Capítulo 5-T2

2.8K 220 4
                                    

-Demonios-masculló, pero para sí mísma en realidad.
-¿Qué pasa?.
-No tengo vestidos para ir-torció el gesto.
Reí y moví la cabeza negativamente.
-Sí, sí lo tienes-le dije-Recuerda que Alice te trajo un vestido de gala blanco.
-Mamá-bufó y volví a reír-Lo había olvidado.
-Claro, anda ve; no dudo que te verás hermosa-le sonreí y en sus mejillas apareció el tímido rubor que tanto me gustaba.
-¿Qué usarás tú?-preguntó.
-No lo sé aún. Ya veré que me encuentro-bromeé-Te veo en un rato-me despedí de ella besando su frente y salí de su casa.
Al cruzar la calle recordé lo que hace unos minutos había sucedido. En aquel momento, si no paraba sus delicadas manos, quizá no hubiera podido encontrar el pudor para detenerla. Claro que quería estar con ella, era lo que mi corazón venía deseando desde el primer momento en que ella se atravesó en mis ojos. Pero amaba su alma y cada fragmento de castidad en ella.
Llegué hasta mi habitación, busqué entre mi armario algo digno de esta noche. Encontré un traje cuya tela desconocía el nombre, pero era suave; en color negro brillante, con el saco de solapas grandes y una delgada corbata amarilla. Puse todo sobre mi cama y antes de comenzar a vestirme miré curioso por mi ventana en dirección a la ventana de la habitación de ________, sus cortinas estaban cerradas. Reí un poco, sin tener muy en claro cuál era la gracia. Luego comencé a deslizar por mi cuerpo aquel elegante traje después de haberme quitado lo que llevaba puesto antes.
Me miré en el espejo un par de veces antes de convencerme a mí mismo de arreglar mi cabello una vez más. La verdad es que la vanidad era algo que de vez en vez me tomaba de la mano y me hacía caminar junto a ella.
Retoqué mi cabello de forma rápida, faltaban veinte minutos para las nueve de la noche y Zabdiel gritaba mi nombre con una desesperación inigualable. No quise ser egoísta y me di prisa. Bajé con pereza teniendo cuidado con el traje y mi cabello y me reuní con mi familia que ya esperaban por mí.
Mamá como siempre, lucía tan joven con lo que sea que se pusiera; en esta ocasión llevaba un vestido negro con gemas incrustadas en el; una prenda que creo que papá le había comprado hace un año en Paris. Papá iba formal, con un traje en tono grisáceo y una camisa azul celeste acompañada de una corbata en rayas horizontales de color azul rey y azul marino.
-Recuérdame que debo de darte más comida-observó mi mamá, casi de broma, pero con un cierto punto de verdad.
-No estoy tan delgado, mamá-puse los ojos en blanco.
La verdad era que el traje se ajustaba a mi cuerpo con perfección que me hacía lucir menos de los sesenta y cuatro kilos que realmente pesaba.
-Sí, sí bueno. Discutamos los problemas de la anorexia de Christopher mientras caminamos a la camioneta y Christopher va por su novia-dijo Zabdiel apresurándonos a salir por la puerta.
Corrí a llamar a la puerta de la casa de _______ y esta vez; su belleza me deslumbró más que en otras ocasiones. Lucía el hermoso vestido blanco que Alice le había traído de su último viaje, éste se ajustaba a su cuerpo con tal encanto que de momento la mente se me desconcertó, quedando fascinado por la belleza que tenía justo delante de mí. Su castaño cabello lucía ondulado y caía sobre sus hombros desnudos, el brillo del vestido refulgía con las lámparas de la acera.
-¿Demasiado?-preguntó, haciendo una mueca.
Negué con la cabeza, aún embobado por completo.
-Perfecto-musité.
El rubor corrió por sus mejillas poco maquilladas. Eso era lo que me encantaba de _______, era bella al natural, lo único que se ocupaba en resaltar eran sus bellos ojos oscuros que ahora me reflejaban.
El exorbitante sonido de la bocina de la camioneta de Zabdiel me hizo pisar tierra de nuevo. Tomé a _______ y ella cerró la puerta detrás de sí. Nos encaminaba hasta el vehículo y le di la mano a _______ para ayudarla a subir primero, luego subí yo, colocándome a su lado en el asiento trasero.
Miraba por la ventana cómo las luces de las lámparas de la calle se volvían borrones brillosos al pasar rápido, busqué la mano de _______ y la tomé, luego seguí mirando a través del vidrio polarizado aquellos manchones de luz que dejaba atrás.
Llegamos al dichoso lugar faltando exactamente cuatro minutos para las nueve. Miré por encima de las cabezas de mis padres y pude ver a Andrea acompañada por sus progenitores, esperando por nosotros. Bajamos todos. Ayudé a mi novia a bajar y ella cuidó de no pisarse el vestido.
El ballet parking se ocupó del vehículo entre tanto que íbamos al encuentro con la familia de Andrea. Miré la fachada del restaurante. Un lujo así no se le daba a cualquiera, sin duda Andrea era especial para Zabdiel.
Los ladrillos del edificio eran de un bello color beige y los ventanales inferiores eran grandes en realidad, a través de ellos lo único que se podía observar eran las grises cortinas y la luz amarillenta de las lámparas del interior. Más abajo, en la entrada, arriba de la lona azul marino de terciopelo de la puerta, indicaban con letra en color oro el nombre del restaurante. Y la puerta era tan amplia como una sola de las paredes de mi habitación; tenía cristales y los filos de madera barnizada en un radiante brillo.
-Leonado, Jenny-saludaron los papás de Andrea a los míos-Zabdiel, muchacho-le dieron un apretón de manos, cariñoso-Christopher y _______-y repitieron la acción con nosotros.
_______ y Andrea se sonrieron de oreja a oreja, y los ojos de ésta última tenían un brillo especial.
-¿Entramos?-sugirió Zabdiel.
Todos le seguimos. Tomé a _______ de la cintura y me apresuré a caminar junto con ella. Al parecer también se había quedado maravillada de la magnificencia del lugar.
Al entrar, el ambiente refinado era algo hogareño. Nos escoltaron hasta una mesa rectangular con ocho sillas forradas en piel color ciena tostada. La cristalería sobre el blanco metal reflejaba todo aquella pequeña particula de luz y justo en el centro de la mesa, un dorado jarrón sostenía seis rosas rojas que desprendían un delicioso aroma.
Ocupamos las sillas a los costados de la mesa, cuatro de cada lado. Mi madre, papá, _______ y yo nos sentamos en unas; y Zabdiel Andrea y sus padres, en las del frente.
Miré la pared llena de cuadros de personajes desconocidos para mí, mientras esperaba a que los demás se decidieran por algo del menú.
-¿Qué vas a pedir?-me preguntó _______ en un susurro.
-Ammm...-la miré, las piedras de su vestido blanco brillaban en gran manera haciendo que se me dificultara un poco el respirar teniéndola así de cerca-Este...-miré la carta del menú que tenía en sus manos-¿Tú qué quieres?.
-Lo que sea que tú pidas, sabes que soy un cero a la izquierda en eso de los nombres elegantes de comidas poco apetitosas-musitó.
Reí ante su comentario.
-¿Quieres probar la langosta?-le pregunté e instantáneamente me hizo un mohín-De acuerdo no, qué tal...-examiné el menú buscando algo que fuera del agrado de _______-¿Carne de res?.
-Eso está mejor, pídelo, sea lo que sea.
Reí de nuevo y le dije al mesero lo que queríamos. Luego, volví mi mirada a los cuadros.
Me pregunté hasta que momento daría Zabdiel la noticia. No sé él, pero yo estaba ansioso. Seguro antes de brindar, eso sería bueno, así, tendríamos una razón para hacerlo, aunque _______ y yo brindaremos con agua.
Miré luego a Andrea, lo cierto es que se veía muy hermosa esta noche con el bello vestido en tono amarillo claro que usaba, su cabello suelto desprendía un brillo muy lindo que se reflejaba en los ojos de Zabdiel. Sonreí. Andrea era una chica maravillosa, la chica que te entregaba su apoyo incondicional, la que te animaba cuando estabas en depresión, dulce, tierna y sencilla, la mejor amiga que siempre estaba allí; y eso era precisamente para mí, no sólo se convertiría en mi cuñada sino también, era mi mejor amiga y como una hermana para _______.
La comida llegó y se nos fue servida, de vez en cuando se me escapaban sonrisitas divertidas al ver a _______ mirar raro la comida de su plato. Trece minutos después (sí, los conté) Zabdiel se leva de su asiento, tomó una copa de cristal y con un tenedor la golpeó lentamente, atrayendo la atención de todos los que estábamos en la mesa, y también de uno que otro que no lo estaba.
-Mamá, papá, Jesús, Yasmira, Christopher, _______; esta noche quiero hacerlos testigos del gran amor que le tengo a Andrea-la miró mientras ella le regalaba una mirada confusa con sus ojos miel-Está noche, Andrea...-se arrodilló ante ella y Andrea se llevó inmediatamente una mano a la boca, emocionada; mientras que _______ la abría desmesuradamente ante la sorpresa y emoción-Quiero confesarte que eres la chica más maravillosa que pude encontrar entre todo este mundo, la única que complementa mi otra mitad, con la que quiero despertar cada mañana, y cada noche, antes de irme a dormir, poder mirar tu rostro a mi lado. Quiero demostrarte que te amo, sin condición alguna, y quiero que pases el resto de tu vida junto a mí-sacó la pequeña cajita aterciopelada y la abrió ante ella, mostrando un bellísimo anillo de oro blanco con un pequeño diamante al centro en forma de corazón y a cada lado, un par de piedras más pequeñas.
Andrea se llevó la otra mano a su boca, teniendo así las dos. Sus mejillas eran coloreadas por un rojo vivo que en realidad se le veía hermoso y sus ojos brillaban con una inmensa luz, llenos de lágrimas de emoción.
Me ocupé en ver la experesión de cada uno de los que estábamos allí. _______ casi gritaba de la emoción; en mamá y papá refulgía el orgullo de un hijo como Zabdiel; y en los padres de Andrea, habitaba la sorpresa y fascinación. De los ojos de Andrea salieron lágrimas y como impulsada de su silla se levantó y alzó a Zabdiel que aún estaba de rodillas y ambos, se unieron en un fuerte abrazo. Eso parecía ser un sí, y todos nos alegramos al instante.
Miré a _______, cuyos ojos se empañaban un poco, igual que los de mamá y Yasmira, la madre de Andrea. Zabdiel brilló de felicidad y Andrea estaba incontenidamente radiando de alegría.
-¡Sí!-expresó, articulando efusivamente la palabra.
Después y como momento mágico de película, mi hermano y su prometida se unieron en un beso tierno, demostrándose cuánto es que se amaban, dejándose en claro que ninguno de los dos podía vivir sin el otro. Eso me hizo recordar la película que había visto con _______ horas antes.
Mis padres y los de Andrea se levantaron de su asiento, y yo, copiando el acto, lo hice también. Todos felicitamos a ambos, _______ abrazó a Andrea mientras que ésta última soltó a llorar de la emoción.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora