Capítulo 11 "Curvas y giros"

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Nadie podía creer lo que veía.
La chica dulce que conocieron hace un par de días estaba ahora en el escenario junto el DJ con el micrófono en la mano mientras cantaba con lo mejor que tenía dentro de sí una de sus canciones favoritas.

La mayoría de los chicos me vitoreaban y de lejos Kas, Fred y Hurley sonreían juntos mientras me veían divertirme.

No se de qué lugar saqué tanto animo para hacer esto. Supuse que era a causa de esa bebida que me dio Fred y que sabía tan mal. Como sea, estaba muy feliz...algo mareada, pero feliz.

Cuando acabó la canción todos me aplaudieron y Kas apareció para bajarme del escenario cuando se dio cuenta de que caminaba dando traspiés.

—Muy bien, bombón, es hora de llevarte a casa— me dijo una vez que me tenía en sus brazos.

—Mi cabeza da vueltas pero quiero seguir bailando— dije poniendo mis brazos al rededor de su cuello.

—Ya tuviste suficiente, Hope.

—Estoy bien, sólo algo mareada por beberme esa cosa de golpe.

Me dejó en el suelo y usé su brazo como apoyo para seguir caminando sin correr peligro de caerme.

—Fred, llevaré a Hope a su casa en la camioneta— le dijo Kas a su padre.

—De acuerdo, yo me llevo tu moto— intercambiaron llaves y comencé a despedirme de mi público.

—Vámonos, Kesha— bromeó conmigo.

—Hope, lamento mucho lo que pasó con...— interrumpí a Hurley.

—Tranquilo, estoy bien— le di un beso en la mejilla. —Nos vemos luego. Muchas gracias por hacer que me divirtiera tanto esta noche.

Me regresó la sonrisa después de reaccionar. Mi beso lo había hecho tensar los músculos.

—¡Buenas noches a todos, chicos!— grité rodeando mi boca con ambas manos y obtuve unos últimos vitores de parte de los River's, los demás clubes y las chicas que había en el lugar.

.-.-.-.-.-.-.-.

Ibamos en la camioneta del padre de Kas y todo era silencio.
Yo aún tenía la fiesta dentro de mí, así que cuando sonaba una canción en la radio me ponía a cantarla y subía el volumen, pero de pronto él presionó un botón y apagó la música.

—Suficiente— dijo seco.

—¿Por qué?— hice un puchero.

—Porque yo lo digo— me acomodé mejor en mi lugar y miré por la ventana. Su mal humor no iba a arruinar mi noche perfecta. —¿Era necesario?.

Lo miré.

—¿De qué hablas?— negó con la cabeza. —Dime...

—Nada, olvídalo.

Entonces unas luces azules y rojas llenaron la carretera y una sirena sonó por encima de las bocinas de los autos.

—Carajo— dijo Kas.

—¿Es mi padre?— me preocupé.

—No lo creo, lo vieron patrullando cerca de la playa. Este es otro, seguramente querrá llevarse la camioneta...

—¿Qué? ¿Porqué?.

¿Soy mala ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora