguen, entonces en mi distracción, me choco con alguien y me caigo sobre este.

—Darren Wein —se sonroja Seyn mientras yo estoy intentando reincorporarme.

Me levanto rápido y miro hacia atrás ignorándolo.

—¿Ya se fue? —digo para mí mismo.

—¿Quién? —comienza a pararse del suelo también.

Reacciono.

—No te incumbe —me giro en dirección a la casa otra vez.

—Pues si me acabas de aplastar con tu grande y fuerte cuerpo... —se  muerde el labio inferior y luego se da cuenta —. Quiero decir ¡Merezco una explicación! —grita nervioso y después tira del cuello de su remera acalorado —Hace calor.

—Se te nota —opino y vuelvo a mirar hacia el bosque al oír un ruido —¿Escuchaste eso?

Ya debo estar paranoico.

La perfección #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora