25- Bromas

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—Canten conmigo—Les digo a los tres adultos que están sentados en el Impala conmigo, extendiendo la mano para subir el volumen de la canción. Sam se sienta en el asiento delantero junto a su hermano, Kailey en la parte de atrás conmigo.



En este momento estamos en camino hacia Alford, Massachusetts, una pequeña ciudad en la que Crowley parece pensar que los huesos de Abaddon podrían estar enterrados. Espero que tenga razón, porque si no, me rindo. El viaje a Alford será en un día, probablemente de un día y medio dependiendo de si Sam conduce o si nos detenemos para pasar la noche. Pero ya estoy aburrida de mi mente, así que cuando escuché esta canción, Solo tenía que intentar sacar algo del momento. Cuando estoy estirando la mano para tocar el volumen de la radio, pronuncio una oración en silencio para que Dean no me frene. Durante los últimos días ha estado obsesionado con las bromas. No solo conmigo, sino con todos.


Comienzo a cantar pero anulo las palabras, empujando a Kailey para que se una.

—¡Parece que cada camino me lleva a ninguna parte!

Cuando Kailey no se une le doy una mala mirada y me dirijo a Sam y a Dean. De ninguna manera iba a cantar esto sola. Esto es aburrido. Y no quiero estar aburrida. Les grito a los dos hermanos que canten conmigo. Finalmente, Dean emite una pequeña sonrisa y comienza a cantar las letras también.

—El ejercito verde no fue una apuesta segura—Finalmente satisfecha, comencé a cantar, mas bien gritar sin importarme que sonara como una ballena moribunda.

—Las balas me gritan desde algún lugar—Empiezo a sonreír, asintiendo con la cabeza, escuchando la voz de Dean por encima de la música fuerte. En realidad, no está nada mal.

—Aqui vienen para apagar al gallo—Cantamos, lanzando nuestras cabezas en el aire y sonriendo a cada uno mientras que Kailey y Sam se ríen y ponen los ojos en blanco como si algo nos pasara. Envuelvo mi brazo en el hombro de Kailey, balanceándome hacia adelante y hacia atrás con ella.

—Sí, aquí viene el gallo. ¡Sí!—De repente, la música se corta, haciéndome sentar derecha y mirar a los dos en el frente.

—Lo siento—Dice Sam riéndose—Es solo que al escucharte me recordó a un animal moribundo—Estrecho los ojos hacia él, Kailey todavía riéndose histéricamente a mi lado.

—Idiota—Bromeó antes de recostarme en el asiento y suspirar. Kailey mira por la ventana y de repente se gira hacia mi, con una sonrisa antes de girar hacia los dos hombres.

—Tengo que ir al baño—Anuncia haciendo que Dean nos mire a las dos por el espejo retrovisor.

—¿No acabas de ir antes de irnos? Tienes una vejiga del tamaño de un maní lo juro—Cuando vuelve su atención a la carretera, se gira hacia mi con la misma sonrisa y puedo decir que esta tratando de reprimir su risa. Sin embargo, ella se recupera rápidamente.


—Um, sí. Pero, tengo que ir otra vez. Ya sabes, el café de la mañana, el desayuno...—Tengo que enterrar mi cabeza en mis manos para evitar que los dos vean la sonrisa en mi rostro. Dean refunfuña algo acerca de que ella es afortunada de que necesitemos gas.

Mientras se acerca a la salida más cercana. Espero casi impaciente mientras alcanzamos la estación de servicio más cercana. Cuando nos detuvimos junto a una bomba de gas. Dean salió, Kailey rápidamente abrió la cremallera de su bolso y me pasó la cinta de cassette que habíamos hecho para nosotras la noche anterior. Se necesitaron al menos un millón de intentos para hacerlo bien, pero al final lo habíamos logrado.


—Ya vuelvo—Susurra—No juegues sin mí—Cuando abre la puerta, Sam se da vuelta, de modo que está de cara al asiento trasero.

—¿No juegues qué?

Sangre Fría | SUPERNATURALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora