Sueños cumplidos

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Me detengo al oír su voz, volteo a mirarla, se me hace un nudo en el estómago cuando veo sus ojos, eran dos zafiros en dos lagos de lágrimas, su rostro reflejaba miedo. Estaba acurrucada abrazando la almohada, como si quisiera usarla para protegerse. Me acerco, me siento en el borde de la cama, dudo en colocar mi mano sobre la de ella, con ese gesto quiero transmitirle confianza y seguridad. Poso mis dedos con delicadeza, temiendo los esquive. Ella al sentir la calidez de mis dedos, se aferra a mi mano, como si fuera la mano de su salvador.


-Por favor...no digas que estoy aquí... -vuelve a suplicarme con voz ahogada, conteniendo el llanto. Se incorpora en la cama, se sienta, recoge las piernas, enlaza los brazos y pega las rodillas al pecho, apoyando la frente en ellas. No quiere que vea sus lágrimas.


―No te preocupes...yo no pensaba decir...que estabas aquí. Descansa luego hablaremos ―me dice en voz baja. Levanto el rostro para mirarlo, aunque no puedo verlo bien por estar de espalda a la poca luz que hay en la habitación, siento la calidez de sus ojos y confianza en sus palabras.


―Gracias...no quiero que él... que él, me encuentre... ―contesto cogiendo la almohada y abrazándola para protegerme.


―Descansa mi bella signora ―digo rozándole ligeramente con los dedos la mano. Esa pequeña caricia hizo que mi corazón alteara cómo si fuera un gorrión levantando el vuelo. Ella se estremeció, levantó la mirada fijándola en mis ojos, me dejé llevar por un impulso, le sujeto con delicadeza los dedos y acerco su mano a mis labios para besársela. Ese fugaz beso, ha despertado sensaciones dormidas, y sin darme cuenta se me escapa un leve suspiro. Me siento turbado por lo que acaba de suceder, puedo asegurar que ella ha sentido lo mismo. Me pongo de pie, camino hasta la puerta, coloco la mano en la manilla y me giro a mirarla, a pesar de la penumbra, veo las lágrimas brillar al bajar por sus mejillas.


En el Salón me esperaba el Capitán de la Guardia CivilJosé Domínguez, junto a otro agente, están investigando la desaparición de una turista que lleva semanas viviendo en el pueblo y que había sido vista por última vez, en la playa que es de mi propiedad. El capitán Domínguez está con las manos atrás sosteniendo una carpeta, mirando hacia la playa a través de la enorme ventana. Al oír que doy los "Buenos días" se gira.


Después de saludarme me explica el motivo de su visita, le comentó que no tenía idea de que una vecina del pueblo hubiese desaparecido, tampoco había visto a nadie extraño merodeando en la playa. De vez en cuando, sólo veo alguna pareja de jóvenes, buscando un poco de privacidad para dar rienda a su amor. Pocas personas del pueblo conocen el camino por el acantilado que lleva a la playa. Le volví a rectificar, que no había visto a ningún extraño en la playa, además cuando estaba en el estudio casi siempre era en la madrugada, cuando bajaba a tocar el piano, al no poder dormir.


El Capitán Domínguez, me dice tiene una fotografía de la turista, quiere que la vea, puede que haya visto a la señora, por los alrededores de la casa. Saca de la carpeta que tiene en las manos la fotografía y me la acerca para que la coja, cuando la tomo entre mis manos me quedo sorprendido, un estremecimiento recorre mi cuerpo de la cabeza a los pies. ¡No puedo creer lo que veo! Doy unos pasos y me acerco a la ventana, para que el Capitán y el otro Guardia Civil no vea lo turbado que estoy. La turista es una bella y glamourosa mujer de ojos azules, cabello castaño claro, vestida con un elegante traje de noche. Me quedó observando la fotografía ya que reconozco a la mujer, es la "bella signora que conocí en París".

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora