Ponerle precio al silencio

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Dos días después...


Fernando se encontraba en la empresa, estaba reunido en su despacho con Leonardo y Arturo, terminaban de realizar una videoconferencia con Thompson, informándole de la inesperada muerte de Estrella y que Arturo se encargaría de la obra. Sólo le pedían una semana para poder cumplir con los compromisos que tenía Arturo en la ciudad y luego viajaría a Vancouver. Thompson no puso impedimentos por el cambio de arquitecto, lamentó la muerte de Estrella y le pidió a Fernando hiciera extensiva sus condolencias a la familia. Fernando estaba firmando unos proyectos que le había presentado Arturo, cuando tocaron la puerta, molesto por la interrupción ordenó pasar a quien estaba del otro lado de la puerta.

- ¡Disculpe que le interrumpa... señor Fernando, aquí está el esposo de la señora Estrella, quiere hablar con usted, dice que es urgente. - expresó la secretaria asomando la cabeza, por apertura de la puerta.

Fernando levantó la mirada de los papeles que firmaba, miró a Leonardo y Arturo, luego a su secretaria, le sorprendió que su cuñado apareciera por la empresa con esa urgencia en verlo. Le pidió a Ángela le informara que en un momento lo recibía, terminó de firmar el proyecto, los presupuestos y le entregó las carpetas a Leonardo. Arturo y Leonardo recogieron los planos y procedieron a salir del despacho, Fernando les pidió hicieran pasar a Alfonso.

Alfonso saludó a Leonardo y se quedó mirando fijamente a Arturo, preguntándose si sería el amante de Estrella, sabía que era soltero y si lo detallaba bien, era un hombre en el que cualquier mujer se fijaría. Alfonso no le contestó el saludo a Arturo, entró al despacho y cerró la puerta. Ambos hombres se miraron extrañado por su actitud, Leonardo volvió a mirar a Arturo, luego a la puerta que ya estaba cerrada y le comentó a su amigo, que Alfonso lo había mirado con mucha aversión. Arturo dijo ignorar el motivo, las veces que se habían visto, no había actuado así, le restó importancia a la actitud de Alfonso y lo achacó al dolor por la perdida de Estrella.

Fernando al ver entrar a Alfonso apartó la mirada del monitor.

-¡Hombre, por fin se te ve la cara! Desde que te enteraste de la muerte de Estrella habías desaparecido. ¿Cuál es la urgencia Alfonso? -preguntó retirándose del escritorio y apoyando la espalda en la silla.

-Quiero que me digas, ¿quién de tus empleados era el amante de Estrella? -preguntó sin saludar, colocando las manos sobre el escritorio-. ¿Es el tío este que acaba de salir? ¿Arturo es su nombre? Hasta donde se, es el único arquitecto soltero.

Fernando se hizo el sorprendido, le recriminó por hacer ese comentario tan soez sobre la mujer que había sido su esposa y que estaba muerta. Alfonso hace oídos sordos a su reproche y continúa hablando.

- ¡Estrella tenía un amante y trabaja en esta empresa! Sospecho estaba embarazada. El día que murió, la mujer que trabaja en la casa se lo preguntó al verla vomitar, según ella llevaba semanas con náuseas al sentir el olor de la comida. ¡Si Estrella estaba embarazada, tenía que tener un amante! Tú tienes que saberlo, seguramente todos en la empresa saben quien era su amante. -exclamó enojado

Fernando acercó la silla al escritorio, apoyando los brazos sobre la madera.

-Puedo asegurarte que Arturo no tenía nada con Estrella. Es cierto está soltero, hace un año murió su esposa y todavía no ha superado esa pérdida. Tú estás haciendo suposiciones, que no creo que sean verdad. Además yo no estoy pendiente de la vida privada de mis empleados, lo único que me importa, es que hagan bien su trabajo. No he visto nada en Estrella, que me hiciera pensar que tenía un amante. ¡Si estaba embarazada, ese hijo es tuyo, no tiene porqué ser de un amante! Ella era tu esposa y por lógica las mujeres casadas, se embarazan de sus maridos.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora