Toca perder, dos veces, en una noche

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Paula al terminar de bajar la escalera se acercó a Fernando, retirándole la mano de la rubia de la cara.


—¡Te agradezco, que no vuelvas a tocarle la cara a Fernando y puedes retirarte, estás usurpando, un lugar que no te pertenece! —su voz sonó áspera, molesta, a pesar de que sonreía. Sin darle tiempo a Fernando de reaccionar, llevó la mano a su cuello y le besó los labios. La rubia permanecía pegada como una sanguijuela al cuerpo de Fernando, pidiéndole explicación de la actitud de Paula, que ignorándola,  del cuello bajó la mano por el pecho hasta su cintura, la metió entre ambos cuerpos haciendo a un lado a la rubia—.  ¡Te largas sino quieres que te coja por los pelos y te arrastre hasta la puerta, mientras le digo a todos, quien eres en realidad!  —espetó fulminándola con la mirada.  La rubia miró a Fernando esperando él dijera algo.


—Vete Katrina, hazle caso a mi esposa... —expresó apretando la mandíbula. La rubia se sorprendió, enfurecida porque él la echara de su lado, después de pagar una tarifa más alta por ella y arrebatársela a otro empresario. Tuvo miedo a un escándalo, eso supondría el final de su trabajo en la Agencia, dando un paso atrás bajó la cabeza y se retiró a toda prisa. Paula miró a donde estaba Leonardo y Francesca y se acercó a saludarlos.


— ¡Waoo, comadre...estás...preciosa...pareces una actriz de Hollywood!  —dijo con los ojos muy abiertos mirándola anonadado. Ella sonrió y le dio las gracias por el cumplido, lo saludo con un cariñoso abrazo y dos besos, lo mismo hizo con Francesca.


— ¡Lo has dejado alucinando! —murmuró sonriendo, Francesca cerca de su oído cuando la abrazaba.


—Quiero sentarme...  —dijo en voz baja a Leonardo y Francesca, haciendo el esfuerzo porque no le temblara la voz. Fernando estaba detrás de ella mirándole la espalda, gruño acercándose a un lado de ella, colocó la mano en su cintura acercándola  a su cuerpo, la miró al escote arqueando una ceja.


—¿No encontraste un vestido que enseñara un poquito más? —preguntó con voz ronca. Paula iba a contestarle cuando uno de los señores que estaban en el grupo habló.


—Amigo Fernando, ¿no nos presentas a tu amiga? —Exclamó sonreído. Fernando apretó la mano que tenía en la cintura de Paula, cogió aire y lo soltó con fuerza girándose a mirarlo.


—¡Es mi esposa! —Replicó en voz alta. El hombre se dio cuenta que había hablado de más, se disculpó e invitó a los demás hombres ir a saludar a otros empresarios. Francesca al ver como estaba de furioso Fernando, los invitó a ir hasta la mesa que tenían asignada para sentarse. Tomando del brazo a Leonardo se adelantó esperando que los siguieran. Paula fue a dar el paso para ir detrás de sus amigos y Fernando la detuvo.


—¡Tú y yo vamos a hablar!   Vamos a la terraza. —dijo sin aflojar su mano de su cintura, caminó hacia una puerta que daba a la terraza. Francesca se giró para hablarle a Fernando y los vio salir.


La terraza estaba a media luz, alumbrada por faroles con velas, en las mesas habían arreglos de flores y fanales con pequeños velones, alrededor algunas farolas con bombillas de poca intensidad, que le daban un ambiente intimo y romántico. Paula se estremeció y Fernando se dio cuenta, se detuvo y la giró para que quedara frente a él.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora