Capítulo 19

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Lola y yo haríamos el desayuno al tercer día; y una vez más, auxiliadas por aquel libro; nos encontramos en la cocina.
-Hagamos esto de aquí-dije-Ideal para dos inexpertas como nosotras-reí.
No era difícil, simplemente una pasta con alguno que otro completo.
-Te noto estraña, ¿te ocurre algo?-preguntó Lola cautelosa.
Iba a decir que no, pero Lola me inspiraba tanta confianza que sabía que hablar con ella, quizá me ayudaría.
-En realidad... sí-musité como quien no quiere la cosa.
-Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ______-me animó-Te escucho si eso te hace sentir mejor.
Sabía que Lola no lo haría con la intención de buscar un chisme o de sofocar la curiosidad, sabía que a ella le importaba el cómo me encontraba yo. Entonces, el miedo se dispersó y un irrefrenable deseo por soltar todo me invadió. Decirle a Lola desde la "A" hasta la "Z", todo lo que en ese momento me inquietaba.
-Ayer...-comencé vacilando-Ayer que fuimos al bosque. ¿Viste a Christopher y a Andrea como... muy juntos?-dije.
Estaba tan nerviosa de abordar ese tema que me dediqué a estudiar con atención las burbujas que el agua hervida soltaba entre la pasta.
Lola frunció el ceño.
-No te entiendo-musitó dejando de picar los pimientos y observándome.
-Bueno...-me esforzaba en encontrar las palabras adecuadas para abordar el asunto-Ayer que los ví, riendo y platicando... sentí algo extraño dentro de mí; quise estar yo, en vez de Andrea; quise que las sonrisas que a ella le regalaba, fueran para mí.
Lola examinó con sus ojos verdes mi rostro, y después de un rato, comenzó a dibujarse sobre el suyo una sonrisa burlona.
-Ya veo-dijo y se giró para seguir picando el pigmento bicolor sobre la tabla. Aún mantenía esa sonrisa.
Busqué su cara con mi mirada en busca de que me diera la respuesta.
-¿Qué?-quise saber.
-Estás celosa-me contestó.
La respuesta me desconcertó. No era una sugerencia, sino una afirmación.
-¿Celosa? ¿De alguien como Christopher?-bufé.
-El chico es atractivo-se encogió de hombros.
-Es un odioso-contradije.
-Odioso o no; es muy guapo. Acéptalo-me miró enarcando una ceja.
Suspiré. Ella tenía razón. Christopher tenía un rostro y cuerpo perfectos. Hice una mueca.
-¿Por qué dices que es un odioso?. A mí me parece muy buena persona-musitó.
-Será buena persona con los demás; pero a mí me trata diferente. No le agrado-dije cansada de que nadie me diera la razón.
Lola se quedó pensativa por un rato.
-Mmm... no creo que no le agrades-dijo.
-¿En qué te basas para decir eso?-muscullé.
Terminó de picar los pigmentos y dejó resbalar sobre la tabla el montón de cuadritos verdes y rojos en la casuela con aceite. Me miró.
-El día del viaje, cuando te quedas dormida Christopher te notó inquieta por el frío y un poco incómoda por la forma en la que estabas acostada. Se quitó su chaqueta, te recostó cuidadosamente sobre sus piernas, con suma delicadeza, con si fueras una frágil estatuilla de vidrio; y te cubrió con su chaqueta...-hizo una pausa-Te tuve envidia en ese momento-rió con franqueza-Así que, amiga mía; no creo que no le agrades. Si no le agradaras, no se hubiera preocupado por ti como lo hizo.
Me dejó indefensa, sin palabras para contradecir eso; sin embargo, la duda que tenía se extendió por cada rincón de mi cerebro. ¿Por qué actua como dos personas distintas sólo cuando está conmigo?.
-¿A ti te gusta Christopher?-la voz de Lola interrumpió mis cavilaciones.
-¿Qué?.
-¿Qué si te gusta Christopher?-me miró por la colilla del ojo.
-Es un odioso-bufé de nuevo, casi ofendida por su pregunta.
-Deja su carácter de lado, ______. Hablando físicamente, ¿te gusta?.
-No soy tan superficial-me quejé.
-¿Quieres contestarme si sí o si no?.
La puerta de la cabaña se abrió de golpe, interrumpiendo cualquier posible respuesta que yo hubiese dado o incluso, me hubiese callado.
-Pero cómo se tardan ustedes dos-reclamó la voz de Zabdiel.
-Bueno, no todos somos maestros en este arte-replicó Lola.
-¿Puedo ayudar?-se ofreció Zabdiel.
-Definitivamente-suplicó mi amiga.
Después, ya no oí la platica entre ambos; me hundí profundamente en mis pensamientos que las voces del par de personas que tenía al lado, se habían convertido en murmullos lejanos.
Lola me había clavando una duda, y una grande. Joel me insinuaba lo que Lola me había preguntado, ambos parecían no sólo concordar en una opinión, sino también ver algo que al parecer a mí me era invisible. Una repentina atracción por Christopher que mis dos amigos alcanzaban a percibir. ¿Es que ambos estaban conspirando en contra mía? Ó ¿Yo era demasiado torpe como para no darme cuenta de mi propio sentimiento?.
Yo no era una chica superficial, pero debo admitir que hablando físicamente, podía haber dado una confusa, pero afirmativa respuesta ante la pregunta de Lola. Me quedé sorprendida por el repentino descubrimiento que provocaron en mí mis propias palabras. En mi lista de cosas por no volver a hacer, fijuraba la idea de jamás fijarme en alguien, o mejor dicho jamás volver a enamorarme. Y de repente llega Christopher y... ¿me fijo en él. Me repetía con todas mis fuerzas las palabras "imposible, no me enamoraré de nuevo". Pero también algo muy dentro de mí, una voz quedita que sin embargo oía clara, me decía que algo, en lo más profundo de mí, estaba cambiando. Todo era tan confuso.
-______-me llamó Zabdiel una octava por encima del tono regular de su voz, lo cual me hizo sacudir la cabeza y volver de nuevo a la presente realidad.
-Dime.
-Te pregunté qué si querías ir al lago esta tarde; vaya niña, si que todavía estás dormida-musculló burlonamente.
-¿Al lago?-repetí incrédula-¿No te parece que hace frío como para ir a nadar?.
-Hoy no, bueno, no tanto. Mira por la ventana, ______. El sol salió.
En efecto, los vertiginosos rayos del sol quitaban en gran parte el frío típico de la época de otoño. No me había detenido a pensar qué tan raro era el clima en esta ciudad.
-Suena general. ¿No, ______?-articuló Lola.
-Bueno, yo...
-No-me interrumpió-No me digas que te quedarás de ermitaña en la cabaña mientras que nosotros nos divertimos. Irás, ¿verdad?.
Su pregunta no me deja elegir entre un sí ó un no, era un obligatorio sí el que tenía que dar.
-Iré-me limité a decir.
Recordé aquella vez que casi, casi, obligué a Joel a acompañarme a la biblioteca. ¿Así me había visto yo de cruel?.
El desayuno fue normal, nada fuera de lo común; aunque no sabía si adjudicarle los términos, "normal" y "común" a las miradas fugaces de Christopher, y a mis traicioneros y confundidos pensamientos, era correcto.
Caminamos hasta donde el lago se situaba. Una pequeña porción de agua verduosa que, a pesar del color, no presentaba ningún desliz que indicara el mínimo grado de suciedad; excepto claro, por las hojas caídas de los árboles que flotaban tranquilamente sobre el agua. Me tardé demasiado en apreciar el paisaje puesto que mis amigos ya se habían colocado su traje de baño; excepto Christopher, quien lo hacía con calma y sin apuros.
-¡Vamos, ______!. ¿Qué piensas quedarte allí parada todo el día?-me reprochó la divertida voz de Andrea.
Le di una sonrisa y coloqué mi morral púrpura sobre uno de los troncos cortados que descansaban sobre la verde hierba. Con timidez logré quitarme a regañadientes la blusa que llevaba puesta; escondiendo mi cuerpo sólo en la otra blusa de tirantes color blanco que llevaba debajo; vestía un short de mezclilla que provocaba que la sangre se agolpara en mis mejillas cada vez que Christopher volteaba a mirarme. Le di una mirada fugaz que hizo que inmediatamente volteara de nuevo a verlo. Su abdomen estaba descubrierto, y recorrí con toda la atención de mi mirada, las líneas que marcaban la veraniega piel. Maravillándome. Haciéndolo a mi juicio, algo perfecto.
Me di cuenta entonces de que mi mandíbula se encontraba ligeramente abierta y que, al parecer había olvidado como cerrarla. Christopher se percató de que lo miraba embobada, y noté cómo un tenue color rojo se apoderó de sus mejillas. Al menos, no era la única que me sonrojana con miradas.
-¡Hey!-lo llamó su hermano, quien ya estaba dentro del agua junto con Lola y Andrea.
Christopher lo miró y como si Zabdiel hubiera dicho "ven aquí", él corrió hacía la orilla y se lanzó grácilmente en el agua. Me quedé maravillada de tan ágil movimiento sabiendo que sería incapaz de imitarlo.
De pronto, sentí como unos brazos me cargaban jugando con mis pantorrillas y mi espalda, como si fuese un bebé.
-¡Pimentel, bájame!-exigí.
Sabía lo que Joel tenía pensado hacer. Pero hizo caso omiso a mi orden y me lanzó con todas sus fuerzas a la piscina natural. Mi cuerpo golpeó contra el agua y, obviamente, se sumergió debido al peso. Tragué una buena cantidad de líquido que hizo que mi garganta ardiera. Sentí como unas fuertes manos me atrajeron a la superficie y cuando pude abrir los ojos me encontré con unos hermosos ojos que me miraban inquietos. Después mi visita se posó en su perfecto dorso que de un momento a otro me quitó el aliento. Los latidos de mi corazón estallaron desbocados contra mi pecho y el mundo a mi alrededor desapareció. Un frenético deseo de tocar sus labios me sacudió desde la planta de los pies hasta el último pelo de mi cabeza. Mi fuero interno se encontraba conmocionado, tan sólo tenerle cerca desequilibraba todo mi mundo; los latidos de mi corazón gritaban desbocados el nombre del ser que tenía a sólo unos centímetros de distancia. Christopher.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora