Capítulo 48

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Harry

Las carcajadas de Lía podrían ser escuchadas por toda la cuadra, pero mis oídos se deleitan escuchándola.

Manejar bicicleta con ella detrás nunca había sido un reto, ella me hace cosquillas, parece que no le importa el riesgo que corre de caer y siento sincero a mí tampoco. Ambos sabemos que salir dañados no está en nuestros planes.

Sus manos tapan mis ojos como si fuera mi punto débil. No lo es. Río siguiendo el camino a ciegas, pero en realidad ella también me guía.

Es un trabajo en equipo que fracasa cuando sus dientes jalan el lóbulo de mi oreja.

Ni siquiera cuando caemos se detienen las risas, estas incrementan ya que la muy graciosa está atrapada en mis brazos. Ella no se lleva ningún rasguño, pero cura los míos con sus besos.



El agua tibia se desliza por mi cuerpo mientras yo permanezco cabizbajo con los ojos fijos en el agua rojiza que se pierde por el drenaje. Mis manos extendidas poco a poco van limpiándose y mis lágrimas también.

¿Cuándo pararé de llorar? Quizás cuando deje de doler.

Cierro los ojos y quiero imaginarla abrazándome por la espalda, quiero sentir de nuevo su tacto en mi piel, sentir sus besos cálidos, la manera en cómo mi cuerpo reacciona ante su presencia, cómo mi corazón parece estallar cuando la veo y cómo se calma cuando ella duerme en mis brazos. Extraño sus ojos y es mirada pícara que siempre me manda, su forma de reír tan estruendosa que logra sacarme tantas carcajadas, extraño sentirla por completo, admirarla en silencio y gritarle que la amo.

Podría pasar tanto tiempo detallando cada mínima cosa que me encanta de ella, pero quiero hacerlo en su presencia. No aquí en casa por mandato de mi madre, que me ha obligado a asearme y comer porque asegura que Lía no querría verme así de acabado y yo le creo.

Cierro la cañería pero no me muevo de mi sitio, me quedo ahí con la vista en el drenaje hasta que el agua ensangrentada desaparece. Salgo de la ducha antes de secarme y vestirme. Siento que mis actos son robotizados, me siento cansado, pero de esperar. Quiero verla, necesito hacerlo, pero no podré hasta que despierte, quizás cuando eso pase ese nudo en la garganta se disipe.

Una vez listo en mi habitación, mis ojos se quedan fijos en el cuadro frente a mi cama, esa gran foto luego de haber ganado un partido. Más allá de sentir victoria de un trofeo, me sentí todo un ganador por tener una increíble novia al lado, aquella chica que me besa en la fotografía. Inconscientemente levanto mi mano y las gemas de mis dedos tocan el punto de intersección, donde nuestros labios se conectan. Al solo sentir la frialdad del vidrio, la bajo y me dispongo a salir de casa para regresar al hospital.

Si tuviera un auto sería más sencillo, pero tengo que pedir un taxi, así que saco mi teléfono para llamar uno. Mientras timbra, abro la puerta y me dispongo a salir, pero la impresión es tan grande que me quedo de piedra y el celular se me resbala hasta quedar en el suelo.

-Mike-susurro estupefacto viéndolo aquí, frente a mi casa.

Sus piercings han desaparecido, tiene el rostro limpio, pero demacrado. Ya no tiene esa mirada ganadora ni audaz, sus ojos están opacos, rojos, por la falta de sueño junto a la ojeras, pero hundidos de tristeza. Luce como sé que me veo yo, igual de destrozado.

Half of me Donde viven las historias. Descúbrelo ahora