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Chispa naranja en la oscuridad.

  «Y he de decirte mi pequeño, que los extraños pueden convertirse en tus mejores amigos, tan fácilmente como los mejores amigos pueden convertirse en extraños.»  


El cielo era gris. Algunas gotas de lluvia caían en una suave llovizna que no había parado desde que comenzó la noche, el día podía sentirse hasta un poco frío. Y sin mucho que hacer, Shibusawa se encontraba sentado en la esquina de su cama contra la pared, cubierto con una cobija mientras abrazaba al pequeño e inquieto Ryūnosuke entre sus brazos.

— Ryū... Duerme un momento, aún es temprano. —Bostezó sin muchas ganas de abandonar la cama pero el pequeño se le escapó de los brazos para bajar de la cama y caminar en círculos en la habitación.

El albino suspiro con cierta decadencia, sabía que no siempre podía tener encerrado al pequeño que parecía acumular mucha energía, era comprensible, parecía que todos los niños a esa edad buscaban en qué entretenerse. Con esa llovizna ni siquiera podía sacarlo a jugar al patio de atrás, pero quizá podría llevarlo a la ciudad aprovechando que muchas personas estarían en casa o huyendo del agua.

— ¿Quieres ir a la ciudad? —Preguntó quitándose la cobija de encima notando como el menor asentía de inmediato. Sabía que lo único que conocía Ryūnosuke era el orfanato y esa casa, quizá era hora de llevarlo fuera.

— ¿Cómo es? —Preguntó el pequeño caminando alrededor del albino cuando este se levantó en busca de sus pantuflas para andar en la casa.

— Hm, pues hay muchas cosas interesantes a veces. Es mejor que lo veas por ti mismo. —Se limitó a explicar a la vez que atrapaba al infante entre sus brazos para subirlo de nuevo en la cama. — Espera aquí, antes de salir debo hacer algo, ¿Sí?

— ¡De acuerdo! —No protestaba, de hecho era un niño muy obediente y que parecía adaptarse con facilidad a su entorno. Era algo que le gustaba al albino pues no era tan problemático como esos niños berrinchudos que había visto con sus madres.

El albino le dedicó una sonrisa más antes de salir de la habitación y cerrar la puerta, no tenía que preocuparse, pero a pesar de eso era muy precavido. Siempre revisaba la ropa del pequeño pues no quería que por "accidente" o arte de magia apareciera algún animal venenoso, de igual manera era muy cuidadoso con lo que le daba de comer incluso con los cubiertos y platos del pequeño para evitar que Dostoyevsky en algún descuido lo envenenara, llevaba tiempo viviendo con el ruso, sabía muy bien como este podría matar y lograr verse como el inocente en la escena.

— Dosto, ¿Estás ocupado? —Tocó de manera sutil la puerta de aquella habitación. Quería saber en parte si el ruso no tendría algún pedido para él ese día, de lo contrario podría irse a dar una vuelta con el pequeño.

Adentro, en aquella habitación el ruso yacía tirado en la cama, el flequillo le cubría los ojos, ni siquiera se podía distinguir si estaba despierto, dormido o hasta muerto... Pero ante la ausencia de su respuesta el albino golpeó nuevamente la puerta con suavidad, incluso llegó a creer que a media noche el ruso se había ido a dar la vuelta por ahí y se había perdido, nunca lo admitía, pero cuando tardaba en llegar a la casa era por eso mismo, porque se había perdido.

— ¿Dosto? —No se atrevía a pasar. Sabía que si el ruso no estaba, se enfadaría mucho si veía alguna diferencia en su habitación, así que buscó algún índice en la puerta de esa habitación, sabía lo receloso que era el ruso.

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