Aún el amor puede...

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Sinceramente, no tenía ganas de dar clases ese día.

Se suponía que debía trabajar hasta las cuatro de la tarde, Allie pasaría por Bandit a la escuela como siempre y luego Gerard iría a recogerla eso de las cinco de la tarde, se quedarían platicando como todas las tardes y pasadas las ocho, padre e hija retornarían a casa. ¿Pero qué era lo que pasaba? Que en la mañana, Gerard había discutido con Frank porque él afirmaba con certeza que su esposo le estaba siendo infiel con un compañero de trabajo. Frank se había sincerado, le había dicho lo que pensaba de la situación y escucharlo fue como si le clavasen doscientas agujas en la piel y como Gerard odiaba las agujas, entonces esta analogía tomaba mucho más sentido. Sin embargo, no se había quedado a hablarle pues ya no quería discutir más. La había cagado enormemente, él lo sabía y sabiendo como era de sensible su esposo... Esa fue la decisión mejor tomada en ese instante.

Salió del trabajo y fue directo a casa de Allie, Bandit hacia la tarea mientras que su tía trabaja en su tesis. Al entrar, su hija lo recibió con un fuerte abrazo. Amaba sus abrazos, la paz que le transmitía su pequeña era muy grata, agradable, maravillosa. Al verse reflejado en sus ojos negros, podía observar el amor y el cariño que esta le tenía. Bandit era su luz, su motor de vida, ella le mostraba que a pesar de que las cosas no estén yendo bien, que todo sea una mierda, siempre había algo por lo que seguir luchando, una motivación. Ese impulso necesario para seguir adelante. Y ella era esa motivación que hacía que Gerard siga adelante.

No pudo contener las lágrimas y dejó escapar unas cuantas cuando la pequeña rodeó con sus brazos. Lo menos que quería que su hija le vea llorar, sin embargo no pudo contenerse.

— ¿Papi? ¿Por qué lloras? —La dulce voz de la niña y el tono de preocupación en esta le hicieron mirarla. La expresión en su rostro también denotaba preocupación.

—No es nada, princesa... Es que me alegra verte, ayer te extrañé. —La pequeña sonrió mientras apartaba las lágrimas del rostro de su padre.

—Yo también te extrañé, pa. ¿No peleaste con Frank, verdad? —Touché.

—No, Band... en serio. —Sonrió débilmente, ella podría ser pequeña pero no estúpida. Sabía que si su papá lloraba era por culpa de ese enano idiota. Ahora podía odiarlo con más ganas que antes.

Allie se acercó a ellos un rato más tarde, envió a Bandit a terminar su tarea para si tener una excusa para quedarse a solas con Gerard. Lo había visto llorar en el hombro de su hija y se había molestado demasiado. Ya sabía de los problemas que existían entre la pareja de esposos y siempre le decía que deje fuera a su sobrina de todos los problemas que ellos dos tuviesen. Pero en esta ocasión, Gerard no se había controlado y ahora podría decirse que Bandit también sabia de los problemas de su padre con Frank. Se acercó a él y caminaron hasta la cocina, Allie preparó un par de tazas con café y le extendió una al pelinaranja.

— ¿Sabes que los cagaste al momento de romper a llorar en el hombro de Band, verdad? —El pelinaranja suspiró débilmente y asintió sin ánimos.

—No pude aguantarme las lágrimas. Lo... siento.

— ¿Ahora qué pasó?

—La cagué otra vez. —Suspiró— Acusé a Frank de serme infiel con un tipo de su trabajo y me soltó un discurso enorme de por qué soy un idiota. —Allie frunció el ceño.

—A veces me pregunto cómo se puede ser tan estúpido. —El pelinaranja apretó los labios y bajó la mirada. —Debería darte vergüenza.

—Me siento un completo idiota, Al... Él estaba tan dolido y todo por mi puta culpa.

—Mejor ve a casa y habla con él, le diré a Band que se quede conmigo porque quiero que me acompañe. Ayer tuvimos una noche de chicas y la pasamos bien...

Lie to me. (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora