Confesiones

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Paula lo miraba desafiante, había colocado las manos en la cintura para que Fernando no notara el temblor que tenían. No podía mostrarle, que era débil y que le temía. Fernando estaba fuera de si, tenía la respiración agitada, traía la camisa abierta y por fuera del pantalón, dejando ver sus esculpidos pectorales. La pajarita colgaba de su cuello, la chaqueta se la había quitado y estaba en el suelo en un lado. Con solo verlo, se podía deducir que estaba pasado de copas y que se había visto envuelto en una pelea, la piel de uno de sus pómulos, lucia violácea y un hilo muy fino de sangre brotaba de una pequeña herida. Fernando al ver a Paula respiró profundo, se quitó la pajarita llevó las mano al fajín, retirándolo de su cintura, ambas prendas las dejó caer al suelo con desdén.


-¿Será que no puedes abrir la puerta, como una persona educada?¿Se te olvida que es tarde y los niños duermen? Si vienes a discutir, ahora no es el momento, has bebido mucho, y es tarde, quiero descansar, me duele la cabeza. -dijo cogiendo una almohada y caminando hacia donde se encontraba el sofá, la dejó sobre el apoya-brazos.


-¿Por qué te fuiste de la fiesta? ¿Te costaba mucho esperarme? -Preguntó acercándose a ella, que al verlo venir, fue retrocediendo hasta llegar a la peinadora que detuvo sus pasos. Fernando quedó frente a ella, colocó sus manos en sus hombros sujetándola con firmeza, obligándola a contestarle.


-¿Qué iba a esperar? ¿Que te cansaras de golpear a Sergey y lo dejaras inconsciente? No te importó estar en un acto público, para caerle a golpes. Seguiste dándole puñetazos, cuando él ya había dejado de golpearte. ¡Te comportaste como un cavernícola! -expresó mirándole con reproche.


-¡Él me provocó al invitarte a bailar, estaba advertido, que no podía acercarse a ti! ¡Tú eres mía y no lo quiero cerca de ti! ¡No me gusta como te mira...! -dijo bajando las manos a su cintura y abrazándola, estrechándola a su cuerpo.


-¿Acaso no recuerdas, que iba a bailar con Leonardo? Sergey fue muy respetuoso desde el momento en que me pidió bailar con él, tú no te opusiste. Y ya deja de justificar, tu actitud salvaje. ¡Suéltame, no quiero que me toques! -le exigió colocándole las mano en el pecho y empujándole. Fernando llevó un mano a su cuello para sostenerla y besarle, ella logró esquivarlo y él en reprimenda le mordió suavemente el mentón.


-¿Te gustaría que fuera Sergey, quien te tuviera así abrazada? -preguntó acercándose de nuevo a besarle. Paula le colocó las manos en el pecho, empujándole con fuerza, logrando hacerlo tambalear y zafarse de sus brazos. Levantó la mano y le dio una bofetada,  con toda la fuerza que le daba la furia e indignación que sentía en ese momento. Paula nunca antes se había sentido tan ofendida, tan herida, como lo estaba en ese momento, dio unos pasos marcando distancia.


-¡¡Eres un desgraciado!! -gritó mirándolo enfurecida- ¿Cómo te atreves a insultarme? ¿Piensas que soy una mujerzuela, como las que se acuestan contigo? -le recriminó, mientras él sorprendido por la bofetada, se frotaba la mejilla-. ¡¡Te odio Fernando!! ¡No tienes idea, de lo que me arrepiento... haberte amado...como te amé! ¡Esta no te la voy a perdonar! Vete antes que digas algo más y yo termine cometiendo una locura. ¡¡Vete Fernando!! -gritó, su cuerpo temblaba, la sangre le hervía, fulminándolo con la mirada, conteniendo las lágrimas que pujaban por salir de sus ojos. Fernando se dio cuenta había hablado de más y la había ofendido, se acercó abrazándola, aunque ella lo rechazara.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora