Desconfianza.

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Desperté con un horrible dolor de cabeza. Ese maldito de Alexander me las pagaría tarde o temprano.

Estaba harta de él.

-No te muevas- dijo una voz a mi lado.

-¿Lauri...?

-Lauri está hérido- dijo la voz a mi lado.

-Tengo que ir con Lauri, todos creen que yo le ataqué.

-¿Y no lo hiciste?- dijo la voz con molestia.

-Si lo hicé, no voy a negarlo.

-Tardaste tres días en despertar- dijo la voz mientras se me acercaba. Era el padre de Lauri.

-Era una trampa, me dejé llevar. 

-Ya pasó, no puedes remediarlo.

-Quiero ver a Lauri.

-No, todavía no. Debes descansar o perderás al bebé.

Me aguanté las ganas de decirle muchas cosas al pobre hombre, pero tenia mucha razón, tenía que preocuparme por mi propia salud.

-Lauri está bien. Tal vez mejor que tú- dijo el hombre antes de levantarse.

Decidí que lo mejor era dormir, mi cuerpo no estaba bien. Incluso hasta respirar me dolía.

¡Que idiota fui! Caí en su trampa... Yo pude haberlo evitado.

Cada que despertaba les pedía algo para dormir, no tenía ganas de lidiar con mi cuerpo magullado y la  maldita realidad golpeándome al rostro.

Se extendieron rumores de que yo era malvada, que traté de asesinar a mi prometido.

Y así me la pasé por dos semanas,tratando de evadir la realidad.

Hasta que el despertó.

Nadie lo detuvo de buscarme. Recordaba que yo lo habia traido.

-¿Qué le hicieron?- dijo Lauri mientras se me acercaba- Ella no despierta.

-Necesitaba descansar, dijo que no podía con lo que pasaba- dijo el Rey.

-No... ¿Por qué?- dijo Lauri.

Me moví inquieta, era horrible tener que permanecer en cama.

-Princesa...- dijo Lauri.

-Lauri...

-Me salvaste- dijo mientras besaba mi mano.

-Te ataqué- dije con tristeza.

-No fue tu culpa, Alexander te lanzó una maldicion.

-No sirvo para ser Reina- dije enojada.

-Eso no es cierto. 

-Lauri, quiero regresar a casa.

-No se si se pueda, debes regresar a tu Reino.

-No lo quiero, ese tonto puede quedarselo.

-¿Estás segura?

-No quiero saber nada de Reinos y magia por un buen rato.

-Si lo hacemos... 

-Es por el bien de mi hijo, por favor.

-Regresaremos a tu casa, sin magia sin títulos... Nada.

Un escape, eso era lo que necesitaba en éstos momentos. Olvidarme de que era un princesa.

No tenía ánimos de luchar contra mi hermano por un estúpido Reino que me odiaba.

Lauri me abrazó. No me dejaría sola. O eso creía.

Pasó un mes más, donde al fin pude salir de esa maldita cama y moverme libremente, bueno casí.

-Te dejare en casa, debo regresar a mi Reino antes de que pueda quedarme contigo.

-Lauri... Eso no lo mencionaste.

-Recuerda que soy un príncipe.

-Lo sé.

-Y por lo tanto no puedo olvidar mis deberes.

-¿Es tu padre verdad?

Lauri no dijo nada. Está bien, si no podía estar conmigo, yo me haría cargo de mi propia vida.

-Mis amigos se quedarán contigo- dijo Lauri- te prometo que haré que esto funcione.

-De entrada las cosas no funcionan. ¿Entonces qué somos?- le dije enojada.

-Estamos casados, pero si tu no quieres vivir en mi Reino no puedo hacer nada.

-Muy bien, haz lo que quieras- dije enojada mientra le dejaba a solas.

Caminé hacia la entrada del Palacio y me regresé a casa, no quería sus disculpas ni pelear con él.

Estaba sola, al menos por unos días. Esperaba que él me siguiera y no lo hizó.

Las cosas estaba de mal en peor...



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