Sabía que ya había amanecido, puesto que el sol jugaba a filtrarse por mi ventana en un ángulo que llegaba hasta mi rostro. Abrí los ojos con pereza y me deshice de las sábanas que me abrigaban; salté de la cama en un minuto para tomar la rutinaria ducha de todas las mañanas. Aun tenía que avisar a mis padres que me iría por un par de semanas, y encontrar también la manera de no alarmarlos por una ausencia ligeramente larga.
Oí el teléfono sonar y corrí hasta el para descolgarlo.
-¿Diga?.
-______, soy Lola-dijo la fina voz de mi amiga del otro lado de la bocina-Disculpa, dices que este fin de semana nos iremos, ¿verdad?.
-Sí, de hecho; mañana, a las seis de la mañana.
-¿Seis de la mañana?-preguntó escandalizada-¿En domingo?.
Reí. De lo poco que sabía de Lola, tenía en claro que una de sus cosas favoritas era dormir.
-Sí-repuse con desgano.
Oí un suspiro golpear la bocina.
-Esta bien-dijo resignada-Pero... ¿cómo estaré a tiempo allá?.
-Si quieres puedes venir a dormir aquí-sugerí.
-No es mala idea. Si me quedo dormida serás mi reloj despertador-rió. Era genial saber que el buen humor que la caracterizaba estuviera volviendo-Llegaré a tu casa a las nueve de la noche. Espero que Diana quiera llevarme.
-Puedo decirle a Joel que pase por ti.
-Sería mejor. Por favor-musitó aliviada de haberse salvado de pedírselo a su tia.
-De acuerdo, Joel estará en tu casa a las ocho treinta.
-Está bien. Hasta la noche.
-Adiós.
Colgué el teléfono adivinando la expresión que Joel haría al pedirle el favor. Que por supuesto, más que encantado aceptó.
Esperé ansiosa la décimo novena hora para llamar a mis padres. Estaba nerviosa puesto que no son muy fáciles de convencer; Eduardo, mi padre; era un hombre duro y severo. Alice, mi madre; una mujer desconfiada y protectora. Ambos unos huesos difíciles de roer. Mi pie golpeaba nervioso contra el piso mientras el teléfono sonaba y esperaba a que alguno de mis progenitores se dignara a contestarme.
-¿Diga?.
-¡Mamá!-articulé al oír la voz de la mujer que me crió-¿Porqué no contestaban?-quise saber.
-Tu papá no está y yo estaba en el baño-se excusó.
-¿A dónde fue papá?.
-Está en una junta.
-Claro.
-¿Y cómo estás allá? ¿No te hace falta nada?-preguntó.
-Mmm...-vacilé-Estoy bien, pero si me hace falta algo-musité como quien no quiere la cosa.
-¿Dinero?. Dime cuánto y en cuanto salga tu padre...
-No, no-la interrumpí-Estoy bien con el dinero que mandaron la última vez. En realidad... es otra cosa-dije mientras mi dedo jugaba nervioso con el cable del teléfono.
-¿Qué cosa?.
-Tu permiso-susurré casi con voz inaudible.
-¿Mi permiso para qué?-de pronto su voz sonó dura, había entrado ya en el terreno de madre sobre protectora.
-Para ir de vacaciones... dos semanas.
-¿De vacaciones? ¿A dónde y con quién?.
-Bueno, ¿recuerdas a Jenny?, la señal de la que te hablé, la que se mudó a la casa de enfrente. Sus hijos nos invitaron a mí y a Joel a pasar un par de semanas en unas cabañas que tienen en el bosque.
-¿Irás sola con hombres?-la pregunta venía bañada de un matiz de reproche.
-No, por supuesto que no. Una amiga nuestra irá; y también Lola.
-Mmm...-musitó un poco aliviada.
-Recuerda que también irá Joel.
Si en alguien confiaba mi madre, era en mi mejor amigo. Ya que era como un hermano para mí.
-¿Tú quieres ir?-preguntó.
En realidad mi respuesta era un completo y despectivo no; pero tuve que recordar que no lo hacía por mí, sino por el bienestar de Lola y la alegría de Joel.
-Sí-musité tratando de sonar lo más convincente posible.
-Hummm...-sin duda, mamá lo estaba pensando-Dos semana son mucho, ______.
-No tanto si cuentas todos los meses que pasé matándome en el instituto-estaba más que de acuerdo con mi madre, así que llevarle la contraria me resultaba un poco difícil-Sólo quiero descansar un poco, mamá. Y creo que este viaje me ayudará. Además, nunca salgo a ningún lado-dije esperanzada de que el protocolo de niña abandonada me sirviera de algo.
-¿Cuándo se irán?.
-Mañana, a las seis de la mañana.
-Vaya, pero para eso sí que quieres madrugar-me reprochó.
-¿Eso es un sí?.
Se quedó en silencio por un par de segundos que a mí se me hicieron eternos.
-¿Seguirás llamándonos?.
-No creo que en el bosque haya señal.
-¿Entonces cómo sabremos de ti?.
Ése era un problema que no tenía en cuenta y por el que mi madre era capaz de desistir.
-Por una vez mamá, confía en mí. Joel me cuidará. Tenemos diecinueve años.
Dio un largo suspiro que chocó contra la bocina.
-En cuanto llegues a casa de nuevo, quiero que nos llames.
-Hecho-dije feliz al haber logrado mi objetivo-Gracias, mamá.
Colgué el teléfono. Vaya que puedo llegar a fingir mejor de lo que creía.
Lola llegó cinco minutos después de las nueve, y Joel le ayudó a bajar y llevar su maleta hasta la sala de mi casa. Lola le agradeció con una sonrisa y Joel se la devolvió con un profundo suspiro. Me giré para no ver la tierna escena que mis amigos proyectaban, y para evadir el vacío dentro de mí. Observé la maleta de Lola, era pequeña y dudaba que ropa para dos semanas se albergara allí.
-Emmm... Lola-me giré para observarla-¿Te mencioné que nos quedaremos allí por dos semanas?.
-No-dijo y comprendió el porqué de mi pregunta-Pero descuida, allí tengo ropa hasta para todo un mes-aseguró.
-¿Dos semanas?-preguntó Joel con su rostro chispeando de entusiasmo-¡Genial!.
Sonreí casi sin ganas de hacerlo.
-Las veo mañana chicas. Duerman bien-dijo mi amigo saliendo por la puerta.
Miré la maleta de Lola una vez más mientras ella se despedía de Joel. Y cuando éste cerró la puerta, abrí los ojos de par en par, como si el ruido de la madera cerrada me hubiese acordado de que mi maleta aún no estaba lista.
-¡Rayos!-muscullé.
-¿Qué pasa?-preguntó Lola.
-Aún no alisto mi maleta-dije avergonzada.
-No te preocupes. Yo te ayudo-me sonrió.
Le devolví la sonrisa e hice que me siguiera hasta mi habitación. Con la ayuda de Lola terminé en un santiamén y para mi sorpresa, la maleta no lucía tan grande ni tan abultada como pensé que sería.
-¿Dónde dormiré?-preguntó cuando el sueño empezaba a hacer presencia.
Otra cosa que no había pensado. Definitivamente a mi cerebro le falta funcionar mejor.
Lola leyó el desequilibrio en mi expresión.
-Oh, no te preocupes. Dormiré en el suelo.
-Si tú duermes en el suelo también yo. No estaría cómoda durmiendo en una cama mientras tú duermes en el suelo-dije-Pero igual mi cama es lo suficientemente ancha para abarcarnos a las dos-me encogí de hombros.
-Eso sería raro-miró la cama-Pero igual es más cómodo que el suelo-sonrió.
Ambas nos acomodamos de forma opuesta sobre la cama, sus pies llegaban hasta mi cabeza y los míos hasta la suya. A pesar de que en mi cama había el doble de materia, aún sobraba espacio.
-______-musitó Lola en la oscuridad.
-Dime.
-¿No te has vuelto a enamorar?.
Sentí el vacío de nuevo. Una horrible sensación de dolor que se albergaba en mi pecho y me angustiaba de forma incontrolable.
-No-respondí con voz ahogada.
Lola sabía la historia de un pasado que no me gustaba recordar. Sabía muy bien lo que yo había sentido alguna vez por aquel nombre que me negaba a pronunciar. Y todo lo que después sucedió.
-¿Ni siquiera de Joel?-preguntó cautelosa.
-Joel es mi mejor amigo, es como mi hermano. Yo no puedo enamorarme de Joel; pero la chica que lo haga, seguro será muy afortunada. Pimentel es una excelente persona. Una joya.
Lola aventó un suspiro al aire.
-Joel es un gran chico-concordó, se quedó en silencio un gran rato y después habló de nuevo-Buenas noches, ______.
-Buenas noches.
Entre el dolor de mi pecho y el recuerdo de aquel sentimiento, un suspiro se me escapó. Tenía el suficiente sueño como para ignorar aquello, para no darle importancia. Anhelé entonces que el sueño me hiciera su víctima.