19. Dominando la vajilla.

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Permanezco en mi habitación durante el resto de la tarde, ojeando los diferentes libros que Stephen me ha traído para entretenerme y estudiar las fuentes de magia mística que técnicamente podemos canalizar sin recurrir a entidades demasiado poderosas para ser controladas. También algunos tratados particularmente aburridos sobre los fundamentos del viaje a través de portales.

Las horas van pasando en la pantalla del móvil, mi único contacto con el tiempo en Nueva York, hasta la medianoche.

Cuando abandonemos nuestra reclusión en Kamar-Taj y volvamos a la civilización, voy a sufrir un lag como no he sentido en mi vida y me va a costar acostumbrarme otra vez a las horas adecuadas para una "vampira" como yo. Stephen nunca ha sido de los que duermen mucho, por lo que esa eventualidad nunca fue un problema en nuestra relación hace siete años, aunque ahora que es algo más mayor no sé si habrán variado sus curiosos hábitos diarios.

Dejo un pesado volumen sobre la mesita de noche y el móvil encima de su portada roja adornada con intrincados diseños dorados.

No tengo nada de sueño. Su sangre es más efectiva que ninguna que haya probado y me siento como nueva. Incluso estaría bien poder entrenar un rato para poner a prueba la recuperación de mi cuerpo.

Un susurro precede a la persona que se acerca a mi puerta con mucha cautela y da dos suaves toques sobre la madera.

<< Pasa, Stephen. >>

<< ¿Cómo te encuentras? >> La Capa de Levitación le lleva flotando, lo cual aumenta su nivel de sigilo considerablemente.

<< Fresca como una rosa, que dicen. >>

<< Perfecto. >> Hace una pausa dramática para llevarse una mano a la barbilla. Desde luego, qué poco hemos cambiado en siete años. << Puede que, casualmente y sin que te estuviera espiando ni nada por el estilo, haya escuchado algo de que tienes ganas de entrenar. >>

<< Puede que tengas razón. >> Pongo los ojos en blanco. He hecho bien en ponerme a leer esos libros, sino él lo sabría. Podría considerarlo hasta un comportamiento acosador, pero sé que no es algo que suela hacer si no es por una buena causa; por esta vez lo voy a juzgar como dulce.

Me pongo en pie, mis piernas resisten firmemente tal como esperaba.

Él hace unos gestos rápidos y firmes con las manos y abre un portal a la dimensión espejo en medio de la habitación, que se va desfigurando y a su vez transfigurando en proyecciones geométricas que crean patrones tan imposibles como hermosos. Siempre me han llamado la atención cuando le he visto invocar algo así para cercar a un enemigo y evitar que pueda ejercer sus acciones con daños colaterales en el mundo real. Al final parece que nos encontramos en un amplio salón que sólo recuerda al dormitorio en pequeños detalles que se reflejan en las paredes.

— Voy a cerrar cualquier canal de comunicación de nuestras mentes y quiero que intentes hacer cualquiera de las cosas que hemos practicado estos días. Movimiento de objetos, invocación de escudos defensivos, manejo de los elementos...

— De acuerdo. — Para ser sincera, no las tengo todas conmigo. Sólo he conseguido hacer esas cosas con su supervisión mental o bajo el influjo de las habilidades de Emily.

Recuerdo los movimientos e invoco los discos frente a mis manos con menos dificultad de la que esperaba.

— Perfecto, escudo.

Mis ademanes no son tan fluidos y rígidos como los del excelentísimo Hechicero Supremo, pero la barrera protectora se alza delante de mí en pocos segundos y no podría sentirme más orgullosa de mí misma. Eso sí, voy a tener agujetas en las muñecas hasta la semana que viene.

— Telequinesis. — Hace aparecer una mesa baja con un juego de té de cerámica en un extremo de la habitación. — Mueve todo hasta aquí sin que se derrame. Me gustaría compartir contigo ese té.

— No me gusta tanto el té.

— Pero sí las pastas de confitura de fresa.

Me concentro en mi objetivo y continúo con lo que desde fuera podría parecer un concurso de mímica. El conjunto se eleva unos centímetros, tembloroso. Pero el dulce lo vale.

— Es más difícil que llevar una sola cosa. — Gruño por el esfuerzo que me supone.

— No intentes controlar cada pieza por separado. Con que concentres tu energía en la base es suficiente.

— Sí, la mesa. — Pero cambiar el foco una vez he comenzado parece mucho más complicado que seguir con la tarea actual. Aún así, todo se va moviendo; muy poco a poco, pero se mueve.

Tras unos segundos de agonía, la mesa llega hasta nosotros. Se ha derramado un poco de té, pero, en general, me pondría un ocho sobre diez o algo así en ganas y desempeño.

Stephen coge uno de los platillos con su correspondiente taza y le da un pequeño sorbo de esa forma tan elegante que sólo se ve en los británicos de pura cepa. Puede que sea algo que vaya en sus genes, una mutación hecha para ganar sofisticación. O quizás sea simplemente que los demás no entendemos lo grandioso que es para ellos el té.

Donde yo crecí, y cuando ya eras lo suficiente mayor para dejar el agua, lo que se bebía era tzuika , una bebida alcohólica hecha a base de cerezas, transparente y bastante fuerte.

— No está mal, aunque se ha enfriado.

— He tardado quince segundos, no me tomes el pelo.

Él sonríe y vuelve a dejar el juego de cerámica sobre la madera. Con un suave movimiento de manos lo hace desaparecer todo. Da un poco de rabia lo natural que resulta en él, pero claro, lleva siendo Hechicero Supremo ya más de diez años, ya era el famoso Doctor Extraño cuando nos conocimos.

<< La teína no te va a dejar dormir. >> Ha reestablecido el puente mental entre nosotros, por lo que doy la lección por terminada.

<< Es por una buena causa. >>

<< ¿...? >>

Arquea una ceja, sugerente.

<< Mm... ¿y si ahora a mí me duele la cabeza? >>

<< Eso tiene fácil arreglo. >>

Rather Strange (fanfic Doctor Strange)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora