Capítulo 15 - Beatifica noche.

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Esa misma noche...

Ryūnosuke no podía conciliar el sueño. No importaba que tanto girara en la cama buscando una posición cómoda, el cansancio no llegaba, no sentía que tuviese la necesidad de descansar en ese momento por lo que llegó a pensar que podía deberse a que llevaba un pequeño tiempo sin tener misiones en la Port Mafia, aquellas misiones seguidas, una tras otra que en ocasiones solían tirarle en cama sólo un par de horas pues de inmediato volvía al combate.

Primero su mente había estado dando vueltas en el pensamiento de aquella cabellera blanca que había visto y después se esfumó para cambiar de pensamiento, pero, ¿Era en serio? ¿Realmente era eso? Porque si era así se consideraba loco, ¿La razón? No podía dejar de pensar en lo que había sucedido en aquella atracción en las alturas. Con un largo suspiro frustrado se levantó de la cama mirando de reojo como en la otra cama yacía Gogol durmiendo mientras reía de a ratos o murmuraba incoherencias en ruso.

Se colocó las calcetas y atrajo sus zapatos antes de salir de la habitación y decidió colocarse su típica gabardina antes de salir a la sala encontrándose con el pelinaranja abrazando una almohada contra el respaldo del sillón totalmente cubierto por una cobija, supo que era él ya que este solía encogerse en noches frescas, en cambio en el otro sillón yacía el ruso a medio caer con la cobija en el suelo, algo que inconscientemente provocó una suave sonrisa en el mafioso.

Akutagawa se acercó a paso lento para acomodar al ruso en el sillón esperando no despertarlo, tras subirlo, le echó despacio la cobija para no generar alguna corriente de aire pero sin querer se mantuvo observando el rostro del mayor, quizá había exagerado al darle esa cachetada, después de todo sólo era un beso, ¿No? Aunque claro, en Japón esa idea era más reservada y conservadora.

Pero fuera de eso... En muchos países era algo que se daba como si nada a veces a manera de saludo u otra forma, para Akutagawa era algo que creyó no le daría a nadie nunca en su vida, no porque quisiera conservarse, si no porque nunca creyó que podría gustarle a alguien y que esa persona fuese a besarle.

— Odio que me hagas dudar... —Susurró el menor agachándose un poco más, odiaba aún más sentir que estaba cayendo en ese juego y que sus acciones no se dejaron domar para frenarse.

En un movimiento suave y silencioso, el menor unió sus labios con los del ruso, le brindaba un poco más de confianza si el ruso no era quién estaba sobre él, así que se quedó uniendo sus labios sólo unos segundos, sintiendo aquella suave respiración, sintiendo también aquellos labios maltratados y mordidos pues en varias ocasiones había visto que el ruso si no se mordía las uñas para arrancárselas, terminaba mordiéndose constantemente los labios. Una acción que si pensaba le resultaba seductora pues el ruso tenía una mirada atractiva, una sonrisa y unos labios perfectos, casi emitió un sonido al percatarse de lo que pensaba así que con suavidad se apartó de aquellos labios. 

Miró unos momentos aquel rostro, como descansaba el ruso sin problemas en aquel lugar, no pudo evitar soltar una suave risa que no escapó de sus labios, sólo quedo estacanda en su garganta.

— Que hombre, podría matarte ahora si quisiera... —Susurró a la vez que en un movimiento silencioso Rashōmon apareció sólo como un látigo puntiagudo que avanzó hasta el cuello del ruso mientras el menor le miraba de manera inexpresiva.

Una expresión de disgusto se formó en su rostro cuando vio como el ruso se movió dándole la espalda. Ryūnosuke sólo chasqueo la lengua antes de hacer desaparecer a Rashōmon para encaminarse hacia la puerta corrediza, aquella vitrina que daba a la terraza, la abrió despacio cerrándola al salir para después subir de golpe al techo con ayuda de su habilidad.

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