Secretos que salen a la luz

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Con los primeros rayos del sol asomándose, Sireni entredormida en los brazos de Rafaello le pide que esa noche fuera un secreto entre ellos dos. No podría mirar a la cara a Gina o Gian Franco si se enteraban de lo que había sucedido entre ellos. Ella no quería darles una mala imagen. Rafaello aceptó lo que ella le pedía, sólo lo haría hasta que hablara con el Capitán Domínguez. A Rafaello le costó abandonar la cama que había compartido con Sireni. Para él era muy difícil irse de su lado, después de haberle confesado que la amaba y de esa entrega tan apasionada por parte de ella.


Mientras me ducho pienso: «Después de anoche ya no hay nada que me separe de Sireni, ella es la mujer que he esperado toda mi vida. Entre nosotros ha nacido una confianza, una complicidad cómo la que existe entre dos seres que se aman profundamente, no  nos  hace falta palabras para comunicarnos, sólo con mirarnos a los ojos , ya es suficiente. Amanecimos amándonos, nos reíamos, nos acercábamos el uno al otro, nos acariciábamos, nos robábamos besos. Puedo decir que anoche, fue el reencuentro de dos almas que están destinadas a amarse, que se habían estado buscando y el día que se encontraron, sólo bastó mirarse a los ojos para reconocerse, aunque, tuvieron que esperar un tiempo para unir sus almas en una sola».


A media mañana me despierto, un olor a rosas invade mis fosas nasales, estiro el brazo esperando encontrar a Rafaello a mi lado. Mis dedos rozan algo suave, abro los ojos y veo sobre la cama un ramo de rosas de ese rosal que Rafaello cuida cómo su más preciado tesoro. Me inclino en la cama apoyándome en el brazo para contemplarlo mejor, sobre el ramo hay una nota, la cojo y leo lo que dice:"Buenos días, mi bella sirena, gracias por tu entrega y por darme la noche más feliz de mi vida, sé que para ti también fue muy especial. Eternamente tuyo, Rafaello". Sonrío  llevo la tarjeta a los labios, deposito   un beso y luego la coloco en mi pecho del lado del corazón. Apoyo la espalda en el cabecero de la cama, cojo un capullo de rosa, lo llevo a mi nariz y aspiro su aroma. Cierro los ojos y evoco lo vivido la noche anterior.


―Yo también te doy las gracias...por enseñarme lo que es ser amada y respetada. Te agradezco esa maravillosa noche, será una noche que no olvidaré mientras viva. A ti tampoco podré olvidarte, ni podré dejar de pensar en ti. Aunque me diga a mi misma que no debo pensar en ti, en todo lo que me hiciste sentir, no puedo dejar de hacerlo, aún siento en mis labios tus besos, en mi cuerpo tus caricias. Sé que está mal lo que hice, y, sé que debo mantenerme alejada de ti, para que no se repita lo que sucedió anoche... ―susurró aspirando el perfume del capullo, encojo las piernas, enlazándolas con mis brazos y apoyando la frente en las rodillas.


Rafaello esa mañana, no podía negar, ni esconder la felicidad que le embargaba. Se sentía pletórico, la noche anterior fue cómo un renacer a la vida, sentirse vivo, nunca había experimentado una pasión como aquella. Él era un hombre con experiencia, pero nunca había sentido con una mujer, ese deseo tan desmedido de no querer que ese momento terminara. Era consciente de que nunca se saciaría de Sireni.


Dos días después...


Rafaello caminaba apresurado hacia la cocina, ya había recorrido toda la casa y su última esperanza era localizar a Gina.


―¡Gina! ¡Gina!, ¿Dónde estás? ―La llamo en voz alta, desesperado por no verla al entrar a la cocina―, ¡Gina! ¡Gina por Dios, ¿Dónde estás? ― vuelvo a gritar y me dirijo a la bodega.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora