Capítulo 46 - Encuentro inesperado.

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Yokohama, Japón.
1:35 AM

El agradable sonido de la naturaleza era lo que más se escuchaba esa noche, la suave brisa removía con total serenidad el pasto salpicado con restos de la llovizna de aquella tarde, a los pies de ambos muchachos, unos cuantos rastros de niebla, cosa que Atsushi creía producto de la humedad que había en el lugar conforme iban avanzando paso a paso.

Podía escuchar el suave grillar de aquellos pequeños animalitos en la oscuridad, que de vez en cuando pegaban pequeños brinquitos cuando el pasaba cerca de alguno que otro macho que parecía cantar debido al raspado de las alas y de las patas posteriores intentando atraer alguna hembra.

Atsushi iba observando todo aquello a sus pies, que a pesar de ir descalzo por haber utilizado su habilidad, le encantaba sentir el húmedo pasto entre sus pies, le resultaba agradable incluso cada sonido le resultaba relajante, tanto que casi olvidaba porque se encontraban ahí después de que le sirvió de caballo al ruso, claro que él lo sugirió pues tenía prisa, y los pasos del ruso le desesperaron, pero no era porque Fyodor no tuviera prisa, no quería colapsar antes de tiempo.

Mientras avanzaba, una suave sonrisa se le escapó al ver un pequeño grillo, grillando sobre el pasto, y a la vez que avanzaba, iba volviendo su mirada hacia atrás, como si no quisiera perder de vista a aquel pequeño animalito, lo que le costó, pues había terminado por chocar contra la espalda del ruso que yacía observando hacia el cielo, llamando así la atención del menor que retrocedió sobándose la nariz.

— ¿Qué sucede? —Preguntó colocándose al lado del ruso, dirigiendo su vista hacían donde él, notando aquella enorme edificación, que a su parecer era similar a un enorme castillo con hermosos y coloridos ventanales que le resultaban hasta un tanto familiar. — Wow... —Se sorprendió por la altura de aquel lugar, y como ni siquiera se podía ver el principio pues la niebla parecía ser más densa dejando solo ver lo que parecía la mitad superior de aquel lugar.

Intentó apartar la mirada, pero simplemente quedó ensimismado, sintiendo como los latidos de su corazón parecían escucharse con eco dentro de su cuerpo, entonces se volvió hacia el ruso notando la distancia que les faltaba por recorrer.

— ¿Cómo entraremos? ¿Cree que haya una forma de entrar? — Interrogó de inmediato, creyendo que si ese era el lugar que habitaba el asesino, seguramente estaría lleno de guardias, pero sus preguntas no fueron respondidas pues el ruso, de manera monótona continuó su camino.

— No te alejes de mí. —Fue lo único que respondió, muchos creerían que era porque se preocupaba por el muchacho, pero realmente solo quería que le cubriera la espalda conforme la niebla se hacía más densa con cada paso que daban al ir acortando distancia.

Claro que se las idearía para entrar. Después de todo convivió con Shibusawa, y cuando eran ambos jóvenes, recordaba muy bien los fuertes que el albino solía armar con cobijas, almohadas, cajas, lo que sea que María le diera él lo colocaba en su habitación para crear una fortaleza que nadie podía cruzar a menos que el compartiera el secreto de su laberinto.

Un secreto que él conocía muy bien, además, las ratas siempre encontraban la manera de infiltrarse en las viviendas.

Sin embargo, tras haber quitado una puerta formada con piedras y estar avanzando por aquel estrecho y oscuro pasillo, notó como sus botas eran lo único que resonaban en aquel lugar, lo que provocó que el tirón que le dio el joven tigre en la gabardina, le hiciera voltear alertado.

— ¿Qué sucede? —Preguntó al ver que el joven tigre se tocaba la nariz con preocupación mientras fruncía el ceño, llegó a pensar que quizá había veneno en el aire o algo que él no podía percibir al no tener el olfato tan agudo, pero lo que hizo el menor, le dejo sin palabras.

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