Capítulo 41 - El llanto de un violín.

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Fyodor sabía que Wilde era un viejo amigo de Agatha. Nunca quiso entender porque ella y ese hombre castaño se llevaban bien, quizá porque ambos compartían un ligero gusto al degustar té o probar comidas nuevas, o podría ser porque este diseñó el vestido de bodas que ella usó esa noche. Debía admitir que el vestido era hermoso, pues hasta Shibusawa que nunca había admirado uno, cayó encantado por tan hermoso vestido.

Pero a pesar de eso, viajar con Wilde en el mismo avión no era algo que le resultara agradable, por muchas razones. A su parecer Wilde era un hombre con un pensar demasiado extraño, o quizá muy diferente al suyo como para poder comprenderse en su totalidad.

Se podría decir que él prefería la sencillez, más que Wilde prefería traer cosas elegantes, hacerse notar mediante su gran sentido de la combinación de prendas y ese porte tan elegante que solía tener.

No hacía más que ver como las mujeres lo miraban al pasar, con esos pantalones de fina mezclilla, aquella gabardina de piel encima sobre un chaleco refinado de botones de oro, y como su cabello parecía ganar muchos elogios.

Su piel era clara, sus ojos de un color miel, un dorado vivaz, mientras que su cabello era de un castaño claro, lo tenía algo largo y quebradizo, le llegaba abajo del mentón casi a la altura de los hombros, pero Fyodor aseguraba que si ese hombre se alisara el cabello, seguro le llegaría abajo de los hombros.

— Ha pasado un tiempo sin verte, Mikhailovich. —Habló el castaño sacándose aquel grueso abrigo de encima para dejarlo detrás del asiento que tomaría al lado del azabache que no hacía más que tener los puños sobre los muslos intentando ignorarlo. — Veo que si creciste más, cuando tenías diez años eras el más pequeño de todos.

Sin embargo, aunque parecía querer iniciar una conversación con el ruso, este se negó a cooperar. Después de todo consideraba la amabilidad de Wilde como algo que no era de su agrado.

— Agatha es una buena mujer, ayudándote siempre con problemas grandes, y a pesar de eso la dejaste. —Con ese tema golpeó firmemente un clavo que hizo voltear al azabache quien le dedicó una mirada de desagrado antes de hablar.

— ¿No tienes un tema mejor del que hablar? —Cuestionó sin molestarse en ocultar ese desagrado pues incluso empleó una mueca en los labios mientras fruncía el ceño.

— ¿De qué temas podríamos hablar tú y yo en el transcurso de este vuelo? —Preguntó con una voz en demasía, elegante, mientras apoyaba uno de sus codos en el posabrazos, colocándose los dedos en la sien mirando de reojo al menor, ignorando incluso el hecho de que Nikolai se había colado de copiloto en la cabina.

— Tú y yo no podríamos hablar de nada. —Gruñó apartando la mirada, pero esta le fue atraída por el castaño que le sujetó del mentón para verle al rostro.

— Considero que tienes un rostro verdaderamente hermoso, tanto que me gustaría hacer un retrato de ti. —Murmuró empleando un toque seductor en su voz, algo característico de un hombre como él.

— Sigue tocándome, y este lindo rostro será lo último que verás antes de que te haga dormir para siempre. —Masculló mirando fijamente aquellos ojos claros cuyo propietario no hizo más que soltar una sonrisa coqueta apartando su mano de aquel pálido rostro.

— Hasta la más bella rosa tiene espinas. —Soltó dedicándose a darle un trago a su bebida que yacía soltando unas cuantas gotas a causa del hielo que comenzaba a derretirse.

— Que hombre tan complicado. —Giró los ojos cruzándose de brazos, si ese era el punto, abriría la puerta y se tiraría sin importarle a qué altura podrían estar.

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