Sangre Fría | SUPERNATURAL

27- ¿Que soy?

Me quedo quieta como una estatua, tratando de encontrar todas las explicaciones que pueda. Castiel me lanza una mirada casi preocupada, y me gustaría poder apartar la mirada de la figura que tengo delante, pero no puedo. De repente, empiezo a negar con la cabeza en negación. Esto no es real. Esto  no puede ser real. De repente me siento mal del estómago, comienzo a sentir mucho calor y puedo sentir que comienzo a marearme. Por un segundo o dos, me temo que me voy a desmayar. No puedo quitarme la incredulidad total de la cara y honestamente no creo que quiera.       

 

—¿Papá?—mi voz suena a través de la televisión, causando que el hombre, que en mi mente sé que es mi padre, pero que no se parece en nada a él, me mire. 

Algo parpadea en sus ojos y doy un paso adelante, solo para detenerme. Algo en mi mente hace clic y casi me estremezco ante la repentina comprensión.  Todos estos años, no había sido el rostro de Atticus Lawrence el que había estado mirando desde que era una niña, sin importar cuánto intente decirme a mí misma. Pero, más bien, había visto su  cara. El esqueleto ardiente de un alma retorcida frente a mí se desplaza y echo un vistazo al cuerpo que está usando. Un desafortunado anciano de cuarenta y tantos años. Enfoco mis ojos nuevamente, él es el esqueleto feo. El término técnico sería un demonio.    

—No—Le dije, deseando que mi voz no sonara tan ronca y débil.  Se supone que soy fuerte. 

Eso es lo que él  me enseñó, a nunca mostrar ningún temor o debilidad. Me giro hacia Castiel, suplicándole que me diga que todo esto es solo un sueño o incluso una broma pesada. Mis padres estaban muertos. Prendí fuego a nuestra casa y quedaron atrapados dentro. Ese es el final.  

—Castiel, ¿podrías ayudarme?—El demonio en el sillón reclinable mueve su mano hacia mí, y Castiel me da una mirada casi de disculpa antes de presionar dos dedos en el brazo del demonio. 

De repente, no es un hombre de cuarenta años que nunca he visto en mi vida, ni siquiera el esqueleto ardiente que realmente es. En cambio, Atticus Lawrence quien  se encuentra allí en su lugar, haciéndome lucir aún más confundida y nerviosa.

—¿Esto ayuda, Hailey?—La voz de mi padre me habla, pero no es lo mismo. Trago saliva, tratando de mantener mi voz fuerte mientras hablo.  

 

—No eres él. No sé por qué estás fingiendo que lo eres, pero sé que no lo eres—Mi voz tiembla un poco, y hago mi mejor esfuerzo por mantener mis ojos al mismo nivel que sus azules. 

De repente, pienso en Jonathan, dando silenciosamente una oración de alivio el no tiene que lidiar con esta mierda loca. Mi  padre, o más bien su cuerpo (ni siquiera estoy segura de cómo llamarlo) inclina su cabeza, su mirada enviando escalofríos por mi espina dorsal.        

—Hailey, te crié para ser más inteligente que esto. Por favor, comprende que nunca tuve la intención de que me vieras de esta manera. Era mucho más simple cuando no tenías ni idea de tu madre y de mí—Frunzo el ceño ante esto, preguntándome cómo puedo ver a este bastardo mentiroso en este momento.
Eso es lo que todos ellos son.  Castiel, Crowley, ambos son mentirosos.        

—Mi madre—Mi voz está justo encima de un susurro.

Siento como si tuviera seis años otra vez, tratando de contener las lágrimas de la misma manera que siempre que mi padre se enojaba conmigo por tener miedo a la oscuridad. Apreté la mandíbula para evitar que mi labio inferior se estremeciera.

—Está muerta. Como mi padre—Mi voz es más fuerte esta vez, pero el tono áspero todavía está allí. En segundos, mi padre está frente a mí.