12. Un Furia vale por dos.

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Se hacía de noche en Nueva York

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Se hacía de noche en Nueva York. Ya no era el sol quien alumbraba la ciudad, sino las luces de los rascacielos que se alzaban al cielo como gigantes de hierro y cristal. Los coches recorrían las calles con los faros puestos, añadiendo luz adicional a la ciudad. Era como una telaraña de luces, recorriendo y conectando los cinco distritos que formaban la ciudad.

En la isla de Manhattan se encontraba un joven que viajaba en autobús con los auriculares puestos. No quería escuchar las conversaciones estúpidas a su al rededor. El resto de transeúntes tenían las caras pegadas a sus móviles mientras conversaban con auien tuvieran más cerca, cotilleando sobre la información que ahora tenían a su alcance.
Alex estaba seguro de que nadie en el autobús aparte de él mismo entendía o sabía lo que estaban leyendo sobre Shield y sus secretos. Era patético escuchar las suposiciones que hacían sobre lo que leían, y por eso se había colocado los cascos.

Se bajó cuatro bajadas más tarde, cerca de la torre de los Vengadores. Según lo que sabía por las noticias, Pepper Potts había rehusado responder cualquiera de las preguntas que le hicieran los reporteros, quienes tenían prohibido entrar en el edificio. Al no obtener respuestas, se quedaron ahí, en la puerta, esperando a que la CEO de Industrias Stark cambiara de opinión.
Eso resultó ser un inconveniente para Alex, ya que no podría entrar por la puerta principal. Igualmente no iba a hacerlo; se colaría en el edificio, como tenía planeado. Con todo el asunto de la caída de Shield, no lo recibirán de buen grado si se presentaba en la recepción, por lo que utilizar otra vía de entrada. Claro que primero, debía encontrarla.

Las puertas del garaje estaban siendo igual de acechadas como la puerta principal, por lo que se decantó a buscar otro camino. Las alcantarillas quedaron descartadas; no iba a ensuciarse los zapatos. Fue dando vueltas por la calle, observando la torre; súbitamente, una idea le vino a la cabeza, al ver a un repartidor de pizza aparcar su moto delante del edificio. Rápidamente comenzó a seguirle, y para su suerte el pedido que llevaba era para alguien dentro del dichoso edificio en el que tenía que entrar:

- ¿Señor? La entrada del edificio está llena de periodistas y...- el repartidor habló con teléfono con su jefe.- ¿Hay otra entrada?- hubo una pausa.- Sí, gracias.

Dio la vuelta a la torre hasta llegar a una puerta para empleados. Alex le siguió todavía con los auriculares puestos, fingiendo que bailaba en la acera. Cuando el repartidor llamó a la puerta de servicio, Alex se acercó a él por detrás. Le dio unos golpecitos en el hombro para que se girara, dándole un puñetazo en la cara cuando lo hizo.

- Lo siento tío. Es por la seguridad mundial.- observó la cara del chico, ahora con algo de sangre bajándole de la nariz.- Así podrás permitirte crema anti acné.

Le quitó la gorra y la camisa de la pizzería para hacerse pasar por él. Cogió las cajas de pizza después de dejar al chico en una esquina, y llamó al timbre de la pared. Enseguida notó cómo una cámara lo escaneaba de arriba a abajo. Por suerte ya venía preparado: llevaba unas lentillas de color que modificarían su retina, tenía el pelo más corto, y se había puesto una barba falsa. Discreta, fina y elegante.

Los protegidos de los Vengadores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora