5. El tiempo vuela.

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De vuelta en mi piso, con el sol oculto, las persianas recolocadas y a punto de empezar mi turno en el restaurante, las preguntas se amontonan.

Creo que llamaré para decir que estoy enferma.

Intento hacer memoria y no recuerdo un día sin poseer los poderes que comparto con mi hermano mayor. A decir verdad, nunca me había interesado por su origen; cuando la ciencia avanzó y se descubrió la relación de las mutaciones con la aparición de habilidades similares a las nuestras simplemente supuse que se trataba de eso. Saber que no es resultado de una mutación despierta incógnitas, pero es un conocimiento sin el que puedo vivir.

Lo peor de todo es que aún puedo sentir parte de la siempre perfectamente serena energía mental de Stephen moviéndose a sus anchas dentro de mi cabeza y eso me hace rememorar todo lo que fue mal

Sí, voy a llamar, realmente me siento enferma.

Mi relación con Stephen fue agridulce, por decirlo de alguna forma.

Nos conocimos en un momento interesante de nuestras vidas. Acababa de llegar a los Estados Unidos desde la vieja Europa, aburrida de las costumbres y la arquitectura de siempre. Él aún intentaba comprender la magnitud de sus poderes místicos, pero eso no le impedía continuar con un estilo de vida relajado en la ciudad.

Ojalá pudiera decir que nuestro encuentro fue casual, pero estuvo mediado por el último de los intentos fallidos de conquista de Vlad. Tras un duro combate, Stark y Stephen, junto con un puñado de héroes de la Tierra, consiguieron confinarlo en la dimensión paralela que ocupaba actualmente.

Yo sólo les di información, pero el acercamiento fue prácticamente inevitable, en parte debido a aquella maravillosa; mente suya que me fascinaba mente que también fue el motivo de nuestra ruptura ya que, durante el año que duró nuestro romance, no podía evitar sentir una sombra de duda. Su presencia penetraba en lo más recóndito de mis pensamientos, tiñéndolos de sí, haciendo difícil saber hasta qué punto eran mis propios sentimientos hacia él, y no los suyos, los que estaba experimentando. Cuando la bomba estalló en una discusión que pareció más un monólogo, él comenzó a intentar mantener su mente a raya cuando estábamos juntos pero ya le tenía demasiado dentro. Tuve que poner tierra de por medio y alejarme de todo.

Francamente, aunque hubiera podido dominar su intromisión, llevo viviendo algo más de medio milenio y sé que no puedo permitirme mantener relaciones a largo plazo.

No habíamos vuelto a vernos desde entonces desde hacía más de siete años. Siete años evitando radares y telépatas, de pagar altos precios por supuesta sangre de calidad robada en hospitales y cuidando mis propias espaldas. Siete años de esconderme, como en los viejos tiempos, como un monstruo.

Pero él tenía que reaparecer, con su suero, sus ideas sobre el origen de mis poderes y liberarme de la carga que suponen, de ayudarme, con su cálida y reconfortante presencia y su dichosa mente.

Por el amor de Dios, nos hubiéramos besado si Stark no hubiera aparecido.

Me llevo las manos a la frente y masajeo mis sienes por debajo de los mechones de fino y ondulado cabello negro. Necesito dormir. Recalibrarme.

<< No, primero necesito llamar al trabajo. >>

El teléfono me lo coge una compañera y me pasa con el encargado, que no pone pegas a mi día de vacaciones improvisado con tal de que recupere las horas en alguno de mis días libres. Es mejor que nada. Cuelgo y me hago un ovillo en el sofá.

— Stephen, why wont you call me? Im sitting here waiting... — Mi estúpido subconsciente me traiciona y comienzo a canturrear la canción de Kesha en cuanto me encuentro navegando a la deriva entre el sueño y la vigilia. Hace mucho tiempo que no tengo sueños, o que al menos no los recuerdo, pero

¡Bip, bip! ¡Bip, bip!

— ¿Sí? — Gruño en el móvil tras pulsar el botón de aceptar la llamada y ponérmelo sobre la oreja. Estoy segura de que son los del trabajo, pero al otro lado de la línea sólo se escucha ruido. — ¿Diga? — Me alejo el teléfono para comprobar el número, pero figura como oculto y cuelgo para después darme la vuelta y envolverme en una manta. — Pues que te den.

Pero la llamada cumple un objetivo insospechado y al rato me encuentro dando vueltas por el diminuto desván. Abro la ventana que da a la escalera de incendios y me siento en el alféizar, respirando la agradable brisa nocturna. Una media luna apenas se aprecia oculta entre las nubes y las brillantes luces de esta parte de la ciudad. El ruido de los coches nunca cesa a pesar de estar bien entrada la madrugada, pero sentir cómo el mundo sigue rodando a mi alrededor es reconfortante. No importa que esté cansada, la noche es mi franja horaria y no podría ni querría dormir y alterar mis ciclos de sueño.

Vuelvo dentro de casa, con intención de ponerme un calzado cómodo y dar un paseo, pero casi al instante siento una presencia cerca de mi ventana.

— ¿Y no puedes entrar por la puerta como la gente normal?

<< Sólo es mi imagen astral, no puedo llamar. >>

<< Bueno, por lo menos así no podrá meterse en mi mente. >> Una imagen astral carece de poder a nivel técnico salvo para otras imágenes, por lo que el ectoplásmico Doctor Extraño que ondea ahí afuera no puede escuchar nada que no quiera que escuche ni influirme como lo hace cuando lo tengo delante.

<< ¿Puedo pasar? >>

— Ponte cómodo.

Su imagen azulada traspasa la pared sin dejar rastro y echa un vistazo al pequeño espacio que es mi hogar, examinándolo con atención.

<< Pintoresco. >>

— ¿A qué has venido, Stephen?

<< Quería ver cómo estabas, si te habías recuperado por completo. >> Comenta mientras investiga el montón de libros que hay depositados sin cuidado y en cualquier dirección sobre un estante anclado a la pared.

— Ahora uso un e-book, es muy práctico. — Apoyo la espalda contra la escasa encimera de la cocina. No puedo ocultar la incomodidad que me causa su presencia, aunque sea en ese estado tan inofensivo. Agita la cabeza, como intentando apartar las distracciones, y vuelve su mirada hacia mí; él nunca ha temido el contacto visual. — Si es todo << A ver cómo consigo que entiendas que no quiero que estés aquí. >>

<< No me has respondido. >>

—Espero que los de S.H.I.E.L.D. me dejen en paz ahora que tu pequeño experimento ha concluido. ¿Desde cuándo saben dónde estoy?

<< Desde que llegaste a la ciudad. Últimamente la situación es tensa y han intensificado la vigilancia sobre aquellos con poder que se mantienen al margen. >> Ha cruzado los brazos sobre el pecho y su gesto es serio. Hay cosas que no me está contando. No voy a seguirle el juego y mezclarme en asuntos que no van conmigo.

— Creía que, después de ayudaros a desterrar a mi hermano, quedaría claro que no soy una amenaza para nadie. ¿No tienes nada mejor que hacer?

<< Lianda, esa fachada sarcástica no va a hacer que me vaya. >>

<< Nada, por lo que se ve, va a conseguir eso. >>

<< Tienes razón. >>

Me taladra con la mirada mientras me quedo en blanco momentáneamente. ¿Ahora resulta que puede leerme hasta así? Ha mejorado su uso de las artes místicas, de eso no hay duda, pero podía haber tenido la caballerosidad de informarme.

<< Quería verte. >>

<< No lo suficiente como para venir en persona. >>

Su espectro parpadea durante unos segundos y acto seguido desaparece. Arqueo una ceja, reticente a creer que se haya rendido con tanta facilidad. Percibo un ruido metálico que proviene de fuera de la ventana y me acerco para descubrir a Stephen subiendo la última escalera. Resuella suavemente, está claro que no está acostumbrado al ejercicio físico.

— Vives en un octavo; tenía que ganar tiempo.

Rather Strange (fanfic Doctor Strange)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora