Capítulo 4 "Un concejo"

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Inmediatamente la energía de Fred River me contagió y sonreí.
Me reí incluso de su broma.

—Ella ya se iba— Kas no estaba feliz de que me llevara bien con su padre.

—Nada de eso, hijo. Hope, ¿te gustan las motocicletas? Ven sientate conmigo— me acompañó a una de las mesas y pidió cerveza para los tres. Su hijo seguía tratando de desapareserme con la mirada.

—¿A ella? Si, claro. Es como decir que a un conejito le gustan los cuchillos.

—Creí que no nos conocíamos— dije.

—Todo el mundo conoce a la chica del primer puesto en todas las clases. Más cuando es la misma.

—Oh, ¿de verdad?— creí que era un halago, pero por sus ojos me di cuenta de que no.

—Está aquí sólo porque es demasiado curiosa, papá— miró a Fred. —No pertenece aquí.

—Cierra la boca, Kas. Deja hablar a la jovencita educada— le dió un trago a su cerveza. —¿Qué viniste a buscar?.

—Yo...en realidad es por una calificación— Kas soltó una carcajada. —No, ¿saben qué? No es por esa calificación, es porque últimamente todo el mundo se auto otorgó el derecho de subestimar mi rudeza y capacidad para divertirme.

Fred sonrió.

—Que mierda— admitió.

—No es una palabra que yo usaría para conjugar mis oraciones pero si. Es un asco y estoy cansada de eso— miré la cerveza frente a mi y tuve la curiosidad de probarla, pero claro que no lo hice. —Vera...yo estuve esta mañana en la carretera y vi a sus chicos en las motos.

Me atreví a decir "sus chicos" porque era claro que era el dueño del bar, lo que también significaba que era el presidente del club que llevaba el mismo nombre.

—¿Cómo sabes que es mi club?— preguntó.

—Pues una calcomania de la motocicleta de Kas dice "Los River's". Es algo que supuse.

—Eres observadora.

—También curiosa, fina y extremadamente molesta, ¿acabamos con la entrevista?— Kas se puso de pie.

Un hombre de los que fumaban apaciblemente en los apartados se levantó y habló para todos.

—Esto es más aburrido que conducir una motocicleta de tres ruedas, chicos. ¡Vamos a sacarle brillo a carretera! ¡Vicitemos a nuestros colegas!.

Y con un grito lleno de renovada energía, todos se levantaron de sus lugares y dejaron a medias los juegos de billar para tomar los cascos que descansaban en la pared.

Fred me miró con otra sonrisa, pero esta vez era más grande.

—¿Quieres tener un poco de adrenalina entonces, jovencita educada?— asentí frenéticamente —De acuerdo. Kas, ¿te gustaría una mochila...?

—No la subiré a mi moto para que clave su manicura costosa en mi chaqueta cuando se asuste—, tomó su casco de la pared también —puede ir en su camioneta si quiere.

Rayos, estuve tan cerca de subir a una moto y no puedo por la rabieta de un niño de metro ochenta.

—Te diría que subieras a la moto de cualquiera de nosotros pero lo más seguro es que en el camino los chicos quieran subir a otra mujer y yo no suelo llevar a nadie desde hace mucho tiempo. Lo siento, Hope, pero si puedes seguirnos en tu vehículo.

Le sonreí para darle las gracias a invitarme y asentí.

—Los sigo entonces.

Salimos del bar justo en el momento en el que los chicos estaban arriba de las motos poniéndose los cascos que cubría toda su cabeza y sólo dejaba ver sus ojos. Algunos cascos tenían una careta especial que no dejaba ver ni siquiera eso.

No eran como los motociclistas gordos, sucios y viejos con bigotes encanecidos que pasan en las películas.
Eran en su mayoría jóvenes, ninguno tenía más de treinta y cinco y para nada estaban sucios o tenían barbas descuidadas.
Cada uno estaba presentable y usando casco a juego con su flamante moto deportiva.

Me subí a la Jeep y esperé a que encendieran los motores.
No sabía a donde se dirigían, pero cuando los vi comenzar a conducir por la carretera me olvidé de eso, simplemente los seguí.

Tuve que acelerar un poco para no perderlos pero ese no fue un problema para la Jeep. Después de unos kilómetros algunos de ellos se detuvieron en un restaurante, incluso Kas, pero como Fred no paró, yo tampoco lo hice.

Él desaceleró un poco para ponerse a mi lado y tocó mi ventanilla.
La bajé para poder escucharlo.

—Buscarán mochilas—, dijo a través del casco —nos alcanzarán pronto, no te detengas.

Todo esto era nuevo para mi y me causaba algo de miedo a donde nos dirigimos, porqué necesitaban mujeres y qué hacía yo siguiéndolos.

Me trague mi negatividad y levanté el pulgar en dirección de Fred. Él hizo lo mismo y volvió al frente con los pocos que no habían parado.
Al cabo de unos minutos volví a escuchar motores detras de mi, pero esta vez acompañados por gritos femeninos.

Miré por mi retrovisor y ahí estaban de nuevo todos los chicos, solo que ahora varias "señoritas" estaban sentadas detras de ellos aferrándose al tanque con los muslos.
No se veía muy cómoda esa posición.

Pasaron dos kilómetros más y volvimos a entrar a la zona urbana de la ciudad. Nos rodearon los edificios que comenzaban a encender sus letreros. En media hora ya estaría el cielo oscuro.

Paramos en un antro. No lo podía creer.

Las motos se aparcaron juntas una junto a la otra y al final, mi Jeep.

Cuando bajé de la camioneta esas mujeres me miraron con tanto veneno en los ojos como una víbora en los colmillos justo antes de atacar. Estaba claro que no entendían quién era y qué hacía ahí.
Supuse que eran celosas con los motociclistas, pero era absurdo teniendo en cuenta que las suben a su moto sólo cada que las cruzan. Es cuestión de suerte, no de relaciones en sí.

—Te doy un concejo:— Kas me tocó el hombro y habló bajo —Mantente muy lejos, o muy cerca, nada de intermedio o morirás.

—¿A qué te refieres?.

—Las mochila— susurró. —Imagina el nido más grande de las víboras más grandes con el veneno más letal y sin piedad alguna para neutralizar incluso a los peores y más crueles demonios del infierno. Eso se crea cuando las mochilas del club se unen.

¿Soy mala ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora