Capítulo 10

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-Suelo ser así-musculló.
-Claro, pero sólo conmigo ¿no?.
-Si vamos a fingir que nos agradamos, no hablemos de eso-refunfuñó.
-¿Entonces de que quieres hablar?-reté.
-Pregúntame lo que quieras saber-abrí la boca para hablar-Que no sea lo que te he dicho-advirtió.
Rayos, todas las preguntas que tenía para hacerle eran acerca del tema que él quería evadir, y en todas había un ¿por qué?. Volví a fruncir el ceño y torcí el gesto. De seguro la expresión que produje fue graciosa, puesto que ví cómo los labios de Christopher se curvearon levemente en un intento de sonrisa.
-Tengo entendido que te transferiste de universidad... ¿porqué?-pregunté y la leve sonrisa que se había formado en sus labios, desapareció.
-Por que soy un idiota-musculló.
¡Pero que chico tan bipolar!.
-No eres un idiota-dije y él me miró-Si lograste transferirte, cosa que nadie que conozco ha hecho; entonces no eres tan idiota como dices-me encogí de hombros.
-No hables de lo que no sabes-volvió a muscullar.
-¿Sabes qué?, pensándolo bien, si eres un idiota, con esa actitud tan odiosa-bufé-Yo no sé cómo Andrea puede decir que eres un ángel.
Él posó su visita en ella y acto seguido miró hacía abajo, parecía estar luchando consigo mismo, como si fueran dos partes dentro de él; y desconocía contra que estaba peleando, y eso, precisamente eso, el misterio que lo caracterizaba; me hacía permanecer allí, como si estuviese atada a aquella silla, esperando quizá que él se dignara a hacer partícipe a la verdad. El misterio que había dentro de Christopher me apasionaba, me obligaba a soportarle, me tenía encantada.
-La descripción de un ángel no es precisamente igual a mí-musitó.
En su modestia pareció estar seguro; como si hubiese visto algo más a lo que se le adjudicara mejor el calificativo. Aunque para mí, él era lo más cercano al parecido con un ángel, sin contar a Joel. Me percaté de que me miraba.
-Para ser un idiota, no eres engreído-muscullé.
-Para ser una niña que habla demasiado, no eres tan molesta.
-¿Tan?.
-Comamos, por favor. Así la noche se acaba más rápido y ambos quedaremos libres de esto-dijo y acto seguido se introdujo un bocado a la boca sin dejar la elegancia de lado.
Le miré con cierto desdén. Era insoportable, sin embargo allí estaba, torpemente encantada por el misterio.
-¿Puedo hacerte una pregunta más?-cuestioné con voz vacilante. Él me miró esperando y tomé aquello como un sí. Abrí la boca para hablar pero no dije nada-Olvídalo-dije meneando la cabeza ligeramente y bajando la mirada.
-¿Tan rápido te arrepientes?-me desafió.
-Bueno, tú dijiste que hablo demasiado, creo que es hora de que me calle-me encogí de hombros.
Ví su rostro tensarse, parecía como si se hubiese arrepentido de haberlo dicho antes.
Seguimos comiendo, casi no cruzabamos palabra, sólo lo hacíamos para no parecer raros.
Agradecí a Dios cuando la cena terminó; pensé que era libre de aquel tormento encantador, pero no. Zabdiel se dirigió a la playa, donde la noche lucía más hermosa y más amplia.
Bajamos todos de la camioneta. ¿Cuántos minutos más tendré que soportar esto?. Mi alma quería huir, salir corriendo despavorida de allí; pero mi cuerpo se encontraba estancado allí. Zabdiel y Andrea empezaron a caminar tomados de la mano; mientras que Christopher y yo, guardabamos cierta distancia dándoles su espacio.
Sentía la arena sobre mis pies, y las estrellas que nos regalaba el oscuro cielo, brillaban con intensidad. El gélido aire rosaba mi piel haciéndome tiritar de frío. Había olvidado mi abrigo en casa.
-¿Tienes frío?-preguntó Christopher.
-¿Soy tan obvia?.
Él se encogió de hombros y acto seguido se quitó la chaqueta que traía puesta y me la ofreció. La miré con cierto recelo. ¿Minutos antes me había juzgado de molestia y ahora me ofrecía su chaqueta?. O tenía un serio problema de bipolaridad, ó la caballerosidad lo había golpeado de nuevo.
-¿No la vas a tomar?-insistió.
La acepté aún confundida, y me la puse haciendo que instantáneamente el tiriteo desapareciera. Aquella cálida prenda desprendía un suave perfume, con olor tan grato y dulce.
-Gracias-era la segunda vez que le agradecía algo.
Él volvió a encoger sus hombros y gracilmente giró su cabeza hacía un lado. Le miré con profundidad, parecía ocultar algo; de nuevo hizo un ademán de estar luchando consigo mismo... dos partes diferentes dentro de él. De acuerdo, quizá él tenga razón; leo demasiado aquellos libros. Él me miró percatándose de que lo observaba.
-¿Qué?-musitó con recelo.
-Es que... no te entiendo-fruncí el ceño.
-¿Entenderme?.
-Sí, cada vez que estoy cerca te comportas con hostilidad, sé que me odias; y luego, de repente sacas al caballero dentro de ti y me ofreces tu chaqueta-dije frustrada.
-El hecho que tú creas que te odio, no significa que quiera verte morir de frío.
Tardé un poco para analizar sus palabras.
-Creer que me odias... ¿y no es así?.
-Yo nunca dije que te odiara-y de repente su voz se tornó más suave, pero tenía un cierto matiz de... ¿dolor?.
-Pues no con palabras, pero si con hechos-insistí.
Él arrugó el entre cejo y su vista parecía perdida, se miraba los pies, y las manos las mantenía en los bolsillos de su pantalón.
El silencio apareció de pronto y sólo oía el cantar de las olas rompiendo en la orilla, mientras que Christopher se encontraba sumido en sus pensamientos.
-¿Qué me ibas a preguntar antes?-preguntó mirando aún hacia la arena debajo de sus pies.
-Si que eres curioso, ¿no?-él se encogió de hombros-¿En realidad quieres que te pregunte?.
-Siempre y cuando, no sea de ese tema-musculló.
Genial. "Ese" tema era el único que me interesaba, pero no iba a desperdiciar la oportunidad que me estaba dando; tenía que empezar a escarbar poco a poco, con preguntas indirectas que me fueran dando pistas.
-¿Te... te gusta Andrea?-pregunté al formular una hipótesis en mi cabeza; donde la causa de su molestia, fuese quizá que Andra estuviera con Zabdiel.
Él la miró a sólo unos cuantos metros de distancia y sonrió.
-Es una chica linda, Zabdiel tiene suerte de ser correspondido.
Algo en su voz parecía expresar pesar. Sin embargo, la respuesta no me era bastante clara.
-¿Me podrías decir si sí o si no?-inquirí frustrada.
-¿Y porqué quieres saber?-me miró.
-Contéstame y te digo.
Él suspiró y puso los ojos en blanco.
-No. Ahora dime, ¿porqué?.
-Curiosidad-mentí, aunque no del todo.
-¿Y qué me dices tú?. Ese tal Joel... ¿te gusta?-el matiz de su voz sonó hostil al pronunciar el nombre de Joel.
-¿Joel?. Es mi mejor amigo.
-Entonces... ¿no-preguntó con voz cautelosa-¿No te gusta?.
-No, ¿porqué tanto interés en eso.
-Curiosidad-se encogió de hombros indiferente-Y ¿no has pensado que quizá tú le gustes?-inquirió como quien no quiere la cosa.
-¿Gustarle a Joel?-reí y ví cómo él al instante inspiró un poco tenso-No lo creo. ¿Porqué lo dices?.
Vaciló por unos segundos.
-La mayoría de las veces, alguno está enamorado del otro.
La palabra enamorado me resultaba difícil oírla, fuera cual fuera la situación; siempre me tomaba desprevenida y con las defensas totalmente bajas. Mi cuerpo se tensó y un escalofrío lo recorrió por dentro. Tirité de nuevo y me abrazé con fuerza cruzando los brazos sobre mi pecho.
-Somos la excepción-dije seca.
No pude caminar más, mis pies de repente se mostraron cansados y torpes. Me recargué en una de las rocas de la orilla, me fue bueno que estuviesen cerca. Christopher siguió caminando y se detuvo al percatarse de que yo lo había dejado de hacer. Me miró.
-¿Qué pasa?-inquirió frunciendo el ceño.
Mi mirada estaba fija en la arena; aquella palabra había dejado un eco aturdidor dentro de mi cabeza e instantáneamente me había proporcionado una oleada de recuerdos turbios que pensé había eliminado; y en todos ellos, Richard.
-¿Te sientes bien?-insistió un poco receloso.
Y de nuevo la formulación de respuestas se había formado en mi cabeza dando explicaciones literarias.
-Sí, sólo... me mareé un poco-dije tratando de bloquear todos aquellos recuerdos que golpeaban las paredes de mi mente.
Christopher inspiró profundamente y posó su mirada en el mar. Aquellos bellos ojos que poseía, desprendían la delicada luz que la luna reflejaba sobre las aguas; y de alguna extraña forma, me sentí mejor.
-¿Ves que podemos llevarnos bien como amigos?-dije cuando logré eliminar el avatimiento de mi fuero interno.
Él colocó su mirada hostil sobre mí y su postura se volvió tensa.
-Yo no quiero llamarte amiga-musitó con voz terca.
Y he allí otro golpe a mi desubicado corazón.
-No quieres ser mi amigo, ¿pero me prestas tu chaqueta?.
-Dijiste que fingíamos, ¿no?-dijo y de nuevo sentí aquel pesar que me golpeaba el corazón.
Me abrazé aún más fuerte. ¿Porqué aquel chico no quería ser amigo mío?. Sentí la necesidad de llorar. Por alguna extraña razón, el comportamiento de él me lastimaba más de lo que debería.
Giré mi cabeza con brusquedad, tratando de evitar a toda costa aquellas traicioneras lágrimas que morían por escaparse.
-Quiero irme a casa-logré articular con un hilo de voz.
-¿Les arruinarás la noche?-musitó con arrogancia.
Me giré a mirarle con todo el odio que mis ojos pudieron expresar; pero más que odio, demostraba tristeza; los indicios de llanto no se habían ocultado como yo esperaba.
Pero entonces, cuando mi mirada se encontró con la suya; la de él pasó de ser hostil a ser sorprendida y preocupada... ¿triste?. Su rostro volvió a tensarse, casi parecía que le había dolido lo que había dicho. Aquellos bellos ojos que hace un minuto habían calmado mi dolor, me gritaban algo que por mi justificado resentimiento no lograba comprender.
-Lo siento, si te ofendí-reposo con voz calmada y su mirada abajo.
Fingía tan bien que hasta parecía compungirse de dolor. Mi mirada seguía siendo resentida y molesta.
-Eres un idiota-dije articulando cada palabra.
-¿Al menos podrías decirme si aceptas mis disculpas?.
-No-negué rotundamente-No las quiero. ¿Para qué aceptar disculpas de alguien que ni siquiera es amigo mío?-dije con voz hosca.
Si él quería jugar a los enemigos, en este juego podían jugar dos.
Christopher iba a decir otra cosa, pero Zabdiel nos llamó a lo lejos haciendo señal que era hora de partir.
Sin mirarlo a la cara, me dirigí con pasos decididos hasta donde Zabdiel y Andrea estaba; ellos no me prestaron mucha atención al subir a la camioneta; y aquello me favoreció puesto que para mentir con respecto a mi estado de ánimo, jamás he sido buena. Me acomodé en la ventana izquierda del asiento trasero y Christopher un minuto después, se posicionó del otro lado del asiento. No siquiera le miré, mi cabeza estaba decidida a permanecer mirando hacia la ventana; y de pronto una lágrima cayó por mi ojo y corrió por mi mejilla en una carrera lenta; inmediatamente me llevé la mano al rostro para quitarla; en ella llevaba aquellos sentimientos que me embargaban en aquel momento; odio, coraje, frustración; y un poco de tristeza, debo admitir.
Al llegar a casa, me bajé de la camioneta sin esperar a que Zabdiel o Christopher (que lo dudo de éste último) me abrieran la puerta; Andrea ya descansaba en su casa a la cual habíamos pensado antes para dejarla.
-Buenas noches, ______. Duerme bien.
-Gracias Zabdiel, igualmente-dije y le sonreí con una sonrisa que resultó ser mediocre.
Le dirigí una mirada envenenada a Christopher y sin decir más, crucé la acera para llegar a casa.
Subí a mi habitación y me sentí refugiada, como si aquellas cuatro paredes me abrigaran en un calor acogedor... ¿Calor?. Aquel suave y dulce aroma jugueteó de nuevo en mi nariz. Rayos, aún tenía puesta la chaqueta de Christopher. Rápidamente hice ademán de quitármela y una vez libre de aquella cálida prenda la aventé sobre mi cama. Sinceramente estaba bastante agotada, no hice mucho esfuerzo para colocarme la pijama.
Tenía muy en claro una cosa; no iba a dejar que el idiota de Christopher me hiciera menos; ni que su injustificado odio me afectara el corazón o mi estado de ánimo. No se lo iba a permitir.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora