Capítulo 11

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Al día siguiente me encontraba un poco mejor, quise tomar aquello como una pesadilla solamente, y no darle importancia alguna. Joel pasó por mí a la hora de siempre; lo necesitaba, necesitaba a mi mejor amigo; pero no quería que me hiciera hablar de la noche anterior.
-¿Y? ¿Quién fue tu cita? ¿Cómo salió todo? ¿Resultó un idiota? ¿Por qué no me llamaste? ¿A qué hora llegaste anoche?-me bombardeó con preguntas tal y como lo había pronosticado.
-Hola ______, ¿cómo estás. Yo bien Joel, ¿y tú?-le miré mordáz.
-Lo siento-se disculpó-Sólo quería saber que tal te fue.
Inspiré con enfado.
-Bien, contestando a tus preguntas: Christopher fue mi cita, la cual resultó un asco por que él es un idiota. Estaba demasiado ocupada en crear un insulto para Christopher que olvidé llamarte. Mi "cita"-hice las comillas con las manos-Se acabó a las diez de la noche y llegué a casa media hora después lo bastante cansada que no tardé más de quince minutos en perder la conciencia.
-¿De verdad resultó tan mal?-preguntó al notar el tono hosco de mi voz.
-¿Tú que crees?-musité.
Llegamos al instituto, donde las clases se convirtieron en un fastidio soportable comparado con lo que había vivido la noche anterior.
Me descubrí muy distraída (más de lo que siempre he sido) en cada clase; le restaba demasiada importancia a lo que tenía como obligación escuchar y comprender, y más cuando el fin de curso se avecinaba y los exámenes vendrían tomados de la mano con ello.
En estos últimos días había notado una expresión ausente en el rostro de Lola; y eso me tenía inquieta, no parecía ser ella misma, se notaba triste y eso me preocupaba; después de todo, ella era una de las pocas personas con las que compartía un poco de mi vida.
Por la tarde estando en casa, me dirigí a mi habitación; aquellas cuatro paredes que me habían visto crecer por diecinueve años, eran mi refugio. Miré la chaqueta de Christopher sobre mi cama, aún estaba allí. Le lancé una mirada envenenada y furiosa, como si aquella prenda pudiera comprenderme. Vaya locura a la que había llegado.
-Estúpido Christopher-refunfuñé en susurro.
Tenía pensado darle la chaqueta a Zabdiel para que se la devolviera; yo no iba a hacerlo y si él la quería, entonces que él viniera por ella.

(...)

Había amanecido con un extraño ambiente soleado para ser Noviembre. El renuente desgano propio de mí en cada mañana había enfatizado más en mi cuerpo. Levanté medio cuerpo de la cama y mi vista se posó en la prenda que descansaba sobre una de las esquinas de mi acolchonado mueble. Genial, ahora el primer pensamiento del día había sido aquella persona que ahora detestaba. Me levanté a regañadientes y tomé la chaqueta para deshacerla de mi vista, así que la deaparrcí entre todo mi desordenado armario. Me preguntaba hasta cuando se dignaría a aparecer reclamando lo que le pertenece. ¿Tanto me odia como para dejar aquel objeto en abandono sólo por haber sido usando por mí?. Que estúpido e inmaduro de su parte.
A las últimas horas tenía clase de Economía; un tema que me parecía aburrido en exceso, pero que me resultaba de lo más sencillo; poniendo claro, la atención debida. Me senté ocupando un lugar de la última fila del lado izquierdo del aula; ni siquiera le tomé importancia a la persona que se sentó a mi lado. Tomé mi bolígrafo y garabateé sobre mi cuaderno, el tema que el señor Gomez nos expondría hoy.
Empezé a pensar en Christopher; alguna razón tenía que haber para que le disgustara tanto, si no era el asunto de estar celoso de Zabdiel por Andrea; entonces, ¿qué era?. Mi cerebro no podía producir alguna otra hipótesis loca, por mucho que me estrujara los sesos en busca de respuestas, éstas se negaban a cooperar. Quizá... ¿no le gustaba mi forma de vestir?. Me burlé ante aquella idea, era demasiado ilógico e inmaduro. ¿Cómo podría odiarme por eso?, su razón parecía ser fuerte y no una estúpidez como esa. De acuerdo, ¿odiarme?. No, él mismo lo negó; sin embargo, se negaba a ser mi amigo; tal vez mi forma de ser tan torpe y despistada le desagradaba; no me odiaba por eso, pero era lo suficiente como para que él no quisiera relacionarse con una persona como yo. Refunfuñé para mis adentros; aquella hipótesis era lo mejor que tenía y aún así, no me parecía lo suficientemente buena como para justificar su desagrado hacía mí.
El pitido del timbre de salida interrumpió todo tipo de cavilaciones que mi cabeza producía; miré la hora extrañada. ¡Dios santo! ¡Eran ya las dos de la tarde? ¿Cómo diablos se pasó tan rápido la hora?.
-Más vale que estudien esto, vendrá en su examen de la próxima semana-oí al profesor Gomez decir mientras borraba sus anotaciones de la pizarra.
Miré mi cuaderno y mis apuntes eran sólo una hoja en blanco con las palabras "Tasa de valores" escritas en la parte superior de esta. Miré hacía todos lados, todos recogían sus cosas ya. Rayos, me gasté todo el tiempo cavilando alguna razón para justificar el desprecio de Christopher que no tomé más nota que el tema.
-¿Necesitas ayuda?-musitó una voz femenina que no reconocí puesto que no la escuchaba mucho.
Me giré hacía la izquierda; aquella dulce voz provenía de mi compañera de clase, la chica que se había sentado conmigo. Leslie.
-Algo-admití un poco avergonzada.
-Toma mis notas, puedes copearlas si quieres.
-Gracias-dije con toda sinceridad que me encargaba en ese momento.
Ella me sonrió y dejó su cuaderno a mi lado para después salir por la puerta.
Agradecí infinitamente a Dios que fuese Leslie quien haya compartido asiento conmigo. Era una de las más inteligentes de la clase y sus apuntes seguro me ayudarían bastante. Me arrepentí de un momento haberla juzgado mal; por su apariencia parecía ser una chica vanidosa y materialista. Ojos pardos y grandes bien coloreados con sombras sobre sus párpados; cabello negro y rizado que llegaba a la altura de sus hombros, con un fleco que a producto de planchas siempre lucía lasio; su complección era delgada casi como yo, pero lucía más. Era bonita en realidad.
Tomé su cuaderno junto con los míos y los metí todos en mi morral.
Joel me esperaba en el estacionamiento, arriba ya del mustang antiguo color negro.
-¿Porqué tardaste?-preguntó curioso.
-Hice barios descubrimientos-él me miró intrigado. Continué-Me he dado cuenta de cuán despistada puedo ser, también de que mi desconcierto puede causar compasión y de que Leslie Masaen no es una mala persona.
Joel rió y piso los ojos en blanco.
Llegué a casa con la cabeza llena de preguntas y por mucho que buscara, no le encontraba respuesta a ninguna.
Miré el cielo estando sentada junto a la ventana de mi cuarto. Otro día había llegado a su fin, la noche había colocado su manto estelar y el sueño empezaba a hacer presencia. Había estado por horas mirando hacía la nada a través de mi ventana, pensando alguna razón por la que Christopher no quisiera ser amigo mío. Había estado pensando todo el día en eso. ¡Vaya manera de gastar en tiempo!.
Retiré mi vista de la brillante luna y miré fugazmente hacía abajo, donde mi mirada se posó en la puerta de la casa de enfrente. Christopher me miraba y como un niño que fue pillado haciendo algo que no debía, se introdujo en su casa cuando mi vista se fijó en él.
Vaya anomalía de pensamientos, ahora todos giran en torno a Christopher. Era extraño.

(...)

El astro rey hizo su trabajo de reloj despertador golpeando con sus delicados rayos mi cara; abrí los ojos y la luz me los lastimó; había olvidado cerrar las cortinas de mi ventana.
Me levanté agradeciendo que fuese sábado y no un fastidioso día entre semana, la escuela tenía sus límites, y yo los amaba. Me estiré un poco para intentar eliminar la pereza pero la verdad es que no sirvió de mucho.
Abrí la llave del agua caliente y me desvestí para introducirme a la ducha; no tardé más de diez minutos en bañarme, pero antes de volverme a vestir oí como el timbre sonaba sin cesar. Tomé de un jalón la toalla y la enredé alrededor de mi cuerpo. Con mucho cuidado pisaba para no resbalar puesto que mis pies y todo mi cuerpo aún estaban completamente mojados. Logré llegar hasta la puerta, casi podía deducir quién estaba del otro lado tan desesperado por que le abriera.
-Joel-lo fulminé con la mirada al abrir la puerta.
-¿Porqué tardaste tanto en...?-me miró con detenimiento-¡Oh!-expresó-Lo siento.
-¿Podrías ser más paciente?. No te haría daño-dije con voz mordaz.
-¿Y tú menos tarada?. Tampoco te haría daño-repuso del mismo modo.
-¿Quieres callarte y pasar?. Hace frío y por si no lo has notado; estoy mojada, desnuda y sólo una toalla me abriga-gesticulé con mi cabeza para indicarle que se metiera.
Joel puso los ojos en blanco y se introdujo a la casa; antes de cerrar la puerta pude visualizar a Christopher en la acera de enfrente; vi en su rostro una expresión algo perpleja; pero en sus ojos, que me miraban desconcertados, aunque estuviera a una distancia retirada, podía identificar un profundo resentimiento y... ¿dolor?. Cerré la puerta despacio, sin que Christopher despegara de mí su vista, no dejó de mirarme sino hasta que la blanca madera se interpuso entre sus ojos y yo. Giré la cabeza lentamente y me encontré con la mirada acusadora de Joel; quien con ojos acusadores, sonreía de manera maliciosa.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora