Quitándome la venda de los ojos

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Fernando durante años le hizo creer a Paula, que las fotografías que publicaban en las revistas del corazón eran falsas. En algún momento llegó a decirle que la periodista, estaba obsesionada con él y que alguna vez se le había insinuado.  Había rechazado varias veces sus invitaciones y  por venganza, mentía publicando fotografías donde él aparecía con alguna ejecutiva, diciendo era su amante.  Ahora al fijarse bien en el rostro de la chica que lo acompañaba, se daba cuenta que le había mentido muchas veces, esa chica no era la ejecutiva de una empresa dedicada a la importación de maderas, era una "Chica Escort" como lo demostraba la periodista en otras fotografías. Seguramente tampoco eran empresarias, ni ejecutivas, las otras mujeres que estaban a su lado en ese cóctel. Como tampoco lo serían las ejecutivas, o representantes de alguna firma comercial, esas que eran fotografiadas, cenando con él en algún restaurante conocido.


Paula confirmó de una manera muy dolorosa, que Fernando no mentía cuando le decía: «que pagaba a mujeres, para que le dieran placer». Alguna vez llegó a pensar, «era un farol, para conseguir lo que ella le negaba. ¡Qué estúpida, qué ingenua fue, al pensarlo! Ahora tenía las pruebas en sus manos, de que sí andaba con mujerzuelas y les pagaba para acostarse con ellas. No podía seguir engañándose, no podía seguir ocultando una verdad que ya era pública, tal vez era pública, desde hacía mucho tiempo y ella había querido tapar el sol con un dedo, ignorando,creyendo lo que él le decía».


Para Paula ver esa publicación, y especialmente esa fotografía, fue la gota que derramó el vaso. Ya no eran los periodistas que por vender le atribuían amantes, por verlo acompañado de alguna mujer en una fiesta. Eran verdades que escribían con pruebas y la prueba era ver esas fotografías, dónde él se bajaba del auto y entraba a ese edificio, del brazo de esa chica, una de sus amantes de turno. Más abajo habían varias fotografías del cóctel donde había estado, se le veía en lugares pocos concurridos por los invitados y como la chica lo abrazaba, le besaba el cuello mientras él tenía las manos por diferentes partes de su cuerpo.


Una hora después de estar cavilando, se puso de pie fue al baño y se lavó la cara, se aplicó maquillaje para ocultar un poco que había estado llorando. Se quitó las horquillas para deshacer el moño que se había hecho al cuando se había vestido, se paso los dedos por el cabello para peinarlo y ahuecarlo. Al terminar se miró al espejo, la mujer que vio reflejada en el espejo no era la misma que había visto a primera hora de la mañana cuando se había levantado.


Esta mujer no tenía un semblante de preocupación, tenía un rictus de amargura, reflejaba decepción, odio. Sí, tenía que reconocerlo, era lo que se veía en sus ojos, no le iba a decir que cambiara ese sentimiento, lo necesitaba para poder enfrentar todo lo que iba a encontrarse a partir de ese día. Salió del baño, fue al vestidor y se puso unos zapatos, se acercó a la cama y cogió la revista saliendo de la habitación para ir a al cocina, para comenzar a hacer los cambios que había pensado.


Al llegar a la cocina encontró a Amanda, María, Antonio y en ese momento llegaba Andrés el chófer, quien se encargaba de llevar los niños al colegio. Los empleados que habían presenciado el momento en que ella vio la revista, la miraron entrar tan serena que se quedaron expectantes, al ver que sostenía en sus manos la revista que contenía las fotos de Fernando.


-Me alegra que estés aquí todavía Antonio y que Andrés este llegando, así no tengo que repetir lo que voy a decirles. A partir de hoy van a cambiar muchas cosas en esta casa, quien no acate esos cambios y mis órdenes, puede darse por despedido. -dijo arrugando el ceño y con voz amenazante, mientras miraba a cada uno de los empleados.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora