Llegué a casa a los veinte minutos y saludé a mi mamá con un beso en la mejilla. Mi madre siempre nos había enseñado modales e incluso los aplicábamos en la casa.
-¿Dónde está Zabdiel?-quise saber, mientras tomaba una manzana de la canasta del centro de mesa.
-Fue a casa de Andrea, lo invitaron a comer-me explicó mi mamá.
-Oh-musité.
Andrea era una chica tan agradable y simpática que tenerla por cuñada iba a ser magnifico, Zabdiel tuvo suerte de haberla encontrado; esos dos estaban ya muy cerca del matrimonio, aunque lo quisieran disimular, yo sí me daba cuenta.
-¿Y papá?-pregunté cuando pasé el bocado de la mordida que le había dado a la manzana.
-Trabajando-manifestó como si fuese obvio-Cariño, ¿por qué no invitas a _______ a comer?-me sugirió.
-Es una gran idea, gracias mamá.
Me dirigí a la puerta para cruzar la acera y llegar a la casa de _______. Llamé a su puerta una sola vez, y _______ me abrió, deslumbrándome siempre con esa luz propia en ella.
-Pasa-me dijo.
Amaba la soledad de la casa de _______, en el buen sentido de la palabra. Sé que, al menos a Eduardo, no le era de mucha confianza y antes de irse de nuevo a otro viaje de negocios junto con la madre de _______, Alice; me había fulminado con la mirada una que otra vez cuando me veía con ella.
-¿Cómo te fue hoy?-besé su frente, uniendo mis labios con la piel de su rostro.
-Te extrañé toda la mañana-me jaló de la mano y me sentó a su lado en el sofá.
-Te extrañé también, pero ya es fin de semana y podemos recuperar el tiempo perdido-dije acogiéndola entre mis brazos.
-Nada me gustaría más.
-Mamá quiere que vayas a comer-anuncié, acariciando su cabello sujetado.
-Tu mamá es un ángel-me sonrió complacida.
-Sí, bueno, yo tengo a mi propio ángel personal-besé su cabeza-¿Vamos?.
Asintió feliz y se levantó conmigo de la mano para encaminarnos hacía la puerta y salir rumbo a mi casa.
-¿Te digo algo?-me dijo de pronto. Le miré curioso-Si no te tuviera, seguro vomitaría sobre cada adorno del día de San Valentín que hay en el instituto-confesó y después hizo un mohín.
Reí por lo bajo, ella podía decir todo lo que quisiera, pero yo estaba seguro que el mes de Febrero le encantaba más de lo que pensaba.
-Estamos a dos días-dije y al instante la idea que se me había ocurrido horas atrás, de ver una película, encajó como la pieza faltante en un rompecabezas. Casi pude oír el chesquido del interruptor del foco que metafóricamente se encendió sobre mi cabeza-Ya tengo planes para ti y para mí-anuncié.
_______ me miró frunciendo el ceño y con cierto recelo pintado en sus facciones, entre tanto que abría la puerta de la casa para dejarla pasar primero.
-¿Qué tipo de planes?-masculló.
-No seas aguafiestas, ademas sé que te encantarán-una sonrisa me curvó la mitad de los labios.
Cerré la puerta a mis espaldas y le hice la seña de que siguiera caminando hasta el comedor. Mamá ya tenía la bajilla sobre la mesa, tres platos de porcelana blanca acomodados sobre el vidrio de esta.
-Hola, Jenny. Gracias por la invitación-dijo _______, afablemente.
-Cielo, no tienes que agradecer-le sonrió mamá-Sabes que esta es tu casa siempre. Y al contrario, gracias a ti por aceptar la invitación.
-Cocinas delicioso, Jenny; jamás la rechazaría.
Jalé una silla del lado derecho de la mesa para que _______ se sentará y una vez que lo hizo, yo me acomodé en la que estaba a su lado. Mamá sirvió la apetecible pasta con salsa que solía preparar los viernes en los que no tenía mucho trabajo en la cocina; y en una bella tranquilidad comimos.
Al terminar, _______ se ofreció a lavar los platos pero mamá se negó; por lo tanto aproveché para pasear un rato con ella y disfrutar del tenue sol que se moría por infiltrarse entre las espesas nubes.
-¿Y cuáles son los macabros planes que tienes para San Valentín?-preguntó curiosa.
-No exageres, _______-puse los ojos en blanco-Para ti serán macabros, pero para mí es todo lo contrario, puesto que es un momento perfecto para pasarlo a tu lado.
Hizo un mohín.
-De acuerdo.
-No es gran cosa-dije encogiéndome de hombros-Películas y palomitas en la sala de tu casa.
La miré, ahora sonreía ante la expectativa de una tarde sencilla. Me anoté un punto a mi favor al haber acertado.
-¿Lo ves?. No sé para qué haces tanto drama-puse los ojos en blanco.
-No lo sé-admitió-Pero hay veces que sí te pasas de la raya.
-Dime una-la reté, con una sonrisa de autosuficiencia, sabiendo que no encontraría nada.
Se quedó pensando unos segundos, casi llegó al minuto; luego, se dio por vencida con un suspiro y una mueca. Sonreí más complacido que antes.
-No cantes victoria, aún me falta recordar el primer mes-refunfuñó.
-No encontrarás nada-le aseguré-Acéptalo, reconoce que conozco el equilibrio perfecto que te gusta; y no seas gruñona-reí.
Me fulminó con la mirada y me sacó la lengua después. __________ a veces parecía una niña, pequeña y testaruda; una niña, mi niña.
El primer mes descubrí el punto exacto, el cómo debería comportarme con ella; un novio dulce terminaría por empalagarla y uno recio por enfadarla; así que me situé en el punto medio de lo cursi y lo agrio, y acerté. Aunque la verdad había veces que no podía evitar ser muy dulce con ella; pero sabía que a ella no le molestaba.
La abracé fuerte, y ella ató sus manos a mi cintura mientras caminábamos de regreso a casa; era increíble cómo una criatura tan pequeña y frágil, me tuviera a su merced; si ella deseaba algo, yo hacía lo posible por cumplirlo; si ella quería algo, yo iba hasta el fin del mundo por conseguirlo; y era feliz haciéndolo.
-¿Qué harás mañana?-pregunté mientras ella abría la puerta de su casa.
-Estudiaré con Lola y Leslie-me jaló de la mano y me introdujo.
Hice una mueca mental, ¿podía estar un sábado sin su compañía?.
Repasé rápidamente las ocupaciones de Zabdiel, papá y mamá, y al parecer yo era el único con tiempo libre, eso significaba que un día de completo aburrimiento me esperaba mañana; al menos hasta que la noche llegará, quizá entonces estaría con ella.
La verdad es que me da gusto saber que tenía más amigos; sostenía una buena relación con Andrea, Lola y Leslie, y sabía de otras personas más.
-Joel vendrá, puedes venir si quieres-musitó sacándome de mis pensamientos.
-¿Quieres que venga?.
-Siempre quiero que vengas-dijo y sus palabras me llenaron por completo. Luego, me sonrió, y terminó de llenar de mariposas mi interior.
-Entonces aquí estaré-le aseguré.
Amaba cada segundo que pasaba con ella y guardaba cada uno en un simbólico baúl. La amaba más que a mi propia vida incluso.
La sujeté fuertemente entre mis brazos, evitando hacerle algún daño y no dejando espacio alguno entre los dos. Busqué su rosados labios y los junté con los míos, deposité en ellos el inmenso amor que le tenía, demostrándole que ella era mi vida. Cada roce, cada caricia en ese beso, era un nuevo color para el arco iris que se materializaba dentro de mí. Era tan feliz así, que me parecía incluso que el mundo se detuvo a observar mi felicidad, el momento que nos pertenecía a los dos, ese beso que nos unía con mensedumbre pero lleno de amor apasionado. Quería saborear cada instante como si no tuviera otro más, mi lengua jugueteó con la suya con dulzura, acompasándose en una interacción armoniosa mientras mis manos amarraban su cintura.
Me separé de ella sin querer de verdad hacerlo, pero respirar era algo que me veía obligado a hacer. La miré, se veía tan hermosa y ese rubor que desprendían sus mejillas coloreaba mágicamente su rostro. Le robé una sonrisa, la cual desprendió destellos de luz por todo mi interior.
-¿Nos vemos mañana?-preguntó ligeramente ruborizada.
Apenas iba a asentir, un pensamiento vino a mi cabeza. Tenía que comprarle algo, un regalo para San Valentín, ¿qué clase de novio sería si no lo hiciera?.
-Ammm... recordé que no puedo venir mañana, lo siento-me disculpé.
Su rostro se crispó fugazmente, porque luego se llenó de confusión.
-Pero me acabas de decir que vendrías-musitó.
-Sí, pero recordé que tengo que hacer una cosa, lo siento.
-¿Qué cosa?-inquirió rápidamente curiosa.
Le sonreí en gran manera, no tenía pensado decirle puesto que seguro me convencería de no darle nada.
-Christopher, ¿me dirás o me...
No dejé que terminara, la interrumpí con un beso fugaz.
-Te veo mañana por la noche. Te amo-salí de su casa, dejándola completamente atónita.
Sabía que aunque _______ era un tanto despistada, era también lo suficientemente inteligente como para adivinar lo que me tramaba.
Regresé a casa y miré el reloj, papá no tardaría en llegar, pero Zabdiel seguro se demoraría un poco más; siempre le es difícil decirle adiós a Andrea, aún cuando sabe que la verá al día siguiente. No lo juzgo, seguro me pasaría lo mismo si _______ viviera lejos, no me podría imaginar qué sería estar lejos de ella.
Subí a mi habitación a pensar cuál sería mi recorrido de mañana, qué tiendas visitar para encontrar el regalo para _______, y sobre todo,qué regalarle.(...)
Al día siguiente me levanté temprano, cosa que de verdad casi nunca hago; pero la idea de ir en busca del regalo para _______, me entusiasmaba; me sentía como un niño cuyo objetivo era buscar un tesoro perdido.
Desayuné rápido y salí pasado de las diez de la mañana, tenía toda la tarde para buscar el regalo perfecto. La verdad es que salí con la mente en blanco, sin ninguna idea de que adquirir para ella y con la esperanza de encontrar algo adecuado.
Subí a mi auto solo por el puro acio de no caminar hasta las tiendas; estacioné el coche en una calle y bajé para empezar mi recorrido.
Anduve calle tras calle y tienda tras tienda en busca de algo digno para _______, pero nada parecía llenarme. Pensé en las cosas que ella había deseado estos últimos meses. No iba a comprarle una batería, seguro sus padres me matarían cuando se enteraran. Esto me tenía frustrado, ¿cómo es que algo así se me complicaba tanto?.
Me cansé de buscar sin repuesta y decidí parar en una cafetería. Me senté en una de las mesas con mi café helado en las manos y miré el blanco reloj redondo de pared, había estado horas caminando y sin resultado alguno; me sentía decepcionado. Miré a través del cristal de la gran ventana y vi un cielo surcado de nubes plomizas, suspiré. ¿Qué podría darle?.
Lo cierto era que quería amarla de un modo quizá anticuado para algunos, puesto que había una posibilidad existente de un regalo. Deseaba llenarla de rosas, escribirle cartas, hacerle poemas, cantarle canciones, robarles sonrisas y decirle "Te amo" en cada caricia. ¿Era tan anticuado?.
De pronto, un cable en mi cabeza se unió y la chispa que saltó me dio una idea. Tenía ahora el proyecto de un regalo que sé que le gustaría.
Me levanté rápidamente y me dirigí a una tienda de papelería que se encontraba a unas cuantas cuadras; compré dos hojas de cada color existente y me subí de nuevo al auto para ir a casa.
Cuando tenía seis años mamá nos enseñó a mí y a Zabdiel a hacer estrellas de papel, estaba realmente agradecido de que a pesar del paso del tiempo no se me hubiese olvidado cómo hacerlas. Lo que tenía pensado hacer me tomaría bastante tiempo, pero valía la pena.
Llegué a casa y bajé del auto con las hojas en la mano, miré fugazmente a la casa de _______ y supuse que estaría estudiando con los demás. Me introduje a mi casa temiendo ser descubierto por ella, pero una vez dentro corrí a buscar a mi mamá.
-¿Mamá?-dije cuando la vi en su habitación doblando la ropa recién lavada de papá.
-Dime, cariño-me sonrió.
-¿Podría ayudarme?. Necesito una botella de vidrio de esas que tienes en una de las cajas en el sótano.
-Tomala, ¿sabes cuál es?-preguntó mientras acomodaba sobre la cama, las camisas dobladas de papá.
-Sí, gracias.
Salí disparado hacía el sótano y hurgué entre algunas cajas de cartón hasta encontrar lo que buscaba. Una mediana botella de vidrio un poco polvorosa. La tomé y subí a mi habitación, subiendo las escaleras con zancadas que casi alcanzaban el metro de medida.
Limpié con una toalla el polvo de la botella, dejando así que la transparencia se notara. Era una botella con un cuello largo y lo suficientemente ancho como para que las estrellas de papel pasaran por allí, y ésa era precisamente mi idea. Haría estrellas pequeñas de papel con las hojas de colores y le escribiría a cada una "Te amo" para luego meterlas en la botella.
Me senté en el escritorio que había en mi habitación y me puse a trabajar; recorté con esplendido esmero cada hoja en varias tiras y cada tira la doblé con cuidado hasta formar un pentágono y luego los inflé dándoles forma con mis dedos para conseguir mi objetivo, le escribí con tinta negra las palabras "Te amo" a cada estrella, y las iba metiendo en la botella representando todo un arco iris colorido.
Después de un rato oí que papá había llegado del trabajo mientras que Zabdiel pareció haberse materializado en el aire y de pronto se encontraba en la puerta de mi habitación.
-Llevas horas aquí-observó, mientras llegaba hasta mí.
-¿Tú cómo sabes cuánto tiempo llevo?. No has estado aquí-me giré a mirarlo-Por cierto, ¿dónde te has metido estos últimos días?.
Mi hermano rió y se acomodó frente a mí, recargándose en el escritorio.
-¿Sabes guardar un secreto?-preguntó, con una luz nueva en sus ojos.
-Soy todo oído.
-Tengo el regalo de Andrea para San Valentín, ¿quieres verlo?-preguntó entusiasmado.
-Claro-musité como si fuese obvio-Muéstramelo.