Vuelo a la libertad

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Esa mañana un mendigo deambulaba en los alrededores de la University of Miami Health System, su presencia desentonaba con el entorno, atrayendo la mirada de los estudiantes que iban a su centro de estudios. Ese mendigo llamaba la atención, por el casi nuevo y lujoso maletín que abrazaba, como si fuera su tabla de salvación o temiera se lo fueran a arrebatar. Quienes lo vieron lo esquivaron, temiendo por lo que pudiera contener ese maletín. El hombre caminaba desorientado, con la mirada perdida dando vueltas en un mismo lugar.


Un grupo de estudiantes que se desplazaban en su automóvil estuvieron apunto de atropellarlo, luego de detenerse, pasar el susto y comprobar que no le habían hecho daño, procedieron a dar aviso ala policía. Uno de ellos se le acercó, pudo ver que no era un mendigo común, aunque su ropa estaba sucia y harapienta se veía que su traje era hecho a la medida y de fina tela, sus zapatos Oxford, eran de piel autentica. Además en la mano izquierda lucía una alianza de matrimonio y al fijarse en su muñeca vio que llevaba un costoso reloj de oro.


El chico se lo comentó a sus compañeros que también dudaron fuera un mendigo y esperaron cerca a la llegada de la policía. Media hora después se presentó al lugar una patrulla con dos agentes, se acercaron al mendigo para tratar de ver si llevaba alguna identificación y verificar el contenido de ese maletín, que con tanto celo apretaba contra su pecho. Al abrirlo se llevaron una gran sorpresa, dentro había una gran cantidad de paquetes de billetes, el agente procedió a contarlo, habían doscientos cincuenta mil dolares. El mendigo al no oponer resistencia, fue llevado junto a su maletín a las dependencias de la policía para proceder a identificarlo y luego llevarlo al hospital más cercano.


Sergey se había levantado muy temprano, para esperar la llamada telefónica qué le informara ya se habían cumplido sus órdenes. A las siete de la mañana, ya había corrido más de cinco kilómetros, había descargado toda la furia que sentía desde el día anterior, dándole puñetazos al saco de boxeo. Se había dado una ducha, aún no se había vestido, con el cuerpo cubierto por un mullido albornoz blanco y el teléfono en el bolsillo, salió de la habitación, bajó las escaleras, fue a la cocina y se preparó un café expreso doble.


Con la taza en la mano caminó hasta la sala, se detuvo frente al ventanal mirando al jardín y pensando en la ira que iba a despertar la orden que había dado. No le importaba, lo hizo por ella, solo esperaba que no fuera demasiado tarde para ese hombre. Maldecía y se arrepentía de haber aceptado ese encargo.  Él de vez en cuando hacía limpieza, pero eran de individuos que se dedicaban a destruir a los jóvenes, al introducirlos en el oscuro mundo de las drogas. Individuos que destruían sueños, aniquilaban vidas y destruían familias, con el único objetivo de llenar sus bolsillos de dinero. Limpiaba el mundo de esas escorias, para que no siguieran regando su podredumbre. Siempre investigaba minuciosamente, quien era la basura que había que desechar. Con este hombre no investigó nada sobre su vida, sólo lo que Fernando le dijo  «era una basura».


Quiso desaparecer a un hombre, sin saber que estaba casado con la hermana de la mujer que se iba a convertir en el ser más importante de su vida. Una mujer que le había trastocado los sentidos, le había puesto su mundo patas arriba y por la que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Bebió un sorbo de café y recordaba el momento en que tuvo a Paula entre sus brazos, cuando sonó el teléfono, se sobresaltó al oír la melodía rusa, "El Adiós de Slavianka" que identificaba a la persona que lo llamaba. Llevó la mano al bolsillo del albornoz para coger el teléfono, deslizó el dedo por la pantalla y lo llevó al oído. No le hizo falta hablar, del otro lado sólo dijeron dos palabras «Gorrión libre» y cortaron la llamada. Sergey respiró profundo, como si terminara de quitarse un gran peso de encima. Terminó de beberse el café, contemplando un pajarito que aleteaba bañándose, dentro del agua de la fuente que estaba en el jardín.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora