41- Por un besito, una cerveza.

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Una sensación fría comenzó a propagarse por su pecho, de arriba a abajo, y de izquierda a derecha

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Una sensación fría comenzó a propagarse por su pecho, de arriba a abajo, y de izquierda a derecha.

Parpadeó con cansancio; su subconsciente agradeció que el sitio en el que se encontrara, no estuviera muy iluminado.

La sensación sobre su pecho era agradable, pero sus dudas respecto a su procedencia se hicieron demasiado fuertes como para seguir disfrutando de lo que identificó como agua tibia en un paño.

Se incorporó con cuidado, recordando que se había hecho daño en el último suceso de su vida que recordaba; sin embargo, no sintió dolor alguno. Sus ojos descubrieron a tres mujeres, doncellas seguramente, las cuales la miraron asustadas y esperando su propia reacción.

Mía cruzó los brazos sobre el pecho, al notar que solo tenía una toalla cubriéndole el torso desnudo. Su mirada imprevista de rabia, vergüenza, y impaciencia provocó que las tres doncellas dejaran los paños a un lado, y se fueran de la habitación a pasos apresurados.

No es que no tuviera ningún rasguño, pero no se descubrió ninguna herida de gravedad; se sorprendió ya que con la paliza que Hulk le había dado... en fin, se esperaba huesos rotos. Pero no había ni uno en mal estado.

Supuso que se los habían reparado de alguna manera, quién sabe cómo.

Encontró una muda de ropa junto a la camilla en la que estaba tumbada, y se la colocó rápidamente por encima. Vio su armadura, en una esquina, llena de polvo y abolladuras por los golpes que había recibido. Sin embargo no le importó. Se la puso igualmente.

Eran marcas de guerra, de lo que había vivido, y incluso sobrevivido.

Por primera vez notó que estaba rodeada de biombos, de estilo psicodélico. Se asomó por unos de los huecos que formaban, y descubrió una habitación enorme de color rojo y blanco, decorada con muebles extravagantes y extraños. En el centro de la sala había más doncellas, iguales a las que la habían estado tratando a ella misma; en medio de esas mujeres, encontró con la vista a su padre. También le estaban lavando y curando las heridas, pero él estaba tendido en el suelo; parecían hacerlo más lento que con ella, y Mía rodó los ojos al notar que era porque admiraban el torso desnudo del dios.

Que asco.

Thor se despertó de repente, incorporándose de golpe y espantando a las doncellas.

Igual que las anteriores, salieron corriendo de la habitación, y Thor se levantó del suelo, mirando a su alrededor. Descubrió a Mía observándole, y suspiró.

- ¿Estás bien?

A Mía le conmovió esa preocupación paternal, pero tampoco ignoró una de sus principales preguntas. ¿Dónde demonios estaban?

- Sí.- salió de detrás de los biombos, y se acercó a su progenitor, quien ya se había puesto su propia armadura.- ¿Y tú?

- No me duele nada importante.

Los protegidos de los Vengadores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora