Capítulo 28 - Nymphomaniac.

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Yokohama, Japón.
Cuatro días después.


«Yo parecía tener una maldición en la que todos me hacían daño, pero al ver los ojos de ese hombre... No podía considerarle alguien malo a pesar de lo que estaba haciendo, pues parecía estarme pidiendo a gritos que lo salvara de algo.»




Quejidos tras quejidos provenían de aquella habitación donde un joven azabache estaba siendo humillado y despojado de todo su orgullo. Sentía rabia e impotencia, no podía evitar gritarse mentalmente que era una basura, que era realmente débil y patético por haber terminado así, ¿Qué seguía ahora? Tenía las manos atadas por detrás en su espalda, ni siquiera podía romper las esposas y le cansaba estar en esa posición, derribado contra el sofá con la mitad del cuerpo contra uno de los cojines, y sus caderas elevadas a causa del mismo sillón. Ni siquiera podía tirar patadas o tratar de levantarse pues la mano de aquel hombre continuaba en su nuca haciendo presión contra su cabeza para hundirle en el sillón, con la otra mano le sujetaba de la cadera al mismo tiempo que le embestía con fuerza, ¿Más humillación podría tener?

Había sido dolorosamente desgarrador desde el momento en que el albino entró en su interior por completo, provocando que se mordiera el labio hasta hacerse sangrar pues no le daría el placer de oírlo gritar, no otra vez, había recibido heridas peores desde muy joven, aunque sabiendo cómo era el mundo... Una violación era lo que menos esperaba, se sentía ingenuo porque aquella idea nunca cruzó por su mente hasta ese momento.

Estaba completamente desnudo, ahogaba sus quejidos cerrando los ojos con fuerza, debía aguantar aunque su débil cuerpo ya se encontrara temblando, y es que ni siquiera podía hacer uso de su habilidad para defenderse, había sido despojado de esta. Fueron un par de embestidas más cuando sintió el largo cabello de ese albino recaer en su espalda junto con el peso de este con un suave gemido... Le causaba asco sentir como llenaba su interior cada que se le antojaba y después se quedaba ahí, unos segundos, abrazándole y susurrándole cosas al oído.

— Te amo, Ryūnosuke. —Repetía con anhelo y devoción besándole el cuello, le tomaba del rostro y le hacía girar la cabeza para darle un beso en los labios, algo que el menor buscaba negarle apretando los labios. — No seas tan cruel conmigo, todo lo que hago es por amor a ti... Pero tú no intentas nada conmigo. —Añadió con decepción el albino, pero trató de animarse inmediatamente con una sonrisa infantil lamiendo los labios del menor dándole una pequeña mordida.

Para Shibusawa, el silencio de Akutagawa era cruel. Quería que ambos compartieran el mismo placer pero al parecer eso era algo que el azabache se negaba a darle por completo. Tras darle un par de besos se levantó de nuevo saliendo del interior del menor disfrutando de aquella vista, aquellas piernas marcadas como suyas mientras el semen comenzaba a escurrir por ellas hasta gotear en el suelo, y él tranquilamente se acomodaba la ropa.

— Tan lindo... —Pero aquello no era más que una humillación para el destrozado mafioso, su corazón dolía, era un golpe tan bajo que sentía ganas de llorar por la impotencia, pero no lo hacía mientras el albino estuviese presente. — Quizá debas ducharte amor, iré a preparar la cena. —Añadió el albino, besando la espalda del azabache mientras deslizaba sus labios hasta llegar a su nuca y dar otro beso ahí.

Le jaló de los brazos para liberarle de aquellas esposas, pero inmediatamente Akutagawa le soltó un puñetazo en la cara frunciendo el ceño con dolor, sintiendo vergonzosamente como sus ojos se volvían cristalinos.

— No me odies, yo en serio te amo demasiado... —Susurró sujetando las manos del jovencito a la vez que lo abrazaba contra el sillón intentando besarle los labios, pero este negaba constantemente sin dejar de apretar los labios. — Ryūnosuke, dime algo por favor...

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