Un punto y final

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Pepi, Solangel, Govinda y Alicia, al ver que era media mañana y Gisell Marie no había llegado, fueron a su casa para saber cómo estaba. Hablaron  con ella, logrando convencerla para que las acompañara a terminar de preparar la bienvenida que iban a darle a Paula. Ella fue con la condición que no permitieran que Gian Franco se le acercara, y así se lo prometieron sus amigas. Al llegar a la casa las demás chicas, la recibieron con mucho cariño, Alma y sus amigas se alegraron mucho al verla, pero quien más felicidad sintió cuando  entró  a la sala, fue Gian Franco. Ella saludo a Sergey y a Gian Franco ni lo miró, era cómo si él no existiera. Gilda, Yohanna, y Carmencita, viendo que se avecinaba tormenta entre esos dos tortolitos, se apresuraron a recibir al catering que traía la comida del bufete que servirían esa tarde. Todas se esmeraban para arreglar la sala, querían darle una gran bienvenida a Paula.

Gian Franco y Sergey, se habían ofrecido para ayudarles y hacerles más fácil el trabajo de decoración. Miriangel había hecho muy buena amistad con Sergey, ambos charlaban cómo si se conocieran de toda la vida. Sergey inflaba los globos y Miriangel iba formando la guirnalda que serviría de marco para la pancarta de bienvenida. Pepi y Govinda disponían las flores en los jarrones, hablaban con Gisell Marie, le pedían no fuera tan severa con el pobre Gian Franco, se veía desesperado por hablar con ella, cómo siguiera ignorándolo o diciéndole que no, el chico se iba a quedar calvo.

Ellas hablaban y reían mientras Alicia, y Solangel se encargaban de bajar los jarrones al estudio de Rafaello. Allí también colocarían muchas flores, así lo había pedido él, esa noche tocaría el piano acompañado de su hija y una invitada especial tocaría el violín. Rosa Elvira y Karina, se hicieron cargo de entretener a Alma y sus amiguitas.  Karina era maestra en Argentina, estaba acostumbrada a estar con niños. Rosa Elvira, en su país vivía rodeada de sus sobrinos, además era una chica muy dulce, tenía mucha facilidad para narrar cuentos y dramatizarlos. Alma estaba feliz, por la compañía de sus amiguitas,  y por ver cómo en tan pocos días, le habían leído y contado tantos cuentos que había perdido la cuenta.

Pasado el medio día, Paula abandonó la clínica sin soltar la mano de Rafaello, lo sujetaba cómo si sus dedos si fueran  grillete. De vez en cuando se giraba a mirarlo, los ojos de Rafaello le transmitían amor, serenidad aún así ella no dejaba de sentir una intranquilidad que le estaba oprimiendo el pecho. Mientras bajaban en el ascensor y caminaban al aparcamiento, Francesca y Ulises le informaban que el Hospital Psiquiátrico estaba a escaso diez minutos de dónde se encontraban. Tanto la Clínica cómo el Hospital, se encontraban en el centro de la ciudad. Antes de subir al automóvil Paula quiso acercarse al parque que estaba frente a la Clínica, ella pasaba horas de pie ante la ventana observando el parque y las personas que entraban. Muchas veces quiso pedirle a las enfermeras, si sería posible ir a dar un paseo, estar en contacto con la naturaleza y respirar aire puro. Quería visitarlo antes de irse

Después de guardar la maleta con sus pertenencias en el automóvil, pasaron la avenida, Francesca y Ulises se quedaron en la cafetería que había en la entrada del parque. Paula y Rafaello se quedaron observando el reloj de flores que se encontraba en un lado. El reloj marcaba cada cuarto de hora con una flor de color diferente,  y cada hora estaba marcada por una linea de flores de lavanda. El olor  de las flores de geranio, botón, pensamientos, invitaron a Paula a respirar  profundo para llenar sus pulmones de ese exquisito olor y así limpiarlos del olor a medicamentos y alcohol que respiraba en la habitación de la clínica.  Se adentraron en el parque,  caminando hasta llegar a un estanque, en el cual ella se detuvo. Paula sin soltar la mano de Rafaello se sentó en un banco que había cerca, él se quedó de pie, observando, cómo su rostro reflejaba cansancio. Rafaello tuvo deseos de abrazarla, consolarla, decirle que no se preocupara, él estaba ahí para apoyarla, cuidarla, ayudarla, a que todo fuera más fácil y llevadero.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora