Capítulo 36 - Gata refinada, Ratón ladrón.

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Rusia, Moscú.
20:01 PM

Un par de pasos firmes se escuchaban entre la nieve, pisando con fuerza al bajar de aquel auto mientras buscaba abrirse paso entre algunas personas que le miraban con sorpresa, después de todo, había pasado un largo tiempo desde que no se veía al líder de la Familia Dostoyevsky vestir de esa forma tan elegante cruzando las calles camino a aquella amplia mansión en donde un par de hombres le recibieron con una reverencia abriendo las rejas platinadas cubiertas de nieve.

Él terminó por ignorarles con un semblante serio mientras avanzaba, no tenía necesidad de que le guiaran, sabía muy bien a donde ir, pero si había algo que le incomodaba era tener esas miradas encima, le daban ganas de golpear a todos hasta seguir con su camino, pero prefirió ignorarlos alisando un poco su gabardina al llegar a aquellas amplias puertas donde de nuevo le recibieron con una reverencia.

Les ignoró como siempre dando un par de golpes en el suelo con sus botas para sacudir la nieve de la suelas antes de seguir para no ensuciar con la nieve le alfombra.

En esa ocasión llevaba un par de botas negras largas a la altura de la rodilla, a los costados estas llevaba el escudo de Rusia grabado en dorado, por pantalones llevaba unos de mezclilla oscura, un cinturón, cosa que no acostumbraba a usar, e incluso un chaleco bastante elegante en colores claros y oscuros, pegando desde el color lila hasta acabar el final en su cadera en un color negro, con varios grabados a los costados mientras que al frente llevaba botones dobles en color dorado, llevaba incluso una camisa blanca, impecable, en sus manos un par de guantes negros relucientes, sobre sus hombros llevaba una gruesa gabardina negra con un afelpado claro en el cuello, aunque fuese similar a la que usualmente llevaba esta traía el escudo de su país en un pequeño broche cerca del cuello, y su ushanka no era la que habitualmente acostumbraba a traer, esta parecía diferencia, aunque solo era una sin sus típicas orejas que acostumbraba a jalar para cubrirse el rostro.

Su peinado era el de siempre, aunque esta vez se había cepillado el cabello colocando uno de sus mechones detrás de la oreja derecha con un pequeño pasador, claro que le molestaba, le gustaba traer el cabello en la cara, de lo contrario sentía que la luz le deslumbraba a montones.

El tacón de sus botas resonaba con elegancia, nadie creería que se trataba del típico Fyodor que pisaba como se le diera en gana cuando perseguía a ese azabache japonés por todo el departamento en busca de morderlo, definitivamente era un cambio bastante notorio. Pero quería acabar cuanto antes con eso para comunicarse con él, tenían mucho de que hablar si las cosas eran como pensaba que había descubierto.

Con un semblante serio recorrió los amplios corredores de la mansión hasta llegar a aquella sala principal donde un par de jóvenes yacían afuera de las puertas aguardando. Pasó saliva, observando como aquellos jóvenes de traje abrían con suavidad las puertas tras notificar a su joven ama acerca de la llegada del ruso.

Cuando las puertas de fina madera se abrieron, se vio obligado a entrar, dando el primer paso a esa habitación seguido de unos más para que los jóvenes cerraran las puertas detrás de él.

Con una mirada indiferente paseó su vista por todo el lugar observando como aquella dama yacía de espaldas observando algo en un estante que abarcaba toda una pared de esa habitación, aquel estante de madera color chocolate yacía repleto de libros mientras ella con un porte elegante y seductor yacía escogiendo uno con la mano alrededor de la cintura y la otra ligeramente elevaba mientras sostenía con delicadeza aquella fina y larga pipa para fumar tabaco.

Aquello provocó que el ruso respingara la nariz mientras ella no le veía, después de todo por más elegante que se viera, continuaba creyendo que el aroma del tabaco era molesto, aunque no era un tabaco cualquiera, este tenía aroma a vainilla, por lo menos no era de canela como hace tiempo, no obstante, esos aromas dulces y esfumados no dejaban de marearle cuando ella se acercaba como siempre.

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