La felicidad es efímera

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Al finalizar el concierto, el director de la orquesta Sinfónica, dio las gracias al público, a los músicos y en especial al pianista Rafaello Constantini, que esa noche les acompañaba. Rafaello se puso de pie,  recibió la ovación y los aplausos del público, su hermano y su hija lo vitoreaban orgullosos. Esa noche, había ganado un grupo de fans, que lo aplaudían a rabiar y deseaban conocerlo. El director de la Sinfónica y Rafaello, emocionados se inclinaron varias veces dando las gracias, al entusiasmado público que los aplaudía enardecido por la extraordinaria interpretación. Las ansias de las chicas por conocer al pianista, aumentaron cuando se enteraron era el hermano de "el italiano", cómo le llamaba Giselle Marie. Rafaello una vez más demostró con su interpretación que era un gran pianista y que los años alejado de los escenarios no le habían restado la admiración del público. Rafaello interpretó cada Sonata  pensando en Sireni, mentalmente se las dedicó a ella, cómo le había prometido, hubo momentos en que sus dedos se veían delizarse por las teclas del piano, cómo si fueran bailarinas danzando, el "Lago de los Cisne".


Giselle se acercó con Jorge a dónde se encontraban las chicas conversando, les comentó él sería el moderador de la tertulia. Las chicas lograron conectar muy bien con Jorge, mantuvieron una conversación en la que sólo hablaron de temas literarios. Él quedó encantado con ellas, ya que tendría parte de un público lector muy selecto y culto, ya que muchas de ellas escribían poesía y daban sus primeros pasos como escritoras. La presencia de esas chicas, haría muy interesante la tertulia. Yohanna le comentó a Jorge que tenía un ligero acento colombiano, él dijo era colombiano, aunque llevaba años en Argentina, trabajando para una editorial en Mar de Plata. Miriangel que lo oía con mucho interés, se sorprendió al oírle decir la ciudad dónde vivía, era la misma ciudad dónde ella vivía. Ella comentó lo pequeño que era el mundo, viviendo en la misma ciudad, no habían coincidido nunca en ninguna tertulia literaria, y fueron a conocerse en otro país.

Jorge le aclaró qué en Mar de Plata, no participaba directamente en tertulias, su trabajo de editor y escritor, lo absorbía al completo, cuando su trabajo se lo permitía, asistía cómo público. Ahora había aceptado la invitación de Giselle Marie, aprovechando iba a pasar una semana en la isla y a petición de una amiga que ambos tenían en común. Estuvo conversando con las chicas, sobre uno de los libros que iban a debatir y ellas le preguntaron, si conocía a los escritores que iba a presentar, él muy gentil les informó que sólo a una escritora le había leído su novela. Jorge las invitó a desayunar al día siguiente, para entregarles unos libros que traía de regalo.


Giselle Marie, interrumpió la conversación, pidiéndole a Jorge le acompañara un momento para que conociera a la Concejala de Cultura, mientras hablaban, ella sonreía de ver a Gian Franco que parecía estaba celoso de Jorge. Miriangel le comentaba a Alicia, Jorge lo que tenía de guapo, lo tenía de serio. Govinda se quedó mirándolo mientras hablaba con la Concejala, y comentó, no era serio, sólo era un hombre muy hermético, de esos que no les gustaba indagar en la vida de otros, ni qué lo hicieran en su vida. Govinda fijó sus ojos en Miriangel para decirle no le iba a ser fácil entablar con él una conversación que no fuera referente a literatura. Él no era el chico que ella esperaba le robara el corazón. Las demás chicas estuvieron de acuerdo con el pequeño análisis que le había hecho Govinda al escritor, seguramente ya el tenía ocupado su corazón por otra persona.


Gian Franco le presentó a las chicas a su hermano. Rafaello estuvo un rato con su hija y con ellas, hablaron de lo bello que había sido el concierto, le preguntaron cuando tendrían oportunidad de escucharle tocar el piano de nuevo. La niña se adelantó a contestar y las invitó a su casa, para que la vieran tocar el piano junto a su padre. Rafaello confirmó la invitación de su hija y ella feliz les comentaba, cuando ella fuera grande, iba a dar conciertos como su padre, él era un músico que tocaba cómo los ángeles. Las chicas quedaron fascinadas con la sencillez y amabilidad de Rafaello, de Alma les enamoró la ternura, el orgullo y embeleso que mostraba por su padre. Rafaello les reiteró la invitación a su casa, Gian Franco se encargaría de llevarlas, se despidió diciendo eran las diez y media, la niña debería de estar ya durmiendo, además su chica lo esperaba en casa, ella no había podido asistir, por encontrarse indispuesta. Las chicas suspiraron desconsoladas, al saber que "el pianista" ya tenía dueña, con lo guapo y dulce que era, no les extrañaba.

Sirena del OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora