La televisión del hotel, además de unos cien canales pornográficos, resulta tener canales normales en los que no para de hablarse del milagro propuesto por S.H.I.E.L.D. En algunos incitan a los afectados a acercarse a los diferentes cuarteles generales de la agencia en Nueva York y otros enclaves de los Estados Unidos.
Sin dudar de que esa invitación también se extienda a mí, un cambio de ropa y estoy lista para comenzar la función.
Un edificio típico de la burocracia neoyorquina es la sede a la que me dirijo. Hay varios cientos de personas a las puertas; sólo unas pocas decenas son mutantes, el resto son mirones en busca de algo de lo que reírse. También hay algunos equipos de televisión.
Me ajusto la capucha de la chaqueta y me integro en la multitud. En la entrada, los que se encargan de la seguridad parece que no hacen más que pedir el carné para la identificación y aun así se muestran selectivos con aquellos a los que dejan pasar, evitando a todos los que no son realmente mutantes a juzgar por lo que puedo detectar a la corta distancia a la que me encuentro. Debe haber algo más, alguien con poderes para detectar las mutaciones que está dando las instrucciones pertinentes.
Rastreo la zona con la mente para asegurarme, pero no noto nada lo suficientemente intenso, luego me centro en el edificio. Detrás de una de las ventanas de cristales tintados del tercer piso hay una persona de gran poder, pero no puedo ver más allá. En apenas décimas de segundo se da cuenta de que hay un telépata cerca y cierro mi mente para impedir que lea algo que no deba.
Voy a dar el último carné falso que los de S.H.I.E.L.D. conocen, Lia Tips, para que no haya duda en el momento de dejarme entrar. En tiempos como éstos, en los que ya no se lleva que una organización secreta irrumpa en medio de la calle y delante de transeúntes medios secuestre a una persona sin motivo, no creo que se atreverán a montar el numerito.
Seguramente quienquiera que esté allí arriba me reconocerá.
Mi pronóstico se cumple y, como esperaba, los dos mastodontes que cuidan las puertas me dejan pasar igual que a los demás mutantes.
Las puertas dan a un amplio patio de cemento donde hay aparcados algunos camiones y coches de color negro. El edificio es liso, gris y deprimente a juego. Algunos agentes de traje separan a la gente en grupos y la conducen al interior. Sólo una figura destaca en medio de aquel ambiente, una mujer de corto cabello castaño que da órdenes a unos y a otros. Me sorprende que la mismísima María Hill esté dirigiendo esto.
Sigo al grupo al que me asignan a través de una de las múltiples puertas metálicas dobles que se internan en el complejo.
Nos dirigen hacia una sala de espera, desde la que nos irán llamando para que un responsable decida, en base a nuestra mutación y la medida en que dificulta nuestra vida, si nos hará efecto el suero de la forma esperada. Todo muy correcto.
Aprovecho una esquina para desviarme e introducirme en uno de los ascensores. No tengo duda de que serán conscientes de mis movimientos y no tardarán en interceptarme, por lo que tengo que encontrar al responsable rápido. No noto la presencia del señor Stark por ningún lado, mi mejor opción es que Stephen siga aquí. Escaneo planta por planta buscando su mente, pero no le encuentro.
Camino por un pasillo, prestando especial atención a esquivar la mirada del mayor número de cámaras posibles.
— Señorita Tips, no debería estar aquí.
Un agente me sale al paso cargando con un cañón del tamaño de un lanzamisiles con una boca similar a una antena parabólica. Es un hombre de mediana edad, prácticamente calvo, con una voz serena que no puede ocultar lo que le pesa ese cacharro mientras intenta parecer intimidante. ¿Debería estar asustada?
Calculo mis opciones y corro en su dirección, dispuesta a saltar sobre él y desarmarle, confiando en que no disparará; no con eso, no en un edificio lleno de gente.
Entonces oigo el clic que emite el gatillo.
Una onda que emite un brillo azulado sale de la antena e impacta directamente contra mi cuerpo. Siento que me fallan las fuerzas, no puedo mover un solo músculo. Trato de hablar, pero no puedo articular los sonidos ni mucho menos formarlos.
<< Este cacharro es una pasada. >> Apenas puede creerse lo fácil que ha sido capturarme, y yo tampoco. — La tengo. — Susurra al intercomunicador que lleva en el oído.
Llegan otros agentes y se quedan a una distancia prudente, esperando.
Se me congela la sangre cuando dos personas más se aproximan por el pasillo. El susurro de su capa le precede, como siempre.
<< Stephen >>
<< Lianda. >>
Detrás de él, identifico a una mutante que sólo conozco de vista pero que posee una reputación criminal. No conozco su nombre, sólo sé que se hace llamar Mamba. En su mano derecha, en el dedo corazón, le sobresale una uña venenosa con la que ha segado la vida de numerosos ciudadanos, tanto criminales como inocentes. ¿Qué está haciendo una víbora como ella aquí?
Veo como Stephen extrae algo de un bolsillo de su túnica y vuelvo a centrar mi atención en él. Un brillo metálico anuncia una jeringuilla que contiene un líquido azulado.
<< Eso es >> Es el suero, van a quitarme los poderes. No puedo evitar una punzada de pánico y empiezo a sentir la falta de aire debida a mi cuerpo inutilizado.
<< No es el suero. Sólo es una medicina que contrarrestará los efectos de la onda. >>
<< ¿Por qué debería creerte? >>
<< Puedes mirar en mi cabeza. Me acercaré. >> Se arrodilla a mi lado y, al tiempo que sostiene firmemente el instrumento punzante con una mano, con la otra toma la mía y se la coloca sobre la sien derecha.
Me concentro en él. Puedo sentir que me está diciendo la verdad. La serenidad de que hace gala fluye hacia mí, tranquilizándome.
<< Stephen >>
<< Vas a ponerte bien, y entonces podremos hablar. >>
Me inyecta el contenido en algún lugar del abdomen y los efectos comienzan a notarse inmediatamente. Un hormigueo me recorre los dedos.
Stephen se pone de pie y se aleja algo más de un metro. Su expresión pasa de serena a ensombrecida en apenas un suspiro al tiempo que la mutante que le acompañaba se acerca a mi cuerpo, aún inmóvil.
— Ahora es mi turno. — Se ajusta la muñequera y sonríe, deslizando la lengua por unos dientes blanquísimos. — Sólo será un pinchacito.
— ¡! — Sigo sin poder emitir sonidos, pero me invade el miedo. Comprendo que el suero está en esa condenada garra de su mano derecha, así van a dar caza y despojar de sus poderes a aquellos mutantes que no lo deseen. Es la única razón lógica de su presencia en estas instalaciones.
<< ¡Stephen! ¡Por favor! >> Le ruego a través de mi mente sin apartar mi mirada de la suya. Lágrimas empiezan a brotar lentamente de mis ojos resbalando por mis mejillas y me siento presa de un ataque de pánico.
Yo no quiero perder mis habilidades, son todo lo que tengo, es la única forma de vida que he conocido desde hace casi 600 años.
Stephen aparta la mirada sin poder soportarlo.
— Hazlo de una vez, vas a provocarle una crisis nerviosa.
— ¿Te preocupa tu antigua novia? Está bien, seré dulce. — Ríe la víbora mientras se inclina sobre mi cuerpo inerte acercando su uña llena de suero a mi piel.
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Rather Strange (fanfic Doctor Strange)
FanfictionSINOPSIS Lianda Tepes es una "joven" vampira recién residente en Nueva York. Prefiere mantenerse ajena al mundo de los super héroes pero el lanzamiento de una iniciativa para revertir los efectos de las nieblas terrígenas, así como cualquier otra mu...