El reencuentro

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Aquel vestido rojo intenso se ceñía a su cuerpo de tal manera que se amoldaba tan bien a su delicada figura y resaltaba sus curvas mostrándolas tan irresistibles y sensuales. Recogió su cabello en un improvisado moño alto y se giró levemente para ver como quedaba el escote en su espalda, definitivamente no iba a utilizar ningún tipo de brassier si se atrevía a ponerse ese vestido para el cumpleaños de su prima. Dejó caer su pelo por sus hombros, el color rojo de sus labios brillaba gracias a la luz del probador donde estaba. Si su madre siguiese viva, la gente podría dudar del parentesco entre ellas, pues el parecido físico que tenían era demasiado. Mismos ojos negros, intensos y cautivantes, pómulos definidos y labios voluminosos. Si las vieran juntas, nadie podría creer que eran madre e hija, sino, hermanas. Pero desgraciadamente Lindsey no estaba con ella, casi once años desde su partida y seguía añorándola como el primer día, continuaba necesitando a su mamá sin importar que su padre supo cómo suplirla en cada momento de su vida. Si pudiese pedir un deseo... Claramente pediría tener a su mamá de vuelta.

Suspiró sin dejar de ver a su reflejo, el sonido de la puerta le hizo salir de su trance; definitivamente no se iba a llevar ese vestido rojo, iba a optar por otra prenda de ropa.

—¿Lista? Quiero verte —La muchacha volvió a vestir su ropa y salió del probador.

—No, no me quedó, se me atoró en las caderas, ¿Dónde está papá? —Preguntó, Jared la notó extraña.

—Fue a dar una vuelta por la tienda porque se estaba cansando de estar sentado.

—Le dije que no era necesario que me acompañase, sé que siempre se aburre.

—Oye, no lo culpes... Te demoraste diez minutos probándote ese pedazo de tela que a la final no te vas a llevar —Bandit tomó su maleta de la universidad del piso y se la cruzó.

—No es ahora, es siempre —Giró los ojos y comenzó a caminar por la tienda buscando a su padre.

—¿Qué te pasa? Entraste muy contenta y sales como si hubieses encontrado a tu novio con otra en la cama.

—Ja, que gracioso... No es eso, es que... Estoy en mis días —La muchacha se encogió de hombros y caminó hasta fuera de la tienda, pues vio a su padre parado justo en la entrada tomando un café de Starbucks, Gerard se giró y le sonrió, ella se acercó y lo abrazó.

—¿Qué ocurre? ¿No comprarás nada?—Bandit negó.

—No, me pondré algo que tengo en mi armario, lamento haber hecho que perdieras el tiempo.

—Oye, oye —La alejó de su pecho y la miró enojado—... No digas eso. Para mí, nada de lo que tenga que ver contigo es una pérdida de tiempo, princesa.

—Tu hija es una dramática, ¿Cuántas veces te lo diré? —Bandit miró a Jared y le sacó la lengua.

—Ya sé, pa... Lo siento —Giró los ojos y suspiró.

—Sabes que odio que digas eso, Band —Continuó, considerablemente enojado.

—Perdón, perdón —Volvió a abrazar a su padre y este negó—. ¿Sabes? Vamos a comprar ropa... Pero para ti —Jared empezó a aplaudir rápido, felicitando a la niña.

—Genial idea, Band... A ver si por fin podemos cambiarle ese abrigo horrible que siempre carga —Gerard frunció el ceño.

—Déjenme en paz, me gusta mi abrigo verde...

—También deberíamos cortarle el cabello y obligarlo a afeitarse —El catedrático se alejó de ellos.

—No, no, no... No quiero, déjenme...

Lie to me. (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora