Capítulo 18

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Mi movimiento hizo despertar a Christopher, me inundé de pánico en ese momento; y ni cerebro, negando a cooperar sólo me brindó el instinto de cerrar los ojos de nuevo y fingir que dormía. Sentí como Christopher separó su mano de mí y supuse que la llevó a su rostro para tañarse los ojos.
-Zabdiel, ¿cuánto tiempo falta?-preguntó con pereza.
-Ya llegamos-dijo su hermano victorioso-Joel, despierta a Lola; Christopher, despierta a ______.
¿Lola también se había dormido?.
Mi corazón latió fuerte al oír a Zabdiel decir que Christopher tenía que despertarme de mi fingido sueño. Escuché a Joel hablarle a Lola, y esperé a que Christopher lo hiciera conmigo, pero no hablaba, ni siquiera se movía.
Oí el rugido del motor cesar, indicando que ya habíamos arribado al dichoso lugar. Oí también el sonido de las puertas abrirse y el crujir de los zapatos contra el piso de la tierra de aquel bosque cuando bajaron. ¿Por qué Christopher no me despertaba?.
-Vamos Christopher-oí la voz de su hermano animándole a que bajara del vehículo.
Entonces sentí la cálida y varonil mano sacudiendo mi cuerpo delicadamente. Había descubierto un talento oculto, fingir con cualquier otra persona que no sea Joel, se me daba bien. Empecé a abrir los ojos lentamente y no tuve que fingir puesto que el sol me los encandiló cerrándolos de nuevo. Me levanté poco a poco, y la confusión era algo que no tenía que fingir tampoco. Sentí la chaqueta resbalar sobre mi piel y caer en el asiento. Miré a Christopher, este miraba hacia abajo, parecía incómodo. Acto seguido se bajó del vehículo sin decir nada, solamente con la mirada fugitiva.
Di un suspiro de desgano, tendré que soportar esa actitud por dos semanas; quizá debería ir escribiendo mi propio libro de holocaustos actuales. Tomé la chaqueta negra de Christopher y bajé del vehículo también cerrando la puerta con la mano. Todos los demás ya habían sacado las maletas de la camioneta; pero todos hacían una desordenada fila horizontal a unos cuantos metros. Miraban algo con mucha atención. Fui la última en acomodarme junto a ellos y la última también en darse cuenta del pequeño problema que se nos presentaba.
Las cabañas eran acogedoras, parecidas a las de las películas; de madera de roble bien cimentadas al piso de la tierra, unas pequeñas casitas hechas de madera, el problema era que sólo había tres.
-¿Cómo nos dividiremos?-preguntó Lola.
-Somos seis, supongo que será de dos en cada cabaña-contestó Zabdiel.
-Eso lo sé... lo que pregunté fue; ¿quién con quién?.
-Bueno, podemos hacer esto...-dije y todos voltearon a verme, continué-Zabdiel y Christopher juntos en una, Lola y Andrea en otra, y Joel y yo en la última.
-¡No!-me sorprendió oír la voz de Christopher negarse rotundamente. Todos lo miramos atónitos-Quiero decir... que no es correcto que una mujer duerma en la misma habitación que un hombre-musitó.
-Pero Joel es mi mejor amigo y...
-Yo estoy de acuerdo con Christopher-me interrumpió Lola.
-Sea o no sea correcto, tenemos que hacerlo; alguien tendrá que compartir con un hombre-dije.
-Entonces que Zabdiel y Andrea se queden en una cabaña, Lola contigo en otra, y yo con Joel-interpuso Christopher en voz tajante.
-Por mí está bien-dijo Lola.
-Por nosotros igual-declararon Zabdiel y Andrea al unísono.
-De acuerdo-respondí frustrada de que Christopher tuviera la victoria.
Nos acomodamos en las cabañas, que no sólo por fuera eran bonitas, sino también por dentro, eran verdaderamente acogedoras. Me quedé con una de las camas de la cabaña de a medias, la que Lola y yo compartíamos. Comencé a acomodar mi maleta y fue que me di cuenta de lo que aún sostenía en mi mano. La chaqueta de Christopher.
Tocaron la puerta y Lola fue a abrir. Joel quería estar el mayor tiempo posible cerca de ella. Aproveché para ir a la cabaña de Christopher y entregarle su chaqueta. Salí dejando a Joel y a Lola solos y me dirigí al lugar antes dicho. Toqué la puerta entreabierta y oí a Christopher decir "adelante" de una forma tan amable que supuse que no sabía que era yo.
Me introduje y lo vi desempacando, el sol que se filtraba por la ventana chocaba contra su hermosa piel y la hacía resplandecer.
-Hola-dije tímidamente y fue entonces cuando él se giró a mirarme.
-Joel no está-me dijo tajante.
-No busco a Joel, te busco a ti.
Su expresión cambió de repente, se volvió sorprendida pero entusiasta.
-Vine a traerte tu chaqueta. Gracias por... lo que sea que hayas hecho-musité dándole la prenda.
-Ah... claro-dijo decepcionado.
Me cuestionaba si era buena idea o no preguntarle a él cómo es que llegué a sus piernas; pero decidí mejor no hacerlo, sabía que me mentiría o que evadiría el tema. Así que me propuse esperar hasta preguntarle a Joel.
-¿Eso era todo?-preguntó con voz hostil, sacándome de mis pensamientos.
-Ammm... no-sin embargo había algo que si moría por preguntarle. Me miró con los ojos resplandeciendo de curiosidad-¿Por qué...-vacilé-¿Por qué no quisiste que Joel y yo compartiéramos la cabaña?.
-Ya lo dije, no me parece correcto que un hombre y una mujer duerman juntos si no son nada-respondió mientras su mirada recorría la habitación como si buscase algo.
-Claro, pero si es correcto que Andrea y tu hermano lo hagan, ¿no?.
-Ellos se gustan; además, tú misma lo dijiste. Alguien tenía que compartir así la cabaña-dijo y se dio la vuelta para seguir desempacando-¿Eso era todo?-volvió a preguntar.
Una vocecita dentro de mi cabeza gritó "¡No!" ya que insistía en soltar aunque sea una pregunta más de las tantas que el sólo nombre de Christopher me formulaba. Di un suspiro de resignación.
-Sí-y mentí controlando todos los impulsos dentro de mí.
Salí de la cabaña. Era casi imposible tener una charla sin que él sacara su actitud hostil y por consecuente, yo la mía. Me quedé un momento allí de pie, justo afuera de la choza de madera que antes había pisado. Miré hacía la copa de los grandes árboles, donde el intenso follaje que aún permanecía verde a pesar de ser otoño, no permitía el paso completo del sol.
-______-me llamó Andrea, y me volví a mirarla-¿Sabes algo de cocina?-preguntó.
-Lo esencial.
Debía admitirlo, no era una experta culinaria, para nada; pero algo había heredado del talento de mi madre en ese arte.
-¿Y Lola? ¿Ella sabe?.
-Mmm... si te gustan los Hot Dogs-me encogí de hombros sonriendo.
Lola tenía sus talentos; era muy creativa y todo lo que plasmaba en un papel le salía perfecto; pero en el arte culinario, era tan falta de habilidad como yo. Me sorprendí, nunca me había detenido a pensar que sabía más de Lola de lo que parecía.
-Tenemos que hacer el desayuno.
-¡Ja!-exclamé-Eso será divertido-dije burlándome de la situación que en segundos protagonizaríamos-¿Por qué ellos no lo hacen?.
-Ellos lo harán mañana.
-Claro, y nos mandan a la guerra a nosotras primero, ¿no?-farfullé.
Andrea sacudió la cabeza y sonrió.
-Vamos por Lola-me sugirió.
La seguí hasta la cabaña. Joel aún estaba con Lola, y de lo entretenido que estaba, ni cuenta se dio que Andrea y yo habíamos entrado. Andrea se aclaró la garganta y ambos nos miraron.
-Lola, tenemos que hacer el desayuno-le avisó.
-¿Tenemos?-repitió Lola.
-Si. ______, tú y yo.
Lola soltó una risotada.
-¿En serio?-preguntó incrédula, deteniendo de pronto la carcajada.
Ambas asentimos sin pronunciar palabra.
-Será mejor que empecemos ya-repuso Andrea con desgano.
Lola suspiró y yo reí de nuevo, creando una imagen en mi cabeza de tres inexpertas en la cocina.
Me di cuenta de que la cabaña que Lola y yo compartíamos era la única que tenía cocina, era pequeña; pero muy útil al parecer.
Joel se había ido a desempacar lo último que le quedaba de su maleta; mientras que nosotras intentábamos imitar alguna de las recetas que había en un libro polvoso que por milagro habíamos encontrado en el almacén.
Era la primera noche fuera de casa, durmiendo en una cama que no era mía. Se sentía tan extraño, tan poco ordinario, que de alguna forma me hacía extrañar mi hogar.

(...)

Habían programado una caminata para el día siguiente, después del desayuno que los chicos prepararon y que, cabe mencionar; resultó ser mejor que el que nosotras habíamos hecho el día anterior. Zabdiel decidió quedarse, lo cual me sorprendió puesto que era el más entusiasta del grupo. Por si fuera poco, Christopher nos guiaría. Tenía entendido que las cabañas las habían comprado dos días después de que se mudaron, por lo tanto ya conocían el lugar.
El sol era tenue, un aire gélido vagaba por el bosque; vaya día para querer ir a explorar el lugar. Empezamos a recorrer sin fin de maleza. Todos se maravillaban con el recorrido; mientras que para mí, era todo verde.
Noté como Christopher, quien iba hasta delante, caminaba tan grácilmente entre los árboles. Andrea se encontraba a su lado, muy junto; y ambos reían. Sin duda, Christopher tenía la sonrisa más bella que había visto, pero en ese momento deseé fervientemente que aquella hermosa sonrisa, fuera para mí. Sentí algo dentro de pronto, no era el vacío; esta vez era una sensación diferente; una inquietud me invadió por completo al ver a Christopher y Andrea tan juntos, riendo el uno con el otro; un desasosiego que punzaba en mi cabeza y que de algún modo, me hizo anhelar con una intensa devoción ser yo, en lugar de Andrea.
Quise regresar, encaminar mis pies hacía atrás y no ver aquella escena que provocaba todas esas sensaciones en mí; pero era inútil, a donde sea que caminara por cuenta mía, sabía que me iba a perder.
Miré a Joel y a Lola, ambos iban juntos también; pero eso no provocaba alguna de las emociones que provocaba Christopher.
Cerré los ojos por un lacónico segundo y el viento acarició mi cara trayendo consigo un recuerdo. Bryant. Uno de los sueños en los que él había aparecido, me pintaba la escenografía de un bosque. Anhelé en ese instante que Bryant fuese real, que estuviera allí, conmigo.
Era una reacción lógica, ¿no?. Es decir, Andrea está con Zabdiel, y Christopher era un odioso. ¿Por qué sentía eso?.
Volvimos a las cabañas a las tres de la tarde, Zabdiel nos había preparado una deliciosa comida; en ese momento sentí vergüenza de mí.
Una noche más, la segunda fuera de casa; no es que llevara la cuenta en un calendario; pero era imposible pasar desapercibido el sentimiento que me hacía echar de menos mi hogar. El canto de los grillos y el soplo del viento contra los árboles; propios de una noche iluminada, colocaron una pregunta en mi cabeza; una pregunta de la que se fue desplazando otra y otra, hasta convertirse en un montón de incógnitas sin respuesta. ¿Dónde estaba Bryant? ¿Por qué ya no soñaba con él? ¿Por qué sentí todo aquello al ver a Christopher y Andrea juntos? ¿Qué diablos me estaba pasando?. La noche dispersó mis dudas y me albergó en un profundo sueño. Donde él, no apareció.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora