Hace siglos Tougo Sakamaki y el Señor de los Demonios sellaron a los primera sangre en su propio castillo dejándolos pudrirse poco a poco a través de los años. Esto, gracias a que eran los únicos (supuestamente sospechosos) de portar y ser el ori...
Era una noche despejada, la luna estaba en lo alto y un automóvil negro se encontraba en marcha, dentro de este, recargada en la ventanilla se encontraba una joven con una larga y negra melena sobre sus hombros, miraba con melancolía el paisaje que le mostraba el camino, poco a poco recuerdos de su niñez llenaban a su mente.
El auto se detuvo y ella bajo lentamente, el hombre que conducía sin decir una sola palabra dejo dos maletas con delicadeza a un lado de ella y sin más entro al vehículo y dio marcha a un lugar lejos de aquel sitio.
Frente a ella tenia la mansión Sakamaki, lugar donde paso parte de su niñez, se había olvidado lo lúgubre que era.
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Tomo la maleta mas pequeña y la puso encima de la mas grande que tenia ruedas, no podía usar su mano izquierda ya que aun estaba vendada y le dolía debido a la discusión con su padre días antes.
Comenzó a caminar lentamente observando cada detalle de aquella casa, recordando su infancia junto a sus seis hermanos. Rodeo la fuente, que se encontraba apagada y una sonrisa se le dibujo en la cara al recordar que una vez se cayó dentro. Al llegar a la puerta una vez basto con tocar para que esta se abriera sola, como es la costumbre en las mansiones de KarlHeinz.
Antes de entrar sonrió, llegaban a su mente recuerdos agridulces ya que era la hora de ver sus hermanos de nuevo.
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Y entró, lo primero que vio fueron las grandes escaleras.
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