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El Hijo del Dragón. 

«Es al separarse cuando se siente y se comprende la fuerza con la que se ama.» 


Sangre... Era como si fuese la primera vez que veía aquel rojo. El ruso yacía sobre la cama observando con detenimiento como aquel pequeño cuerpo bocabajo tenía pequeños temblores mientras se ahogaba vomitando.
Los muslos del menor estaban ensangrentados a montones, la sangre le había empapado por completo al igual que aquel liquido blanquecino comenzaba a escurrir por su entrepierna cuando el ruso salió de su interior.

A causa del dolor había entrado en un shock tras haber convulsionado, pero aquello ni siquiera causó un poco de remordimiento en el ruso que miraba con un rostro inexpresivo lo que había hecho, había abusado de un infante, y no iba a rogar perdón a un Dios en el que no creía, porque él se consideraba un Dios, uno que estaba presente y era real.

Escucharle gritar, llorar, había sido para él lo más divertido y motivador que había experimentado hasta ese momento, aquello sólo le excitaba mucho más para continuar arremetiendo contra el niño que poco después había vomitado.

Sujetó al pequeño girándolo para verle al rostro, ver como de aquellos ojos continuaban saliendo lágrimas mientras aún tenía pequeños espasmos mirando a la nada. Estaba acabado.

— Ah... Yo creí que me durarías un poco más de tres rondas. —Susurró tomando aquel pequeño rostro entre su mano, no había voz de aquellos labios, en ocasiones aún se movían un poco sólo para articular débilmente el nombre de aquel albino. — Tatsuhiko nunca vendrá. —Añadió con desprecio a la vez que bajaba de la cama acomodándose la ropa para ir en busca de su celular y hacer una llamada. Al principio se demoraron un poco en contestar pero la respuesta llegó.

— ¡Amo Dostoyevsky! ¿Qué sucede? —Contestó un albino con la cabeza vendada algo agitado mientras corría por un estrecho túnel seguido de aquel muchacho de negro y cabellos igualmente blancos que jadeaba débilmente al llevar una herida un poco grave en el torso, aquella misión había sido difícil, lo admitía.

— Termina ese trabajo y deshazte de Shibusawa. Envíame a Nikolai en cuanto terminen. —Ordenó fríamente sin dar muchas explicaciones, el ruso albino asintió sin comprender, no haría preguntas, no cuestionaba a su amo, sabía que si lo decía y había decidido era por algo, así que sin más sólo respondió una afirmativa para colgar.

— ¿Quién era? —Preguntó Shibusawa mientras llevaba al rubio en su espalda. Nikolai no tenía más de once años y estaba exhausto por aquella larga noche en la que más que una emboscada ellos fueron los emboscados, sin embargo habían logrado ganar de puro milagro, pues el más herido de ellos en ese momento era Shibusawa.

— Mi amo Dostoyevsky... —Susurró despacio el albino ruso, frenando sus pasos. Shibusawa le imitó, no entendía por qué tan de repente paraban, ya no había sobrevivientes pero debían abandonar el área de inmediato, además, estaba exhausto, había sido una noche larga, no quería hacer nada más que llegar, acostarse un rato con su pequeño y después empacar.

— ¿Qué dijo? Espero no sea otro trabajo... —En su espalda, el pequeño rubio se removió abriendo los ojos con lentitud, mirando como habían parado en medio de ese túnel.

— Sí, algo así. —No quería dar a entender sus intenciones, de hecho, era precavido, sabía que Shibusawa a pesar de su edad era un usuario de habilidad muy fuerte, que si bien no activaba su poder a menudo, su nivel de combate era excepcional. — Quiere que Nikolai se adelante.

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