Verdades que matan

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Miami, Florida.



Paula llevaba cuatro días hospitalizada, Fernando no se había movió de la puerta de la habitación, veía entrar y salir los médicos a Francesca, Leonardo, Ifigenia, su suegra, todos  menos él. Francesca y Leonardo se compadecían de verlo ahí sentado o caminando de un lado al otro, frente a la puerta. Doña Elvira quiso que entrara con ella, Paula no podía prohibirle la entrada, si ella estaba presente, él no quiso por temor a alterarla y que le prohibieran estar en el pasillo. Fernando no la veía desde el día que ella despertó y le pidió saliera de la habitación. Todos entraban con prisas, no abrían mucho la puerta, él sólo deseaba ver a Paula, preguntarle si ya había cambiado de parecer y podía entrar a estar con ella.


Días después...


Esa tarde estaba de pie frente a la puerta esperando que saliera Ángela para poder ver a Paula aunque fuera de forma fugaz. Tenía las manos en las caderas y la cabeza baja inhalando llenando sus pulmones de aire, lo contenía hasta que ya no podía más, luego lo expulsaba lentamente, era la forma de tranquilizarse para no abrir la puerta y entrar a la habitación a la fuerza. Estaba mirando al suelo, movía la cabeza a los lados ejercitando el cuello, le dolía de estar sentado durante tanto tiempo, en esas incomodas sillas que estaban cerca de la puerta de la habitación. La noche anterior, se había quedado durmiendo en una de las butaca, que había en la sala. Al girar a su lado izquierdo de reojo vio venir un hombre con un enorme arreglo floral, sin levantar la cabeza enfocó la mirada, al ver de quien se trataba, cogió aire y se enderezó para enfrentarlo.


—¿Qué demonios haces aquí Sergey? —preguntó en voz alta, mirándolo enfurecido. No le gustaba que estuviera ahí y ver que venía con la intención de visitar a Paula.


—Hola Ferrnando. No vengo a verrte a ti. Vengo a visitarr a Paula, ella sabe que vengo a verrla.


—¡Vete Sergey!  ¡No vas a entrar a ver a Paula! ¡No te quiero cerca de ella  —dijo en voz alta. Sergey lo miró, sonrió desafiante, no le contestó, fue a darlos pasos que lo separaban de la puerta. Fernando se adelantó y se colocó delante, comenzaron a discutir en voz alta. Dentro de la habitación, Paula estaba sentada en la butaca hablando con Ángela, al oír las voces, reconoció la voz de Fernando, le pidió la ayudara a levantarse para ver que era lo que pasaba. Abrió la puerta, vio a Fernando ofuscado discutiendo con Sergey.  Fernando al sentir abrirse la puerta se giró  y  vio a Paula, se acercó a ella.


—Mi amor, ¿Podemos hablar un momento? —susurró para que sólo ella le oyera. Paula no lo miró dirigió su mirada a Sergey.


—Hola Sergey...pasa por favor... —Paula le pidió con voz firme. Fernando estaba frente a ella y no se movió para darle paso a Sergey.  Ella miró a Fernando molesta.


—¡Ahora no voy hablar contigo! Tengo visita, y ni se te ocurra hacer un escándalo, porque te mando a sacar con Seguridad y hago que te prohíban la entrada a la clínica.   —le advirtió con voz firme mirándolo a los ojos desafiante, al ver que soltaba un bufido enfadado por su negativa de oírle. Fernando la miró y tuvo deseos de apartar su mano de la manilla, hacerla a un lado cerrar la puerta y abrazarla fuerte contra su cuerpo, besarle, hasta hacerla reaccionar, pero no quería forzarla, no quería aumentar su enojo. Resignado, frustrado, cerró los ojos, respiró profundo y soltó el aire por la boca lentamente, tratando de tranquilizarse. Abrió los ojos para retroceder y alejarse, en ese momento la vio con los ojos cerrados, si ella no quería mirarlo, le devolvería con besos, el depreció que ella le hacía. Conteniendo la respiración acercó el rostro a ella y le besó los labios arrastrando los dientes lentamente sobre su labio inferior, tomándola por sorpresa.  Paula apartó el rostro, abrió los ojos, unos ojos que lo miraban y  que despedían llamaradas de fuego, deseando matarlo.  Ella no le hizo ningún reproche, dio un paso atrás, Fernando la miró  y sonrió con satisfacción, de verla enojada con las mejillas encendidas.  Él sin decir palabra se giró quedando frente a Sergey, fulminándolo con la mirada, dirigió sus pasos hacia el ascensor.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora