Capítulo 46 Casa rodante.

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Tomé a Kas de la mano y yo misma lo saqué del agua. Por su cuenta él estaba más estático que el metal.

—Hope...— rápidamente lo callé con un corto beso.

Shhh— me reí. —¿Dónde está?.

Suspiró y casi puedo jurar que tembló un poco.

—Por ahí— señaló la orilla. —Ya no estamos lejos. Hay otras iguales.

Miré hacía donde apuntaba y me encontré con un grupo de casas rodantes a lo lejos casi llegando a la pared de rocas.

Sonreí ampliamente.

—¿¡Una casa rodante!?.

—Si. Los chicos dijeron que habían traído varias los demás clubes y como los Novatos me deben un favor nos dejaron una para nosotos— sonrió viendo los vehículos a lo lejos. —No es la gran cosa pero arreglé un par de...

—¡Es perfecta!— solté su mano. —A que llego primero que tú.

Comencé a correr y alcancé a escuchar un par de carcajadas detrás de mi. La brisa fría de la playa me hizo sentir frío de nuevo, me hubiera gustado traer un cambio de ropa, lo había dejado todo en la Jeep.

Llegué al centro del lugar donde se encontraban estacionadas todas las casas rodantes. Algunas tenían las puertas abiertas y las luces encendidas mientras que otras no tenían evidencia de que estuviera alguien dentro.
Kas llegó a mi lado un minuto después.

—Estas algo apurada— dijo llevándose las manos a las rodillas para tomar aire luego de seguirme.

—Perdona, tengo frío— me abracé a mi misma. —¿Podemos entrar a la nuestra ya?.

Se levantó y sacó unas llaves de su bolsillo. Las sacudió en el aire y un par de gotas me salpicaron en la cara.

—Veamos si aún puedo quitar la alarma con esto— se rió y apuntó el control hacia una e las casas rodantes.

Esperé atenta a cada sonido que pudiera percibir a mi alrededor. El mar, la música de la fiesta al otro lado de la playa, los gritos y un pitido corto seguido de un clik que anunciaba que ya estába abierta la gigantesca camioneta.

—¿Es esa?— apunté a donde pensaba que había sonado el seguro.

—Si— se rió de mi emoción. —Bombón, estás sonriendo de nuevo como si te acabaras de ganar la lotería.

—Perdón, no me di cuenta— dije sin dejarse hacerlo.

Me miró un segundo más fijamente y luego de la nada me tomó en brazos como si se tratara de un bebé.

—Me encantas, Hope Julian— y me llevó cargando hasta la puerta de la casa rodante.

Abrió la puesta y luego la empujó con la rodilla para no tener que bajarme al suelo. Reímos mientras subíamos por unas pequeñas escaleras en un minúsculo pasillo que llevaba a la cabina y luego giramos para entrar a la verdadera parte divertida.

Primero nos encontramos en la cocina y la sala de estar. Un aroma delicioso me invadió los sentidos en cuanto  entramos y pronto descubrí por qué.
De lado estaba una pequeña estufa y un microondas y del otro una mesa plegable con un sofá para cuatro.
En el interior todo estaba oscuro excepto por el pequeño y relajante destello de las velas que alguien había puesto en todas las superficies posibles.

—Tu hermana me dijo que te gustaban las velas porque la flama te ayudaba a dormir así que usé mi premio del día que te derroté en el Scrabble para comprar en esa librería extraña todas las que pensé que te gustarían.

Me solté de su cuello y él me bajó al suelo. Ya había olvidado que tenía esa tarjeta de regalo para mi tienda favorita.
Me acerqué a la mesa y tomé uno de los frascos. Había de todas las formas y tamaños, cada una con una interesante etiqueta diferente a las demás. Por eso no había podido distinguir el aroma, ¡aquí había de todos!.

Sonreí llevando la de chocolate cerca de la nariz, luego la dejé en su lugar y seguí el pasillo hasta el fondo de la casa. Había una puerta de madera cerrada pero podía ver que dentro había más velas pues su luz tambaleante se reflejaba en el suelo.

Me volví para mirar a Kas. Levantó su mano hacia el cuarto dandome a entender que no quería que yo pasara pero que me daba la libertad de hacerlo.

—Es sencillo y sin duda lo más asquerosamente cursi que he hecho en mi vida— dijo avergonzado. —Dios, no puedo creer que de verdad haya hecho esto. ¿No quieres ir a comer algo o...? ¡No, no entres...!

Pero ya era tarde, yo tenía las manos en la perilla y entré.
Mis ojos se nublaron porque un par de lágrimas a causa de la escena interfirieron en mi vista.

Había una cama en el fondo de la pequeña habitación, las cobijas eran de colores vivos y tejidas, todo el suelo estaba cubierto de velas distintas unas de otras excepto por un pequeño camino libre hacia la cama.
Esto era lo más tierno que alguien hizo nunca por mi.

—Te deben muchos favores, al parecer—  susurré.

—Perdona, sé que dije que no iba a apresurar las cosas, que quería que fuera algo especial para ti y todo ese rollo y que ahora esto parece como que en realidad te traje para que tuviéramos relaciones pero te prometo que solo trataba de ser detallista y esto parecía una buena opción cuando entré a esa tienda. Si es incómodo podemos irnos.

—Es hermoso— me di la vuelta y lo tome de las mano. —Me encanta. Estoy segura de que no quieres apresurarme a hacer nada.

—Si, de eso te hablo— asintió. —Mira, olvida las velas y vayamos a la Jeep, podemos dormir en...

Me comencé a reír.

—No lo puedo creer— dije. —Kasaquir River está asustado porque una chica quiere tener sexo con él.

—No te burles— sonrió. —Ese es justo el problema: no quiero tener sexo contigo.

Mi boca formó una perfecta línea. No puede ser, va a comenzar a decir de nuevo eso de que soy una niña y que no estoy segura de lo que digo o quiero hacer.

—¿Por qué no?— lo solté.

—Porque esa es una palabra muy ordinaria y sin sentimientos como para referirme a lo que quisiera contigo— me acerco de nuevo y me abrazó. —Yo no lo llamaría de esa forma. Puedes burlarte de mi pero no me importaba que sepas que me aterra tocarte de alguna manera que te haga sentir incómoda o lastimarte. Esto de estar enamorado es nuevo para mí y no se siente igual a nada que hubiera hecho con nadie jamás.

—No vas a hacer nada que yo no quiera— le acaricié la mejilla.

—Lo sé. Callame antes de que comience a escurrir miel, por favor— sonrió y me besó.

Era muy tierno. De verdad parecía que temiera que fuera de papel y cualquier movimiento me fuera a doler.
No podía creer que siendo tan vergonzosa solo quisiera acelerar esto.

—Kas, esta ropa está empapada y me estoy congelando. Si no calientas esto lo haré yo misma— bromeé haciendo un remolino con mis dedos en su cabello.

—Yo ya no tengo frío— lo sentí sonreír de nuevo contra mi boca. Puso sus manos en mis hombros y con cuidado retiró mi chaqueta, luego tomó lentamente los tirantes de mi blusa y comenzó a bajarlos pero cuando estábamos a un segundo de que mi blusa cayera al suelo él se detuvo para verme a los ojos. —Puedo esperarte. De verdad, bombón. Puedo esperarte hasta que tenga ochenta años si eso quieres y podría hacerte una escena mucho más cursi y digna de una princesa como tú. Pero si estás segura de hacer esto entonces puedo intentarlo.

—Kas, tú no eres virgen. Has estado con más chicas de la salud me gustaría admitir...

—No le he hecho el amor a nadie— dijo muy seguro. —Solo sé tener sexo, ¿no entendiste nada de lo que dije, bombón?.

Suspiré y yo misma hice que la blusa cayera al suelo.

—Entonces es la primera vez de ambos— su boca dibujó una brillante sonrisa. —Te dije que lo haría yo si no te apurabas.

¿Soy mala ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora