Capítulo 57 Papá.

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No había nada que pudiera hacer o decir para frenarlo. Él dijo que no siempre nos quedábamos para siempre con nuestro amor más grande, para mí eso quiso decir que no importaba que yo lo amara, de cualquier manera iba a irse porque las circunstancias lo quisieron así.

Si él no estaba seguro de poder quedarse conmigo entonces yo tendría que vivir con eso. Nadie había muerto por un corazón roto y no sería la primera.

Pasé el día entero después de que Kas se fuera en su casa pensando qué hacer, cuando me di cuenta de que no podría hacer nada para mejorar la situación además de ponerle frente y aguantar, tomé mis cosas y subí a mi camioneta.

La muerte de Fred y la partida de Kas me tenían atormentada dentro de esas paredes y por más que Hurley tratara de aligerar el ambiente no soportaría quedarme mucho tiempo viviendo ahí, por lo menos no en estos momentos.

Regresé a casa con mis hermanos y poco después mi padre también volvió.
Su situación se había resultó gracias a mi testimonio y sólo había quedado suspendido un par de días de su trabajo por usar los recursos de la policía para buscar a su hija rebelde.

Cuando llegó a casa yo me encontraba e la cocina con Dean y Sky. Los tenía sorprendidos contándoles lo que Fred había hecho y la responsabilidad que ahora tenía sobre los hombros.

—No lo puedo creer, mi hermanita ahora es dueña de un bar— se rió Sky.

—No debes estar muy contenta— dijo Dean.

—Lo hubiera estado sin dudarlo si Fred hubiera estado conmigo. Es muy diferente todo sin él..., prácticamente me dejó a cargo del lugar que él dejó vacío— me froté el rostro. —Es muy triste todo esto y no tengo idea de que hacer...

—No eres la única— Sky se cruzó de brazos. —Yo tampoco lo sé, mucho menos papá.

—¿Se habla de mí aún en esta casa?.

Todos nos giramos rápidamente para ver a la persona que nos observaba desde la puerta de la cocina.

—Hopy...— susurró.

Era mi padre. Con ropa deportiva sucia y que se notaba que no cambiaba en días. Su cabello estaba revuelto y una barba desalineada le crecía a lo largo de la mandíbula.
Sus ojos estaban tristes y no hablaba con la autoridad con la que siempre nos hablaba luego de llegar de un día cansado del trabajo. Entonces recordé lo que había pasado ese día en la carretera y lo enojada que estaba con él, ni siquiera me había preocupado por saber cómo estaba después de que lo encerraron.

Sus actos fueron extremos y ocasionaron, por más que haya dicho lo contrario, que mi más grande amigo muriera. Pero el hombre que conducía la patrulla esa mañana y el que estaba parado frente a mí no era el mismo. Esa era la personificación de un hombre arrepentido.

Y por primera vez desde hace mucho tiempo quise volver a los tiempos en los que no me molestaba que dijeran que era una niña y mis problemas más grandes eran decidir entre el rosa pastel y el rosa Barbie. Extrañé la sensación de ser abrazada por mi padre luego de caerme jugando y llorar mojando su chaleco antibalas cuando llegaba de los operativos cada noche por lo preocupada que estaba ante la idea de tener que vivir sin mi papá.

Me levanté de la silla y corrí a su encuentro. Me abracé a su cuerpo y dejé que me envolviera en sus brazos como la niña indefensa que era en ese momento.

—Hopy, lo siento tanto. Yo no quería que nada de esto pasara, cariño. Perdóname por favor.

Lloré sujetándome fuertemente a su sudadera.

—Perdoname tú por ser mala hija, papá...

—No, no, no, nada de eso— me acariciaba el cabello dulcemente. —Eres una hija maravillosa, tanto que no pude ver y aceptar a tiempo todas las partes que te conforman. Perdóname por todo lo que hice y lo que te dije, mi papel de padre me hizo volverme loco y cause mucho daño.

Se estaba haciendo cargo de más culpas de las que le correspondían. Si yo hubiera actuado mejor, si yo hubiera hablado con él desde antes, nada de esto hubiera pasado.
Fred estaría vivo y yo me encontraría de regreso luego de un fin de semana con Kas en la playa...
Pero nada de eso era posible. El hubiera no existe y la realidad más dolorosa era que el chico que amo me dejó y mi mejor amigo murió.

—Siento que me quema por dentro, papá— lloré.

—Lo sé, cariño...

—No sé si puedo con todo esto.

—Tu puedes con todo. Eres más fuerte y madura de lo que yo llegaré a ser en toda mi vida.

Mis piernas no podían con mi peso y me fui deslizando hacia abajo, él decidió que ambos llegáramos al suelo abrazados. No me soltó ni siquiera cuando terminamos arrodillados.

—Me duele. No sé que tengo que hacer ni si tendré la fuerza para hacerlo...

—Aquí está tu papá para ayudarte y apoyarte en lo que necesites, bonita— se apartó para tratar de secar mis lágrimas. —No tienes nada que temer.

—Lamento haberme enojado con ustedes cuando me decían que era una niña inocente— no podía dejar de llorar. —Quisiera volver a serlo, papá.

Sus ojos también estaban llorosos, pero como siempre él era fuerte para reconfortarme.

—Escuchame, hija— me quitó el cabello del rostro. —No puedes hacerlo, ya no puedes ser la misma. Pero a eso se le dice crecer, princesa, y yo me perdí ese cambio por querer que siempre fueras mi niña consentida con tus ojitos brillantes saltando por la casa con tus libros y tus vestidos coloridos.

—Papá...— me lamenté.

—...pero ya no soy el mismo, Hopy. Si quieres estar con motociclistas o con universitarios estoy seguro de que lo haces porque como siempre lograste encontrar el lado bueno en esas personas— me abrazó de nuevo. —Tienes un corazón tan bueno, hija, que no entiendo como es que llegue a pensar que te corromperian. Esos amigos tuyos deben de ser ahora los moteros más educados y buenos del mundo.

Sonreí sin darme cuenta dentro de mi llanto.

—Te agradarían, papá. Me cuidan como si tú estuvieras ahí.

Él también rió.

—Me di cuenta. Aún me duele la espalda gracias a tu amigo.

¿Soy mala ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora