El universo, la vida, dan buenas bofetadas

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Una hora más tarde divisó un Motel, redujo la velocidad y atravesó la entrada, estacionó en un lado de la puerta de la recepción, desde allí se podía ver a Paula dentro del automóvil sentada y dormida.  Reservó la habitación, el recepcionista se quedó mirando fijamente hacia el automóvil.  Jackson sonriendo le dijo que su mujer estaba cansada llevaban desde la madrugada en la carretera y ya era pasadas las dos de la tarde.

Preguntó si le podían llevar comida a la habitación, el chico le contestó que  podían llevarle unas hamburguesas sándwich y refrescos, al lado había una gasolinera y tenía bar.  Le dejó dinero al chico para la comida,  pagó la habitación, cogió la llave.  Se disponía a salir, se dio cuenta no le había dejado una propina al chico, sacó un billete de la billetera se lo puso encima del mostrador, para que no lo molestaran y lo despertaran al día siguiente a las nueve de la mañana. Le dijo que tocara fuerte, él y su mujer tenían el sueño muy pesado.  El chico hizo unas anotaciones en una libreta, cogió el billete y le dijo iba a pedir la comida, en cuanto la tuviera se la llevaba.

Medía hora más tarde, tocaron a la puerta de la habitación para dejarle la comida y los refrescos.  Jackson  la recibió, se sentó en la cama en un lado de Paula que dormía profundamente y se dispuso a comer mientras veía la televisión. Quería ver los noticieros, si había alguna información sobre la muerte de la enfermera. Como a las ocho de la noche Paula comenzó a moverse, se estaba despertando. Se puso de pie,  sirvió agua en un vaso, buscó la bolsita con las pastillas que tenía en el bolsillo de la chaqueta, sacó una pastilla y se acercó a Paula.  La levantó un poco en la cama le acomodó las almohadas para sentarla le introdujo en la boca la pastilla, le dio de beber agua.  Ella entre-dormida tragó y a los minutos se volvió a quedar profundamente dormida, volvió a acomodarla y la cubrió con la sábana.

Estrella,  Alfonso, en compañía de Leonardo, Francesca y Arturo esperaban ansiosos la llegada de Fernando. Las dos mujeres ya habían dormido a los niños, que no dejaban de preguntar por su madre, no la veían desde la hora del desayuno.  Fernando y Antonio entraron a la sala, por la seriedad y preocupación,  que vieron en sus rostros presagiaron no traían buenas noticias. Fernando se dejó caer en el sofá y apoyó la cabeza en el respaldar, mirando al techo soltó un suspiro.

—Paula está desaparecida, desde esta mañana... un hombre vino y se hizo pasar por un amigo, María dice que él pidió hablar con ella y luego... Paula la llamó para decirle que... iba a salir a visitar un pariente  —su tono de voz expresaba rendición y dolor—.  ¿Qué le dijo ese hombre para que Paula se fuera con él?  No lo sabemos, tiene que haber sido algo muy grave para que Paula se haya ido con un hombre que acababa de conocer   —se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas se cubrió el rostro con las manos—  Ya he puesto la denuncia en la policía... Unos detectives están siguiendo su rastro.  ¿Dónde están mis hijos?—preguntó mirando a los lados.

Francesca  le dijo ya estaban dormidos ella y Estrella se habían encargado de estar con ellos hasta que se durmieron.   Estrella les había dicho que Paula había ido a acompañar a la abuela a visitar un familiar que estaba enfermo. Fernando le agradeció no hubiesen comentado nada, no quería angustiarles, sólo esperaba que Paula apareciera antes del medio día, así no tendría que mentirle a sus hijos.

Pasada la medía noche se fueron Leonardo,  Francesca y Arturo, Alfonso dijo que se quedaban para hacerle compañía a Fernando y Estrella estuviera pendiente de los niños. Estrella le contestó que prefería irse a su casa, estaba cansada y le dolía la cabeza. Fernando se quedó mirándola fijamente y no le dijo nada, se puso de pie y caminó hasta el mueble bar, se sirvió un Whisky en un vaso, le dijo a Alfonso no hacía falta se quedara, era mejor que acompañara a Estrella  y se dirigió al estudio.  Alfonso salió al jardín allí estaba Estrella dentro del automóvil, le reprochó la falta de solidaridad  con su cuñado que estaba pasando un mal momento y con su hermana, que no sabían en que situación se encontraba. Sin nombrar a los chicos, que estaban ajenos a lo que estaba pasando con su madre.  Ella no le contestó nada, encendió el automóvil y le preguntó si se quedaba o se iba. 

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora