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—¿Geraldine?, ¿qué pasó? —preguntó alarmado, tenía un mal presentimiento.

—Tienes que venir en este momento —la pequeña parecía estar a punto de llorar, ¿qué podía ser tan malo?

—¿Mamá esta bien? —cuestionó al tiempo que entraba a la casa, seguido por Mickey quien ahora también estaba preocupado.

—Llega lo más pronto posible... por favor —pidió muy apenas.

—Estaré ahí lo más rápido que pueda —respondió alarmado para después voltear a ver a Mickey— es una emergencia, ¿me prestas tu auto? Te lo pido.

—Yo te llevo, ve a recoger tus cosas —interrumpió justo antes de que Colin pudiera decir algo más— no hay excusas, yo te llevo.

—Gracias —lo miró por unos segundos antes de dirigirse a la habitación y empezar a tomar todas las cosas que habían comprado el día anterior.

Era una pena, Colin realmente hubiera querido quedarse la semana ahí... lejos de todo lo que le recordaba a Wesley. Lejos de los problemas, pero parecía que solo iba a regresar para encontrarse con más problemas de los que había dejado al irse.

—¿Ya se van? —preguntó la abuela de Mickey, quien salía de la habitación— si llegaron muy apenas.

—Surgió un problema en casa —sonrió un poco— lo siento.

—Para que te tenga llorando debe ser algo grave —tomó su mano, mientras le sonreía de vuelta— no te preocupes.

—Muchas gracias —se acercó a abrazarla— le prometo que vendré luego, incluso si es por mi cuenta.

—Los estaré esperando —le regresó el abrazo— una cosa más antes de que se vayan... —habló antes de que Colin diera media vuelta— mi nieto, él es un buen chico...

—Lo sé —interrumpió.

—No le hagas daño, él realmente te quiere —su mirada suplicaba.

—Lo sé —repitió con una pequeña sonrisa.

—Espero todo se resuelva —dijo por último, para así Colin dar la vuelta y caminar en dirección a la sala.

—¿Todo listo? —preguntó Mickey, a lo que Colin simplemente asintió— iré a despedirme, no me tardo.

Cinco minutos más tarde Mickey estaba de regreso con Colin y dos horas más tarde, el mayor estaba estacionando frente a la antigua casa de Colin.

—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó Mickey.

—Te he causado tantas molestias... deberías volver a casa —tomó su mano, mientras lo veía directo a los ojos.

—Si hay algo que pueda hacer para ayudar llámame, por favor —sin previo aviso se acercó a darle un beso en la mejilla.

—Gracias —sonrió un poco y salió del carro, sin esperar respuesta.

Una vez estuvo frente a la casa, abrió la puerta y entró, caminó hasta la sala para encontrar a Geraldine sentada en uno de los sillones, era claro que había estado llorando. Colin se acercó a ella.

—¿Qué fue lo que pasó? —cuestionó sentándose junto a ella.

—Papá... —fue lo único que pudo decir antes de romper en llanto una vez más.

—¿Dónde esta mamá? —preguntó una vez más, a lo que la pequeña simplemente señaló hacía arriba— regreso en un momento.

Colin se levantó del sillón y caminó hasta la planta alta. Primero entró a la habitación de su madre, para encontrarse con un desastre enorme. Seguido caminó hasta la habitación que era suya, su madre estaba ahí, acostada en la cama... mirando por la ventana.

—Mamá —llamó Colin. 

—Dios mío... Colin, sal de aquí, por favor —pidió, escondiendo el rostro en la almohada— no quiero que me veas así.

—¿Qué sucedió?, ¿dónde esta Tyler? —se sentó en la cama, ignorándola.

—Se fue, lo corrí —contestó muy apenas— cariño... deberías irte, no es bueno que me veas de esta manera.

—No me iré, no te dejaré así... ¿qué hay de Geraldine? —posó la mano sobre su hombro— respira hondo y dime que fue lo que paso, para saber de que manera puedo ayudar.

Se quedó callada, para segundos después sentarse en la cama y voltear a ver a Colin.

—Quería preparar una sorpresa por el cumpleaños de Geraldine mañana, así que pedí permiso en el trabajo para poder salir temprano —quitó el cabello de su rostro— había un carro que no conocía estacionado en mi lugar, pensé que los amigos de Tyler habían venido, me había dicho esta mañana que se tomaría el día... cuando entre a la casa todo estaba en silencio, subí a mi habitación y fue cuando lo encontré, junto a su secretaria —tragó saliva, si había algo que caracterizaba a la mamá de Colin era su manera de enfrentar malas situaciones. Colin sabía que por más que lo que pasó, su madre no lloraría.

—¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó, pasando la mano por su cabello, tratando de calmarla un poco.

—Comencé a arrojar sus cosas por la ventana —soltó una pequeña risa— y justo en el momento en que le estaba diciendo que se fuera llegó Geraldine, no era mi intención que viera lo que vio, pero lo que más me sorprendió fue que Tyler ni siquiera volteo a verla en su camino de ida.

—Volverá por ella, sabes que esa niña es todo su querer —sonrió un poco, para una vez más, tratar de animarla.

—No voy a deprimirme por esto, él hizo su elección —se levantó de la cama— gracias por venir cariño.

—No agradezcas mamá —se levantó también— lo mejor será que regrese con ustedes un buen tiempo —habló después de que los dos iban bajando las escaleras— no está sujeto a discusión —advirtió antes de que su madre pudiera decir algo.

—Esta bien —trató de sonreír— no quiero arruinarle su cumpleaños a Geraldine, así que no hablemos de esto hasta después.

—Entendido —sonrió— iré por un par de cosas al departamento, me llevaré tu auto.

—No tardes, por favor —suspiró— iré a ver como se encuentra tu hermana.

Colin tomó las llaves del carro de la mesa de la cocina y salió en dirección a su apartamento. Mientras tanto, Mickey había ido a comprar algo de comida, por lo que había tardado un poco más en regresar. En cuanto bajó del carro se dirigió al buzón con el número de su departamento, ya que dudaba mucho que Louie hubiera salido a ver si había llegado algo importante.

Dos sobres con publicidad y uno con el nombre de Colin escrito en letra cursiva. La misma letra que la de la otra carta. Era de Wesley. 


Qué Tan Lejos Hemos LlegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora