Capítulo 43 - Nuestro amor es una locura.

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Yokohama, Japón.


Se podía decir que el silencio reinaba en la mayor parte de ese lugar, el único sonido que inundaba aquellos pasillos no era otro más que el sonido de la suave llovizna con el agradable aroma a tierra húmeda.

Pero eso solo era en la mayor parte, pues de una habitación no era silencio lo que reinaba a pesar de la hora, si no, un par de quejidos y gritos que eran ahogados, escuchándose mínimamente alrededor.

Sobre el colchón, yacía de rodillas un joven azabache con las muñecas atadas en la cabecera de la cama. Aquello no era todo, aparte de encontrarse sin una sola prenda encima, un albino yacía cubriéndole la boca con fuerza con su mano derecha, clavándole las uñas en las mejillas durante el proceso.

De aquellos ojos grisáceos no hacían más que desbordar lágrimas mientras fruncía el ceño con dolor, ahogando alguno que otro grito en la mano del mayor que con la izquierda le sujetaba por la cadera embistiéndole con más fuerza.

El joven azabache no se atrevía a girar el rostro, solo intentaba mover la cabeza de un lado a otro esperando quitar aquella mano de su boca, pero sus esfuerzos eran inútiles ante la gran fuerza física que poseía ese hombre.

No podía apoyarse de sus piernas, pues si intentaba levantarse no hacía más que apoyar las embestidas del contrario, haciendo así que eso fuese más doloroso y profundo, e intentar tirarse completamente sobre la cama se le veía imposible, pues ni siquiera eso frenaría aquellas embestidas, contando también que al tener al mayor acorralándolo casi contra la cabecera, le resultaría más difícil poder extender sus piernas para recostarse al estar estas separadas a los costados de las del albino.

Era bastante obvio que aquello le resultaba doloroso, tanto que bajó la cabeza sollozando entrecortadamente, pues la agitación del momento le estaba haciendo tener espasmos con una tos que le quería provocar el vómito. Estaba teniendo las arqueadas, su estómago tenía fuertes contracciones, e intentaba hacerle expulsar lo que había comido, sin embargo terminaba por contenerlo negando ahogadamente...

Habían sido un par de días en el que el albino fue amable con él, incluso al tener sexo le había tomado con tanta suavidad y delicadeza, ¿Entonces qué había pasado para recaer en ese violento acto?

Algo bastante simple a decir verdad.

Cada vez que el albino le tomaba, por más suave que fuese, a pesar de que su cuerpo le traicionara y terminara cediendo, él no hacía más que cerrar los ojos, dejándose llevar por sus pensamientos. Antes de dar inicio a esos actos, no podía dejar de pensar que si algún día volviese a ver a Dostoyevsky, se sentiría tan avergonzado que no podría verlo a los ojos, porque el poco valor que creyó tener en su deplorable cuerpo lo había perdido por completo.

No era más que despojos, sobras, restos que Dazai y Shibusawa habían dejado. Dazai al maltratarle tanto, dejándole con una fuerte habilidad pero una autoestima demasiado baja, y Shibusawa robándole algo sin permiso, tomándole como si le perteneciera realmente.

¿Qué había para Fyodor? Nada, y eso mismo le hacía querer llorar después de cada acto ejecutado. Lograba controlarse para no terminar llorando a solas, y logró hacerlo cuando decidió cerrar los ojos e imaginar que aquellas caricias tan amables no eran por parte del albino si no de aquel ruso...

Eso sin duda le ponía nervioso, tímido, torpe, pero con los ojos cerrados, podía imaginar a la perfección aquel rostro, aquellas manos, tanto que en ocasiones terminaba abrazando al albino. Pero cuando volvía en sí, abriendo los ojos a la realidad, decaía, porque no quería hablar con ese hombre, claro que algo le decía que debía ayudarlo, sin embargo, no era así como quería serle de ayuda...

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