Capítulo 20

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Estaba tan concentrada en definir mis emociones que, no me percaté de la mirada en el hermoso par de ojos destellantes que tenía enfrente. En los diferentes tonos de aquella pupilas miel, en lo más profundo pude ver un sentimiento distinto al que Christopher generalmente me mostraba, un sentimiento que jamás vi en algunos otros ojos; una dulzura tan descomunal que de algún modo, me inundó de tranquilidad y de paz.
El estadillo del cuerpo de Joel contra el agua me hizo volver al mundo exterior. Christopher pareció también haber despertado de su ensoñación.
-¿Estás bien?-preguntó de pronto, con voz amable.
Me limité a asentir torpemente con la cabeza, no estaba segura de que mi voz sonara fuerte o convencida.
Él dio un sólo movimiento con su cabeza y se giró hacía los demás, nadando grácilmente. Recordé la furia que debía de tenerle a Joel, pero repentinamente había desaparecido. Debería estar molesta con Joel, sin embargo no lo estaba.
Me quedé allí, inmóvil en el agua, hasta que oí mi nombre en la boca de Andrea; lo único que hice fue girar mi cabeza para que mi vista se posara en ella. Me hizo una seña con la mano para que me acercara a ellos, al parecer era la única extraviada que divagaba lejos de la multitud. Nadé hasta ellos, y mi vista se fijó en un hermoso paisaje. Parecido a esos que exhiben en los museos, sólo que este era de verdad. El sol resplandecía sobre el lago pintando rieles, haciendo que los destellos de las gotas de agua que resbalaban por el trabajado pecho de Christopher, brillaran como perlas en su piel. Su hermosa sonrisa relampagueó de pronto, opacado incluso el brillo de las perlas. Si él se estaba divirtiendo, ¿por qué yo no habría de hacerlo?.
Después de una entretenida natación y de uno que otro infantil juego bajo el agua, decidimos que ya era hora de irnos. Salí del agua chorreando de pies a cabeza, el repentino aire helado me hizo tiritar de frío y castañear un poco los dientes. Caminé los más rápido que pude hacía mi morral, busqué y rebusqué dentro del bolso... ¡con razón lo sentía tan liviano!. Había olvidado mi toalla. El fresco viento me hizo estremecer, y el castañeo de dientes se hizo más notorio. Maldije para mis adentros por ser torpe.
-Toma-no necesité darme la vuelta para saber a quien pertenecía aquella voz que de pronto, me sonó tan melodiosa-La necesitas más que yo.
Sobre el pequeño tronco cortado cayó una toalla roja. La tomé recelosa, no desconfiando de Christopher, no de su intención que en ese momento no me pregunté cuál era; sino de las emociones que poco a poco se iban agolpeando dentro de mí. Algo como un estiramiento de tripas, como un dolor que no me causaba ni la más mínima molestia, sino que, por el contrario, me hacía sentir bien.
Instintivamente me llevé una mano al estómago, y segundos después me cubrí con la toalla haciendo que el castañeo de dientes desapareciera casi al instante.
Christopher se había quedado allí, a un metro de mí; no sé si se preguntaba el porqué de mi raro actuar ó esperaba una respuesta al favor que me había hecho. Supuse que era la segunda.
-Gracias-murmuré con la cabeza en otro lado y con mis pensamientos fijados en el joven que tenía enfrente.
-Aún no me acostumbro a verte morir de frío-musculló.
Me detuve a mirarlo con detenimiento una vez que volví hacía él. Las cristalinas perlas de agua resbalaban por su abdomen, trazando en el un camino que por alguna extraña razón, quise dibujar con mi propio dedo. Me di cuenta de nuevo de que mi boca se encontraba ligeramente abierta y que un aturdidor deseo por tocar aquella piel me quemaba las venas. Me eché hacía atrás asustada completamente, ¿qué era esto? ¿por qué lo sentía?. Christopher me miró confuso, entrecerró los ojos una vez y la confusión se pintó con más fuerza en cada facción de su perfecto rostro. Debía sentirme mejor en abrir paso a la confusión en él, de clavarle la duda; justo como él lo había hecho desde un principio conmigo; pero estaba demasiado asustada como para sentirme bien por la venganza. Me quité de un jalón la toalla, que terminó por limpiarme por completo la espalda. Se la lancé rápidamente y él la interceptó en el vuelo.
-¡Gracias!-dije con un leve aturdimiento en la nota de mi voz.
Tomé la blusa que antes llevaba puesta y en un rápido movimiento la coloqué encima de mi cuerpo; tomé mi morral y salí corriendo como si fuese el ladrón que acababa de asaltar un banco y que huye temiendo ser encarcelado.
Estaba asustada; no era estúpida. Sabía cuales eran las reacciones de mi cuerpo; pero a lo que realmente temía era a que aquel punto en la lista de cosas por no volver a hacer, se convirtiera en algo sin significado. Algo violado, una regla quebrantada. Los torbellinos de confusión me llenaron la cabeza, sumiéndome en una incógnita total. ¿Y si mi cuerpo reaccionaba a las especulaciones de Joel y Lola? ¿Y si todo era algún problema con mi cerebro?. Pero... ¿y si no?. Sólo había una persona que me conocía casi incluso mejor que yo misma... necesitaba a mi mejor amigo.
Llegamos a la cabañas. Durante el camino no dije ni mu; pero notaba la penetrante y confusa mirada de Christopher sobre mí.
Mi agotamiento era evidente; después de dos caminatas y actividades en el río; mi cuerpo (para nada acostumbrado al ejercicio) terminó hundido en un profundo cansancio. No hice más que aguardar hasta el día siguiente para hablar con Joel, y acostarme en una cama que repentinamente, sus almohadas, sábanas y colchas; parecían estar formadas por signos de interrogación y el nombre de Christopher por todos lados.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora