A veces, el corazón puede más que la razón

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Fernando enarcó una ceja mirándola divertido, dio un paso adelante, la hizo retroceder. Él intentaba acercarse, ella iba dando pasos hacia atrás, el borde de la cama la detuvo.

-¿Me estás amenazando? Serías capaz, de matarme? ¿Serías capaz, de matar al hombre que amas? -Susurró sobre sus labios sujetándole con una mano la nuca para impedirle que le negara la cercanía de su boca.

La interrogaba con voz grave, mirando sus ojos azules, viendo como se le oscurecían, ella guardó silencio por un momento, sonrió manteniéndose serena, sin apartarle la mirada. No podía dejar que viera ella estaba igual que él, turbada, por tenerlo pegado a su cuerpo.

-¡Qué engreído eres! -replicó poniendo las manos sobre su pecho e intentando empujarlo-. Te sientes tan seguro, ¿no te has puesto a pensar... que ya no te amo? -dijo mirándolo y fingiendo seguridad en sus palabras. Fernando al oírla soltó la carcajada.

-Hace unos minutos, me llamaste mentiroso, ¿Cómo debo llamarte a ti, al oírte decir, que no me amas? -le preguntó con sonrisa petulante-. Sin ofenderte, puedo decirte que eres una farsante,una mentirosa! ¡No finjas, ni creas que puedes engañarme! Ni tú misma, te crees lo que acabas de decir! -exclamó mirándola con ojos insolentes, desafiándola a desmentir lo que le había dicho.

Fernando le colocó el brazo en la cintura, acercándola a su cuerpo, presionando las caderas contra su vientre para que sintiera los deseos que ella le ocasionaba. Paula sintió el calor que ese bulto despedía atravesando la fina seda de su dormilona.

Él hundió el rostro en su cuello, aspiró su perfume, expulsó el aire por la boca lentamente, logrando que ella se estremeciera y le flaquearan las piernas. Fernando la sintió tambalearse, la sostuvo por la cintura evitando que cayera sentada en la cama, no quería perder la calidez de su cuerpo. Sonrió satisfecho, al verla estremecerse, su cercanía la alteraba, de la misma forma, en que él se turbaba con su presencia.

Fernando se quedó en silencio, con la respiración entrecortada, la mantenía abrazada por la cintura, sintiendo bajo la fina seda de su dormilona sus pezones erectos, rozarle su desnudo pecho al ella forcejear para separarse. La necesitaba. ¡Dios, cómo la necesitaba! ¡Ella también lo deseaba! Aunque no lo quisiera admitir.

Deseaba fundirla en su cuerpo, para asegurarse que nunca más lo iba a dejar solo, le colocó una mano en la parte baja de la espalda la estrechó a su cuerpo. Su aliento cálido y con olor a Whisky chocaba contra sus labios. Y ella aunque temerosa de lo que pudiera hacerle, no le retiraba la mirada, percibía con cierta satisfacción, ver como Fernando era esclavo de su cuerpo, su boca había dicho que ella no lo excitaba, su cuerpo lo traicionaba, reaccionando ante la cercanía de ella.

Paula era como un bidón de gasolina, Fernando era el fuego, que minuto a minuto le hacia subir de temperatura. Ambos tenían deseos contenidos durante mucho tiempo, el menor roce, la más mínima caricia, los incendiarían convirtiendo sus cuerpos en llamaradas de pasión, que ninguno de los dos podría controlar. Se amaban, se deseaban, y especialmente Fernando deseaba sentir el cuerpo desnudo de Paula bajo el suyo. Su sangre era lava ardiente recorriéndole todo su cuerpo, y alojándose en la parte baja de su vientre, que ardía como la fragua de un herrero. Al sentir como ella se estremecía, su respiración se agitaba, acercó la boca a sus labios.

-Repite que no me amas...que no sientes nada, cuando te tengo así entre mis brazos. Puedes matarme de placer, con esta boca que me muero por besar. Sentir tu boca por mi cuerpo y en especial aquí... -presionó su cadera contra su vientre, indicándole donde quería sentir sus caricias-. Es algo que llevo deseando desde la noche de bodas. Deberíamos intentarlo esta noche... -le susurró rozándole los labios con la boca-, esta noche, estamos sólo tú y yo, podríamos amarnos y darnos placer, hasta el amanecer. -dijo besando la comisura de sus labios y dejando un camino de besos por su mandíbula hasta su oído.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora